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A mi madre, a las madres

Hoy se celebra el Día de la Madre, aquella mujer que desde su vientre cuida el destino de un nuevo ser humano. A todas la madres que saben amar y que nunca abandonan a sus hijos, unas palabras en esta fecha que debe ser celebrada con la misma intensidad todos los días.

  |   Gustavo Yep   |   Mayo 13, 2012  

La primera vez que caí, me levantó y secó mis lágrimas a pesar de haber roto su jarrón más caro. En mi primer día de clases estuvo en la ventana del salón hasta que hice amigos. Mis almuerzos favoritos son su especialidad. 

Me quiere como músico, pintor, escritor, periodista, de vago y de borracho. Sufre conmigo cuando le hablo de alguna novia que se fue. Se convierte en enfermera cuando los dolores físicos me vuelven otra vez niño. Me alienta cuando estoy a punto de lograr algo, y más cuando la meta parece lejana. Mi madre se vuelve lo que necesito con solo mirarme o escuchar mi voz. Es mi mejor crítica hasta de cuando respiro… porque es la única que me perdona tantas veces, porque somos amigos.

Algunas de mis amigas se inician como madres, hermosas madres de bellos bebés. Empiezan esa larga y difícil carrera de criar a un ser humano, y enseñarles sobre el amor y la vida. Aquellas chicas rebeldes que renegaban y pataleaban por un permiso, que pepeaban a sus madres para salir. Recuerdo muchas veces haber escuchado la clásica frase de adolescente tontamente indignada: “mamá, te odio”, o simplemente: “jamás tendré hijos”. Ahora ellas viven en carne propia el amor más grande, y responden al fin viejos cuestionamientos. 

Ese amor que las hace madrugar en pijama para esperar en la sala a que llegues de juerga. Salir a buscarte en hospitales y llamar a casa de tus amigos cuando te escapas de casa, o cuando te pierdes más días de los acostumbrados. Dejar de comer porque tienes hambre y no hay más. Ayudarte con las tareas del colegio y exigirte “por tu bien” de que seas un profesional. Abrazarte muy fuerte cuando estás triste así se hayan peleado. Te prefieren antes que a ellas mismas, se desviven por ti.

Hay quienes solo esperan el Día oficial de la madre para celebrarla, para amarla. Los que tenemos una, o la tuvimos alguna vez, sabemos que no hay ser más  importante y especial que ella, que no le basta un domingo de homenaje, que es para toda la vida.

Por eso escribo hoy algo que he pensado mucho desde que aquella mujer me trajo al mundo, un 7 de diciembre del 83. Que esa señora, a quien mis hermanas y yo llamamos mamá, es la persona más maravillosa del planeta. Más fuerte y poderosa que la mujer maravilla. La que ha dado todo aunque muchas veces no lo hemos merecido, la mujer a la que le debemos la vida y todo lo que somos. Sin duda alguna, así es nuestra mamá.

A mi Madre, hermanas, tías, primas, amigas, y todas las involucradas en esa larga e improvisada profesión, les deseo que todos sus días sean felices. Porque lo deben ser, porque dieron vida.

 

Foto: álbum de Gustavo Yep


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