CULTURA

"Nomadland": la miseria de la soledad

SERENDIPIA   |   Varykino Aarón   |   Junio 03, 2021

Ver Nomadland (Chloé Zhao, 2020) y no conmoverse es, creo yo, síntoma de pobreza espiritual y social. El film es producido y protagonizado por Frances McDormand, quien ostenta 3 premios Oscar por sus papeles en Fargo (1996), Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (2017) y Nomadland (2020), y nos adentra en el drama que atraviesan las personas que viven el día a día sin muchas esperanzas de que la situación mejore a futuro.

La historia se centra en Fern, una mujer de mediana edad que tiene que lidiar con la pérdida completa del mundo tal y como lo conoce: El cierre de la fábrica que le daba el sustento, la devaluación y consiguiente pérdida de su casa, y la trágica muerte de su esposo a causa de un cáncer agresivo. Es así como Fern, con lo poco que pudo ahorrar en su vida, compra una van y la adapta para que pueda servirle de refugio y hogar, mientras va de aquí a allá en busca de empleos eventuales, para los que no está calificada, con tal de ganar el dinero que le sirva para afrontar el día a día.

En el camino conoce a Linda May y Swankie, dos agradables ancianas a quienes la realidad no les ha opacado su luz y que pasan por la misma situación que ella (no solo en la ficción, sino en la vida real como se puede ver en los créditos) y que le enseñan a adaptarse a esta nueva forma de vida, sobre ruedas, de un lado a otro, sin un claro indicio de lo que les deparará el mañana. Son muy difíciles de ver y asimilar estas situaciones, pues estamos acostumbrados a ver a nuestros adultos mayores cómodamente sentados en casa viendo la tele o llenando algún crucigrama, mientras nos comparten las vivencias de su juventud y pasan el invierno de sus vidas de forma apacible. Para el caso del film los vemos luchando por hacerse un espacio en una sociedad en la que ser anciano es sinónimo de haber pasado de moda o ser prescindible y que si ellos no se la buscan, nadie les dará una mano que les permita disfrutar de una vejez digna y segura.

Nomadland nos adentra en un tema que siempre se ha visto romantizado en el cine: un grupo de hippies alegres, tocando guitarra, fumando hierba y tomando cerveza, que recorren los caminos apartados del mundo civilizado para vivir memorables aventuras. Nomadland trae abajo aquel cuadro surrealista y nos muestra la cruda realidad de aquellas personas que lo perdieron todo y apostaron por ser nómadas, viviendo un día a la vez sobre sus casas rodantes. No obstante también podemos ver un personaje muy joven que va a pie, duerme a la intemperie, y deja entrever la existencia de una jerarquía de desdicha entre la miseria y desazón de los nómadas.

Sin embargo, y cabe resaltar esto, no todo es sinsabor en la historia, pues a lo largo de la trama también podemos ver personas que se han adaptado muy bien a este estilo de vida: Caravanas de nómadas, mercados de pulgas, conciertos, fiestas, fogatas e incluso un motor shows en que se muestran casas rodantes de lujo, nos dan una idea de que incluso para quienes han optado por ser nómadas hay ciertos lujos que aún se pueden permitir. Incluso emerge la figura de una especie de youtuber gurú que guía a los neófitos en su camino de adaptación al nomadismo, generando una cadena de empatía muy fuerte entre los miembros de la comunidad que siempre están prestos a ayudarse unos a otros y hacer más llevadera la realidad.

Si tuviera que resumir en film en 4 palabras serían: Miseria, depresión, ansiedad y soledad, que son los sentimientos que se reflejan en este descolorido film narrado en forma de seudodocumental, que es claramente una invitación a mirar más allá de los muros de nuestras casas y nuestras vidas, para llevarnos a recorrer el universo de estos personajes al margen de la sociedad y poder entender sus carencias, dinámicas y motivaciones. Por otro lado nos pone a reflexionar sobre qué pasará mañana con nuestra generación que no tiene empleos estables, una casa, una pensión de jubilación y, a diferencia de EE. UU., no tendrá un auto que pueda modificar para adaptarlo como vivienda, sino que será arrojada a las calles a vivir en la mendicidad porque, seamos realistas, nuestro país no es la tierra prometida y el futuro se pinta incierto; solo nos queda trabajar para construir una sociedad que nos dé la tranquilidad mental y solvencia económica que nos permita terminar el viaje de una manera digna y no tan desoladora.

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