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El cine y Bigas Luna: “La teta y la luna”

Ha fallecido Juan José Bigas Luna (1946–2013), uno de los cineastas españoles más importantes de los últimos años. Su obra explora la sexualidad humana, los placeres y las pasiones. Con motivo de ello, revisemos una de sus películas más conocidas “La teta y la luna” (1994), ganadora al mejor guión en el Festival de Cine de Venecia.

  |   César Vargas / Muchas pelí­culas   |   Abril 09, 2013

En “La teta y la luna” (1994), Bigas Luna asume una temática recurrente: la infancia como el origen de la personalidad. En este caso se concentra en la sexualidad, en la formación de placeres, fobias y filias de las personas. Su visión de la infancia es pues desmitificadora, cargada de sexualidad y de juego en igual medida.

La película busca los orígenes de la sexualidad humana y los ubica en la infancia. Con el descubrimiento consciente y sensible de ella, aparecen también los placeres y las pasiones, los miedos, los celos y toda la gama de emociones humanas. Teté, el niño protagonista de la película se siente desplazado con el nacimiento de su pequeño hermano, lo ve como un cerdo que llega a romper la armonía familiar. A partir de este quiebre de la relación edípica de Teté con su madre, surge la necesidad de buscar un reemplazo. Las relaciones entre personas acaso sean eso, propone el director, la búsqueda de lo perdido, de lo originario y fundamental.

Los placeres primarios y ‘sucios’ de la infancia se ilustran a manera de cuento picaresco y fantástico, como crónica de un crecimiento íntimo e incierto. Además del conflicto edípico se muestran fijaciones primarias, la fijación oral (en el caso de Teté y la teta materna que ha perdido) y las esfínteres (convertidas en espectáculo por el cirquero Maurice). Incluso la relación entre la bailarina Estrellita y uno de los jóvenes del pueblo, resulta más un juego que una relación pasional, llena de fetichismos.

Ante la mirada de Teté, el mundo adulto resulta absurdo en su orden y búsqueda de la perfección. Escalar lo más alto posible como la tradición catalana de los ‘castells’ (torres humanas) es un acto de inserción en la vida social, de madurez ante los otros. Un niño mira esto asombrado y extrañado a la vez, para un adulto se trata, en cambio, de una prueba de valentía. Ese es el tránsito en la actitud que hace Teté en el exterior, en el interior –igual que todos los personajes– su estado originario permanecerá para siempre.

La película resalta y exalta dos etapas de la vida. La infancia en primer lugar, pero también la vejez. Teté solo puede ser amigo de alguien tan desprejuiciado como él. Su abuelo materno, marginado y desatendido de los demás es su compañero, confidente y amigo. En él está la infancia de todas las generaciones, aquella que vuelve y a la Luna (los orígenes simbólicos de la vida y de los sueños, respectivamente) para convertir su cotidianeidad en algo más trascendente.

“La teta y la Luna” probablemente no sea le película más lograda de Juan José Bigas Luna, ni tampoco la más vigorosa en su interesante filmografía, pero resulta conmovedora y tierna. A diferencia de “Las edades de Lulú” (1990) o “Jamón, jamón” (1992), donde la sexualidad y el erotismo se descubren o se asumen para su exaltación en plenitud, aquí se busca el redescubrimiento de esta sexualidad, el retorno al asombro por la vida, a lo esencial y placentero.

 

Ficha técnica

Título original: La teta y la Luna

Dirección: Juan José Bigas Luna

Guión: Cuca Canals y Juan José Bigas Luna

Reparto: Mathilda May, Biel Durán, Gerard Darmon, Miguel Póveda, Abel Folk, Genis Sánchez, Laura Maña, Xavier Massé

País: España / Duración: 87 minutos /Año: 1994

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