Blogs

Una visita inesperada

  |   Diego Lorren / Fuera del closet   |   Mayo 07, 2015

Son las tres de la mañana y las lágrimas brotan de mis ojos hacia mis mejillas para luego colarse por mi boca. El sabor salado de estas es ya conocido por mí, es mi nueva cena, mi nuevo manjar.

En estas noches de luna llena vienen pensamientos perturbadores como leones feroces queriendo que pague “por lo egoísta que he sido”.

Me siento un niño no inocente que quiere explotar, pero se contiene porque es como un frasco, un frasco de golosinas deliciosas las cuales nadie puede obtener, ni siquiera  Ã©l.

Mi oscuridad me consume lentamente, por lo que busco una copa de vino para adormecer el dolor. El alcohol se ha convertido en un mal hábito,  pero ¿qué me importa?, ¿acaso el mismo Jesús no convirtió el agua en vino? De pronto me llama Frank y todos esos pensamientos idiotas se me van de la cabeza.

Frank es mi pequeño manantial de sexo, mi amante escondido tras apariencias, mi dosis de lujuria. Tiene barba y nariz perfilada,  un metro setenta, caderas encantadoras, buen trasero y  dotado con una espalda de Hércules. Es el chico ideal para mí, el demonio que deseo. Amo que insinúe que le importo y yo acepto sin reparos sus mentiras. ¿Cómo no pensar en él, cuando me produce tanta fascinación?

–Hola, ¿qué haces? –me pregunta.

–Nada, en casa, aburrido –le digo.

–Ven a verme, estoy con unos tragos –acota.

–Ok, ahorita voy –le respondo.

Siempre tenemos ese patrón: él me llama, me invita a salir y yo voy sin dudar.

Él juega al lobo feroz –tiene 39 y sabe hacerlo muy bien– y pretende que yo sea su guarida, su presa, su niño, su Lolita de 19.

Llego a su casa algo nervioso. Torpemente toco el timbre, él me espera con dos copas de vino, las cuales acabamos rápidamente para luego llenarlas de nuevo y de nuevo y así hasta que pierdo la cuenta.

El alcohol suelta mis músculos tensos. Ahora veo todo más hermoso, como un atardecer (¡mi parte favorita del día!).

Cierro mis ojos y  empiezo a tocarme (es que me gusta sentir mi piel cuando estoy borracho,  todo cambia cuando tengo un poco de trago encima, mis sentidos se agudizan, mi soledad se olvida de mí y todo tiene un sentido). Frank me habla y seguidamente abro los ojos lentamente, lo miro, me mira, lo beso, me folla. Y sé que arderé en el infierno por lo que diré: lo follo, follamos sin parar hasta el punto de no sentir mis piernas, hasta el punto de tocar no el cielo sino el infierno mismo.

Siento sus manos tocándome con fuerza, empujándome contra la pared una y otra vez, una y otra vez.

Le gusta el sonido de mis huesos al chocar contra el concreto, le gusta mi gemido, mi dolor. No sé de donde sale tanta lujuria, tanta arrechura; no sé porque mi hambre por el sexo es muy atrevido y más fuerte que yo.

“Mis bajos instintos no son naturales”, pienso. Yo lo toco como un banquero que quiere saber si un billete es falso y él es un billete complicado de identificar. Lo lleno de besos, limpio su cuerpo con mi lengua, lo empujo, lo ahorco como queriendo meterme en su cuerpo. Me siento como  un vampiro sediento por su fuente de sangre.

Seguidamente me tira al piso frío y comienza a besarme el cuello, luego a morder el pabellón de mi oreja. El dolor me obliga a abrir los ojos y me encuentro con un gran espejo que refleja nuestros cuerpos desnudos y no sé porque exactamente comienzo a mirarme en él, a sonreír a mi reflejo, a mí mismo en medio de todo ese frenesí de sexo.

Luego lo tomo de la cabeza e introduzco mi pequeña herramienta para saborear los matices de su boca. Lo tomo fuertemente de los hombros, lo pongo debajo de mí y ahora yo tengo el control, por lo que me dispongo a… pero algo suena, es el sonido de unas llaves, de pronto vi una silueta acercándose lentamente… es su novia. 

 

Foto: Diego Lorren

Compartir en

Facebook   Twitter   WhatsApp

339 Vistas    

Comentarios

5 comentarios

Déjanos un comentario

Visita mas contenido

Da clic Aquí para que revise otras publicaciones sobre Blogs