Blogs

El verano de los discos de vinilo

  |   Diego Lorren / Fuera del closet   |   Marzo 28, 2015

El calor del verano entró sigilosamente a mi cuarto, despertándome con las sábanas empapadas en sudor. Eran ya las once de la mañana, así que decidí pasear a mi perro, un labrador de tres años.

Caminar con Bobby  era el único momento del día donde tenía tiempo para relajarme y mirar el mundo exterior. Hacer un poco de introspección, meditar y dejar a la lujuria salir un rato. 

Luego de cruzar la primera calle vi a una delgada silueta,  ojos claros y cabello alborotado, piel blanca y tonificada. Era uno de los chicos más hermosos que había visto en toda mi vida. Seguidamente sentí una pequeña descarga eléctrica que partía de mi ingle hasta mi cerebro, mis instintos de cazador afloraron sediento de piel fresca.

Me puse a espiar un rato a ese hermoso hombre y me di cuenta que era mi nuevo vecino. La idea de que viviría cerca me causaba una curiosidad morbosa. “Podría tener sexo a un paso de mi casa”, pensé. 

Lo quedé mirando hasta que él se dio cuenta de mi presencia, reaccionó un poco tenso, algo nervioso, pero como queriendo decirme algo. Eso era una buena señal. El tímido ninfo me miró sigilosamente para luego sonreírme. 

Esa misma noche no pude evitar pensar en su cuerpo, su boca, esas manos largas y bien cuidadas. Me preguntaba cómo sería su piel, su miembro erecto…

Cerré mis ojos y me dejé llevar por mis pensamientos pervertidos, lo imaginé de espalda  y yo pasando mi húmeda lengua por todo el contorno de su piel y luego bajando suavemente por sus nalgas.

A las nueve de la mañana un sonido me despertó. “Maldita alarma”, pensé. Me levanté soñoliento y directamente fui a la ventana de mi cuarto. No podía evitar dar un vistazo al parque, a las afueras de mi casa, con la esperanza de encontrármelo. 

Y para mi buena suerte allí estaba: rubio, un metro setenta, ligeramente bronceado. Era el típico chico de comercial de tablas de surf. Imponente, fresco, joven. Me dispuse  a  hablarle,  independientemente de su reacción. Tenía que demostrarle que estaba interesado en follar, así que abrí la puerta de la casa y me acerqué dando  cuatro largos pasos.

–Hola –le dije. 

–Hola –me respondió tímidamente.

Esa timidez me resultaba excitante. Seguidamente hablamos de trivialidades acerca del barrio, de lo tranquilo que era. Yo trataba de averiguar más sobre él, trataba de conseguir una pista que me demostrara lo que realmente buscaba y las respuestas llegaron cuando me invitó a su casa.

La ansiedad de estar a solas en su sala hizo que tenga una erección la cual trataba de disimular.

–Mira este estante –me dijo señalando una repisa de madera que para mi sorpresa tenía una amplia colección de vinilos

–Tengo como 100 –me comentó con un sonrisa mientras tomaba uno de los vinilos para reproducirlos en una antigua tocadiscos. 

–Sex on fire, esta canción es de los kings of lions –me comentó.

Cuando comenzó la música me sentí muy nervioso y él no solo notó eso sino que notó todo lo que pretendía, notó que deseaba follármelo, notó que lo deseaba con toda mi alma.

Así que se puso al frente de mí y lentamente tomó mi mano y con esa misma lentitud la dirigió a su bulto que para mi sorpresa estaba erecto. No pude resistirme a tocarlo, a acariciarlo lentamente. Mi respiración se agitaba, no podía creer lo que estaba sucediendo.

Ese encuentro que no busqué me causaba un fuego  muy dentro de mí. Lo miré con toda mi sublime lujuria y le impacté mis labios contra los suyos como queriendo poseerlo, tenerlo, romperlo, arrancarle la piel, masturbarlo, hacer que llegue al orgasmo… tomarme su semen.

Entonces sus manos se posaron en mi cadera y me empujó contra sus genitales,  el roce de estos me llevó al paraíso con aquella música inolvidable… 

You, your sex is on fire.

Las guitarras de la canción lo excitaron más haciendo que me empuje hacia el mueble abruptamente, sus manos se impregnaron en mi columna y bajaron hasta mi culo haciéndome sentir escalofríos…

Oh we're still the greatest, the greatest

the greatest

Luego él me miró con morbosidad, se mordió los labios y  después besó mi cuello con su húmeda y caliente lengua que bajaba hacia mis tetillas.

Lo tomé de la cabeza y comencé a besarlo, nuestros dientes chocaban por la intensidad del beso, su lengua y mi lengua estaban en una guerra la cual no quería acabar. Comencé a besarle el vientre y poco a poco bajé hacia sus caderas, él con sus manos me empujaba para que vaya más abajo, para que le desabroche los pantalones. Y eso hice mientras su verga saltó hacia mí por lo erecta que estaba.

Your sex is on fire seguía sonando en el tocadiscos.

Después de chupársela un rato el chico volvió en sí y me quitó el bóxer. Antes de darme cuenta su boca chupaba frenéticamente mi miembro.  Sentí como le atravesaba la garganta, él se notaba extasiado por el placer que le producía atragantarse con mi carne.  

Los dos gemimos un buen rato, nos tocamos con violencia y ternura. Después de mutuas succiones, comenzamos a masturbarnos frenéticamente hasta sentir su semen por todo mi pecho. Luego yo acabaría también sobre él.

Nos sentamos en su infame sala donde el disco de los Kings of lions no paraba de sonar y donde había tenido la experiencia más excitante de toda mi vida. 

–¿Cuántos discos tienes? –le pregunté. 

–100 –me respondió.

–100… entonces tendremos que escucharlos uno por uno –le dije y él asintió con un guiño.

Compartir en

Facebook   Twitter   WhatsApp

328 Vistas    

Comentarios

5 comentarios

Déjanos un comentario

Visita mas contenido

Da clic Aquí para que revise otras publicaciones sobre Blogs