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Falsas esperanzas

  |   Diego Lorren / Fuera del closet   |   Octubre 14, 2015

“Pero las cosas que nunca acontecen, acontecen en el momento menos esperado”, me dije mientras miraba mi reflejo con estos ojos brillosos que murmuraban incomprensibles melodías. Mi cuerpo embelesado por esta fortuita experiencia estaba olvidando detalles importantísimos como mi nombre. Con el tiempo me di cuenta que ya no podía concentrarme ni mucho menos respirar correctamente.

Mi corazón envuelto en una llamarada azul se sentía inusual, como si flotara en praderas poco convencionales que pasaban el límite de lo real. Me había enamorado y de eso no cabía ni la menor duda. Hipnotizado por lo real de mi situación decidí pensar en mi condición y llegué a la conclusión que tal vez yo también tendría la oportunidad de amar. Podría haberme quedado tonteando con esa idea hasta al amanecer, puesto que él era el tipo de chico que derrumbaba mis piernas y me hacía sentir devoción. Poseía intensamente mi cuerpo y mi mente por lo que era eternamente suyo y todo lo que les di a ellos se lo daría a él.

Cada vez que estaba ante su presencia me sentía fuerte. Y todos esos pensamientos horribles que me atormentaban casi diario desaparecían ante la luz de sus ojos. Estas nuevas sensaciones me superaban, debo confesar.  Ã‰l y yo diferentes de pies a cabeza. Él tan necesitado de amor, pero muy crudo para recibir un abrazo… y yo con un corazón tan abierto como las puertas del infierno.

Éramos muy diferentes, sí. Y eso hacía todo tan sutil, tan simple, tan hermoso, simplemente hermoso. Ahora sé que solo soy una persona que voluntariamente se entregó a ese ser. Ya no soy tan cobarde, ya no soy el mismo.

¡Abrázame!, le suplicaba en gritos silenciosos que se fueron ahogando poco a poco. Él me causaba extrañas euforias, ganas de amarlo, pero él simplemente no me veía. O me veía y no quería darse cuenta. Ya no lo recuerdo bien.

Pasaron varias semanas y cada vez más caí en su hechizo. Me dejé llevar por las corrientes de agua dulce, me sentía en luces prendidas, mi cabeza estaba ya al revés y podía ver en la oscuridad  a pesar que no era de día. He allí  la gran la diferencia,  lo que sentía por él era muy diferente a lo que había sentido por otros chicos.

Pasó el tiempo con mi mirada siempre sobre él… hasta que llegó una invitación para una fiesta. Era una ocasión para encontrarlo y conversar, por lo que me puse mis mejores ropas, queriéndome ver lo mejor posible para así sentirme algo lleno, al menos no vacío.

Cuando lo tuve al frente, no pude ni siquiera hablarle. Cada vez que traté de dirigirle la palabra mi boca se llenaba de electricidad y perdía la coordinación. Él, lejos de sentirse intimidado por mi obvio nerviosismo, me habló. Luego de sentir una pequeña conexión y de conversar de diferentes cosas, vivencias y experiencias, me animé hasta contarle un chiste.

Fue genial y simpático conmigo. Y comprendí lo que realmente era… y no era humano. Era un híbrido de labios rojos y ojos verdes tan exquisito y hermoso que me provocaba emociones estremecedoras que me sacaban de la oscuridad. Así comprendí que las coincidencias solo tenían sentido con él y dolía que estuviese tan dentro de mí. Dolía que estuviese en mis huesos y eso me empujaba a un estado donde imaginaba solo  cosas hermosas.

En ese preciso momento tuve que tomar una decisión. Quedarme en el mundo de las ideas o salir a ganarme la realidad... tal vez necesitaba comprobar si esa persona se podría fijar en mí. No lo pensé mucho y concluí en invitarlo a salir.

Así que una noche antes de clases escribí una pequeña nota y la metí entre las páginas de un libro que debía devolverle. Al día siguiente fui a su clase. Como ya había confianza entre nosotros resolví hablarle. Nuestra conversación fue muy efímera y tonta.

Pasaron varios días y vi que no había ningún tipo de respuesta por parte de él. Incluso sentí su indiferencia, no me dirigía la palabra y me veía con unos ojos que oscilaban entre el susto y la molestia. Yo no entendía el por qué al principio hasta que luego lo comprendí. Comprendí que tendría que tomar varias lágrimas de ángeles para poder olvidarme de Ã©l. Tal vez un golpe con un hacha hubiera sido menos doloroso. Me pregunté por qué leí tan mal las señales o tal vez ni señales existieron como para mostrarle las ilusiones de mi corazón.

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