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Poemas de “Inmelio [88 infinitos en la médula lisiada del ocaso]”

Leyser Gonzáles Chumacero (Jaén, 1987). Cursó estudios en la Universidad Nacional Pedro Ruíz Gallo. Ganó los primeros juegos florales FACHSE 2009, en la categoría de poesía. En el año 2021, publicó su ópera prima, un poemario experimental en prosa poética titulado "Inmelio [88 infinitos en la médula lisiada del ocaso]". Ganó el primer lugar en el Concurso Nacional del Huauco de Oro (Perú, 2022), en la categoría de poesía, con el título "Turista metaverso". Además, obtuvo el tercer puesto en el X Concurso Literario Homenaje a Horacio Quiroga (Argentina, 2023), en la categoría de poesía. El año pasado, el poeta fue incluido en el Mapa Literario Regional de Lambayeque.

  |   Poesía y narrativa peruana / Moscas de bar   |   Junio 04, 2024

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La amada podredumbre en el disfraz del tiempo

 

Algunos disfrutan de la compañía³ del hedor, porque ahí vive, lo que más aman, ¿será? Sus pies desnudos danzan sobre una¹ tarima de afilados clavos. El idilio caprichoso, es el fango trasmutado sobre la eternidad mortal de los sucesos; y, la huérfana² alegría hipnótica, es la ciénaga entrando y saliendo por las válvulas del corazón, sin trinos de luz, sin concavidad de rompientes, sin chispa suprema de verbos; y la sonriente tristeza¹² altiva sobre mis¹⁵ yemas malabaristas¹³, es el suspiro pútrido aporcelanado de mieles, según las asfixiadas oquedades marchitas del olvido. Todo muta, ¿mutó el⁵ amor?, ¿flores podridas en⁴ vez de embriagadores aromas elocuentes?, ¿geométricas lágrimas, en vez de un jardín regenerativo donde habita lo que buscas?, ¿estática muerte en vez de clepsídrica¹¹ luminosidad en los ojos? La noche regurgita sobre¹⁴ el ahuecado silencio de la libertad.  ¿Un beso rancio es más tentador que un libraco⁶ postre sin larvas?, ¿Cuándo mutó la pasión sin que me diera cuenta? Tal vez el celoso ósculo mil caras frente a las maltratadas palabras¹⁶ de la ternura, es⁹ una¹⁰ insondable mirada amontonada de piedras en la atorada tráquea del⁷ tiempo⁸.

 

 

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AÍSEOP OREIUQ ET 

 

Te quiero, ¡oh!, sobreactivación, locura, creación, evolución, poesía, manantial, palabras. El alumbrado panteón telefónico de su esquilado corazón vidrio, es el piadoso rosario cenit trazando líneas desiertas, sobre el inseparable azar de mis huesos. Hoy, soy en la retina cesárea del tiempo, el crepitante halo, tras el incoloro eco de la pausa. [Y, ¿qué soy en las afueras del ciclo temporal de las sumatorias de la vida? ¡Destellantes círculos de tinieblas leídas a media voz!, ¿expirada lagrima de polvo? soy la cocida parca habitación sin las abreviadas preguntas puerta en sus marchitos latidos respuesta. ¿Podré resistirme a la inexistencia de su lengua al desplomarse todas las estrellas viajeras de su poema-río?] ¿Serás tú la que dilate los casposos caminos del rumbo para continuar leyéndote?, ¿Cuántas veces seguiré reviviendo entre la horizontal línea de la vida y la vertical fila de la muerte?, ¿Qué mal hicieron los refugiados pensamientos míseros para desprenderse del descartado árbol del tiempo? Con los mal recitados ojos ebrios regados por todas partes, interrumpo el trono del sueño, donde medita la mezquita de la soledad, y solo despierta para seguir con los réquiems cansados de la tarde, ¡ah! guadaña del oxígeno, si ya no despierto, que las palabras me mantengan vivo en la cripta del último silencio.

 

 

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Paraíso de cactus amargos

 

Ella: ¿Cuántas desdibujadas muertes cipreses viviré, bajo tus peregrinos hologramas falsos de felicidad? Libérame del irremisible hades tránsfuga de tu corazón, de este desierto tuerto de lluvias, de esta sed ojerosa que me provoca odiarte. Los amarillentos pájaros o-caso de la tierra giran, entre el gélido silencio soleado del tiempo y las distorsionan realidades fieles del espacio. El insomne sueño amor en los augustos senderos de la brisa, es la irracional acción desvanecida dentro del pausado amanecer insomnio; es el vespertino revelado bosque abrasado aullando nostalgias brújulas; es la ufana alucinación fiebre entre las cartas que no jugará el milagroso día, ella: no soy un cactus en medio de la nada. Él le contempla, y un millón de palabras se encienden en cólera, ella: ¡miserable! Esperaste a que mi devaluado tiempo de oro se transforme con insípidos polvos deletéreos. Un ¡ay-re! frío rasgó las médulas de la confianza de cabo a rabo. La soledad planea por todas partes como un asqueroso viento confabulador de las apariencias, con sus barros y sus podredumbres, ella: ¿te quedarás en un incalculable silencio estridente? Y la esfera giró sobre mis cóncavos ojos ruinas, y no hubo noche, ni medio día, ni amanecer, que un decente vocablo pulcro salga de su pagana boca carmesí con amor. Ah, que lastima, nadie ha visto crecer más alados cactus creacionistas, bajo este moderno sol nocturno que no conoce a nadie desde su gloria.

 

 

84

In aeternum post mortem

 

    “No somos más que símbolos orbitando adyacentes 

    al soberano verbo de origen Omnipotente”

    Priscila Enhit García Burhuan 

 

Una imperecedera obra, contra el ominoso olvido universal, es crear y sostener un planeta en la mano y hacerlo girar, sin que perduremos en su órbita, para siempre. Yo nací bajo el sol de sus instantes; daré fluorescencia sostenible al mundo subterráneo. Escribo como si mañana ya no existiera: volveré a la felicidad de las piedras, al paraíso de los silencios. La única forma de conversar atemporal y sin membranas estelares, es a través de los signos fónicos esparcidos en la conciencia. Escribo como si una independiente metáfora mil ojos fuese la ubicua puerta paranormal para que alguien utilice la llave de los sueños con que nació, y gobierne los espacios y los tiempos infinitos. Escribo como si salvara una vida; agonizo entre las ruinas del deliro y las carcomidas páginas del presente. [Mis sedientas palabras me bajaran de la cruz del olvido, ya derramaron su necesaria luz elemental por todos los pinzados ovillos de las naciones divididas de mi sepulcral memoria] Ningún hueco libro descuartizado me velará cuando me reclamen las desleales sombras del adiós. Todas ellas son sonidos esparcidos por entre la arboleda infinita de la vida y los átomos abstractos de la muerte.

 

 

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Visiones desteñidas antes que el abismo de la noche acabe 

 

Estoy acostado en la garganta de la muerte, sus sótanos dientes cóncavos son una caravana de gusanos del tamaño de unos despeñados toros aéreos, se arrastran por las irritadas paredes de los recuerdos, explotan en el sofocado vacío de la nostalgia. Las vísceras del cielo tiran por la borda las miradas de la primavera. El desconsuelo de la bóveda celeste en mis córneas es una tela que se cae en mi conciencia de equivocadas cartas huecas. Nadie hay en la habitación, solo yo y mis bastardas existencias fallidas. Una cola de individuos llega a visitarme con el corazón apretujado de humus, náuseas, precipicios, convulsiones, fiebres, golpes, renuncias. Nada corresponde a los eventos imprecisos de mi conformismo. Ser uno mismo ya no basta cuando los millones de Leyser que soy levantan la ambivalente mano continuada para replantear sus nefastas teorías nunca, acerca de nacer en otros vientres futuros, y recuperar los recuerdos de más interés. De lo más alto he caído a mis células terrenales, he tragado la hiel de mis sueños, mientras degollaba los recelos de mis melodías apriósticas. ¡Malditos gusanos de mierda, ya dejen de masticarme detrás de mi voluntad! De tanto evitarlos, no sé ni cómo reencontrarme con mis cansadas sonrisas foscas en el superfluo, necio e inútil suspiro de la vida. Nadie vive, somos una maldita pesadilla abrumadora rebalsando en cada ojo excomulgado de la tierra.

 

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