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Películas, esferas y un recuerdo

  |   César Vargas / Muchas pelí­culas   |   Julio 03, 2013

Algunos años anteriores a la llegada de los multicines a Chiclayo, las salas de sala única de la ciudad buscaban recuperar al público que durante décadas había sido cautivado por los espacios y por la cartelera. 

Entre 1999 y 2001, aunque muchas de estas salas de cine permanecían cerradas durante largas temporadas del año, ocasionalmente se abrían por algún estreno importante y de segura recaudación en la taquilla. Sin embargo, esa recaudación no era suficiente para cubrir los costos del espacio. Es entonces que surge una idea. 

Por aquellos años series de animación como Dragon Ball, Sailor Moon o Pokemon estaban en boga, con un rating impresionante y merchandising en todas partes que era adquirido por niños sin importar la procedencia de estos productos (daba igual tener un juguete de Gokú original que uno de cabello verde y cuerpo deforme). ¿Por qué no pasar en el cine películas de estas series exitosas en televisión? El problema estaba en conseguir este material. De alguna manera –la piratería, por ejemplo– las personas encargadas de los cines, consiguieron las películas y así comenzó un fenómeno breve, pero interesante en las salas de cine de la ciudad.

“Dragon Ball en vivo. No se lo pierda en tres funciones”. De esa manera se anunciaba la proyección de las películas de Gokú en salas locales como el cine Tropical o el cine Tumi. Ante la sorpresa de los niños que escuchaban la noticia por televisión o que eran visitados en sus colegios por personas que vendían entradas para el cine, a tan solo un sol, se estrenaron las películas de la serie. Las salas recibieron montones de niños que llevaban las entradas fotocopiadas en una mano y a sus papás en la otra. Para aumentar la sorpresa, antes de la función un presentador hablaba sobre la película y anunciaba sorteos para el final.

Las películas se proyectaban en mala calidad –de VHS, probablemente– y con intermedios para sorteos y concursos. Estas funciones tuvieron un éxito inicial sorprendente que luego fue disminuyendo hasta que las salas cerraron definitivamente. Sin embargo, esos días significaron la ocasión –voluntaria o no– para volver a los espacios que fueron importantes en la vida de ciudad. Las salas de cine con la madera de los pisos que crujían, el ambiente enmohecido y las paredes llenas de carteles de películas que nunca se estrenaron recibieron una vez más a los espectadores, a fanáticos de Dragon Ball, fanáticos del cine, que solo esperan con ansias entran a una sala de proyección, a oscuras, sin importar aunque sea por unos minutos, lo que ocurra alrededor.

 

Foto: puerta del Cine Tropical.

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