Blogs

Es lunes en la mañana

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Noviembre 19, 2012

Desde hace un tiempo me loquea Norman Mailer. 

Será realmente que el éxito me cambiará.

Tan inevitable como el cambio de voz.

Igual al abandono de la primera infancia.

(Muy aparte de bordear los 35.)

Ahora todavía me encuentro en la penumbra.

Sé que la noche está cubriéndome.

Pero sé también: estoy a un paso de la luz.


No quiero dejar nunca de ser el pájaro que mira desde la rama.

El pendejo pequeñuelo, despabilado e inquieto.

Quien justamente se realiza mirando oculto.

Al mismo tiempo parásito social.

Felizmente: sin publicar ni perro que ladre.

Ja, no sé porque cuando bebo por las calles solitarias me reconforta vivir.

En fin…

Cuesta imaginarme de otra manera.


Todo lo que he escrito ha sido desde la marginación.

Desde el desánimo.

El olvido.

Claro, o la lectura de un par de ratones.

Y en algunas circunstancias.

El humo de los cigarrillos que no salió de mi pecho no ha hecho hollín en mis entrañas en vano.

Tampoco puedo negar que mirando he comprendido: “las personas cambiamos”.

Por eso, es más, me jode recordar a Norman Mailer.


Inevitable me convierta en un león con el arribo de la fama.

Pare de contemplar, mirar, observar, ver… para ser contemplado, mirado, observado, visto.

Una vez en el centro del baile se acabó la fiesta para uno.

De cazador a pulga de mascota.

Al margen de andar haciendo todo lo posible por darle rienda suelta a mis debilidades.

¡Para no alcanzar a concretar ninguno de mis proyectos en marcha!

No voy a negar tengo miedo.

Sí, debo conducirme con cuidado.


Me pasa por la cabeza también que, pese a mi marcado sentimiento de autodestrucción, pienso “tal vez sí alcance el éxito”.

(Ni cavilar matarme ya que sería la peor manera de “no escribir”.)

Al parecer, no me queda otra que dejarme arrastrar por la corriente.

Asimismo tengo presente que a veces el cuerpo falla por sí mismo antes de cualquier culminación creativa. 

Guardo harta fe.

Muchísima.

Permanecer con la óptica del pájaro y a la vez…

…Gozando de las comodidades del león.


Y nada, ahorita de fijo escribiendo desde el horizonte del ave carroñera.

De hecho ya entiendo con profundidad, debido a qué de reencarnarse en un animal William Faulkner eligió al zopilote.

“Nadie lo odia, ni lo envidia, ni lo quiere, ni lo necesita. Nadie se mete con él, nunca está en peligro y puede comer cualquier cosa”, sentenció.

“Los instrumentos que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky” agregó líneas abajo. 

Automarginazión y obras maestras: riman.

Por eso el pájaro azul de Bukowski recibe fuertes dosis de whisky.

Por eso se traga el humo de los cigarrillos el poeta y escritor genial.


Lo cuenta en su poema mencionado, qué va.

“Hay un pájaro azul en mi corazón que/quiere salir”, dice el estribillo. 

Fuerza la suya que pudo controlarlo.

Doblegarlo hasta domarlo tanto que en ocasiones le regalaba cantos ya en plena libertad.

Sin duda un pájaro “azul”.

Al final aves, como El Albatros de Baudelaire, por cierto.

Ya no debería publicar un artículo, es lunes en la mañana y debí componer uno para el viernes a lo mucho a mediodía.

Hasta hace un rato me percibía en mi elemento ahí saboreando la derrota.


Pero acá estoy intentando otra historia.

Claro que da algo de temor.

Nada de fatalista o alarmista, catastrofista o derrotista.

Nada de efectismos o nubes negras de palabrería o surrealismo.

“Sus alas de gigante no le sirven de nada”, se lee en El Albatros.

Ahí en tierra, ahí en el éxito bien pudiera ser también.

Lo genial en todo caso es que continúo ahora en la rama.

En los intestinos de la marginación, el desánimo, el olvido.

 


Imagen: “La promesa”, René Magritte.

Compartir en

Facebook   Twitter   WhatsApp

300 Vistas    

Comentarios

1 comentarios

Déjanos un comentario

Visita mas contenido

Da clic Aquí para que revise otras publicaciones sobre Blogs