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Del libro Estética de las revelaciones
| Poesía y narrativa peruana / Moscas de bar | Septiembre 10, 2012
Agua
7
Si estoy aquÃ
es por el agua.
¿Cómo no
transfigurarla más
cuando desciende?
Esta vez
discurre desde mÃ
bajo la forma
de lágrimas.
Fuego
1
Más allá del grito furtivo,
un sonido agita entre los árboles
el extravÃo de la lluvia o la peor sequÃa que abarcamos.
Como hierba de todos los campos, la PoesÃa nace
y crece una tortura matutina a contraluz:
La sangre de los pájaros persistirá.
La ciencia del dominio es fuente ciega, revolución prosaica
que dibuja nubes funestas con su dedo en el aire.
Un ruido establece su soberbia con los dÃas perdidos,
y por fin la noche larga
cae inexorablemente como una rutina gris.
Los ojos suceden al mismo hallazgo siempre.
Cómo sujetar los párpados al sueño
para adjudicarnos redención alguna entre la ceniza?
Cuerpos caen en toda esta trama de desconcierto
y de pronto, el sol, cada mañana nos lacera dos veces
frente a estaciones que sólo vomitan cadáveres de todos los reinos.
El hombre tiene el rostro poblado de solemnes amenazas
por eso la vida lo sujeta al escombro.
Entonces colisionan precipicios y me escondo de ti,
oh, fuego interior que nos despojas de sensatez ante el delirio.
El vacÃo es el mismo Poema perverso de las postrimerÃas.
Entregados al fragor supremo, nada quedará.
Ni el estanque ni la cloaca sortearán más su vértigo
con alteración admisible en el mundo bajo.
Ni la chispa secreta de las piedras.
Ni el rumor del agua en los arroyos.
Ni esta hoja quedará
para agotar con indolencia nuestra dimensión insuficiente.
Revertiendo el contenido
volverÃamos la agudeza al viejo oficio de decapitar profecÃas.
Ah, las profecÃas y su estirpe cósmica…
Como si al hombre no le bastara palpitar.
Tierra
3
Tierra / aire: Júbilo fecundo como dÃa desprovisto de ataduras: Estamos para nunca aprender a matar la oscuridad. Jamás en esta tierra que acoge nuestra desnudez miserable. Júbilo por la locura como único natalicio. Júbilo por la locura que siempre será un niño apedreando los muros de su casa vacÃa: Lengua enferma, vocabulario prohibido. [Tierra y aire surcando insectos, revoloteando abominaciones que he de mapear en mi carne escrita]. Júbilo por las tinieblas. Júbilo por el rayo que es árbol incandescente nacido en la luz de limbo. Júbilo por la enfermedad de palabras y serpientes –colmillos venideros–: Sangre espesa que fluye por calles y plegarias. Júbilo por las altas colinas. Júbilo por el suicidio que consiste en subirlas aferrados al vientre materno. Júbilo por la nada. Y por saber que la nada no pasa nunca por el ojo de una aguja: por ancha y tenebrosa, por existir aún sin el ojo de la aguja que es refugio y oquedad como cualquier dÃa fecundo lleno de júbilo.
Luego habremos de reconciliar los reinos:
[La muerte es una enfermedad como cualquier otra. Hay una cura. Y yo la encontraré].
Aire
10
AhÃ
donde nada irrumpe la negación del vacÃo
hay respuesta anticipada.
Establecer nuestra raÃz en sombra
gritar lo que jamás devuelve eco.
Entonces habrá que restaurar el miedo
como hielo escrito que no derrite
su torrente peculiar para apetecer alguna puerta nueva
y escribir sin retorno
la memoria de un búho conmovido por nadie
entre lo que resta de destierro:
Algo ulula en la pared como ala rapaz y cuerpo esquivo.
Y nosotros dispuestos a las tribulaciones
esperamos siempre con identidad fantasma
un arremolinado manojo de hojas secas
esparcidas súbitamente en su mirada.
Si los árboles mecen sus ramas en cúspides frondosas
¿por qué no podemos columpiar siquiera con argucia
la sabidurÃa y la muerte?
Aire
después de ti ¿jamás habrá más nada?
Foto: Raffo Rioja
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