CULTURA

"Green Street Hooligans": el placer culposo de la violencia

SERENDIPIA   |   Varykino Aarón   |   Junio 17, 2021

Estos días estuve prendido de la tele tratando de ver la Euro 2020 (no 2021) y la Copa América y no pude encontrar un solo canal que las transmitiera, a pesar de tener los derechos de las mismas, y no, no tengo Direct TV, por lo que decidí enfocar mi frustración en ver una película que hablara de fútbol. Busqué una cinta para sentirme en sintonía y encontré Green Street Hooligans. Pocas películas logran engancharte de principio a fin por medio de la frustración y la violencia, y Green Street Hooligans (Lexi Alexander, 2005) es una clara muestra de ello, con una historia centrada en el lado más sórdido, irracional y sensacionalista del fútbol: las barras bravas o, como se conocen en Inglaterra, los Hooligans.

El film, protagonizado por Elijah Wood —Frodo para quienes han visto El Señor de los Anillos (Jackson, 2001)— en el papel de Matt Buckner, un estudiante de periodismo que acaba de ser expulsado de la Universidad de Harvard por un supuesto cargo de posesión de drogas, que en realidad le pertenecían a su compañero de cuarto, Jeremy Van Holden, un acaudalado hijo de papá, quien escondió el alijo entre las pertenecías de Matt para poder librarla, mientras sacrificaba a este último a cambio de futuros favores una vez que se graduara. Es así que nuestro protagonista se ve obligado a viajar a Inglaterra a encontrarse con su hermana Shannon Buckner, interpretada por Claire Forlani, a quien vimos en la película ¿Conoces a Joe Black? (Brest, 1998), que vive con su esposo Steve Dunham, y a quien no ha visto desde hace algún tiempo. Todo parece augurar un cálido encuentro familiar que, sin embargo, se ve interrumpido por Pete Dunham, hermano del esposo y cabecilla de una reconocida banda de Hooligans del West Ham United, mejor conocida como los GSE (Green Street Elite) y a quien su hermano no ve con muy buenos ojos, razón por la cual trata de mantenerlo lo más alejado posible de su casa para no tener problemas.

Por motivos que no vale la pena detallar, Pete se hace cargo de Matt y decide adentrarlo, de manera casual, en su grupo de amigos, quienes resultaron ser su tropa de choque dentro de los GSE, y que estaban haciendo unos previos antes de salir al estadio para presenciar el encuentro del West Ham contra el rival de turno. A partir de este momento, la película entra en modo ultra violento, pues veremos cada tanto un enfrentamiento, a punta de golpes, entre los GSE y la hinchada del equipo rival de fin de semana, vorágine que nos arrastrará a tomar partido, desde nuestra silla, en cada escaramuza callejera protagonizada por esta hermandad de hooligans. Créanme que no quedarán indiferentes ante cada enfrentamiento y estarán, codo a codo, junto a los personajes, repartiendo golpes a diestra y siniestra.

Y es que la violencia es contagiosa e irracional, al punto de llegar al disfrute culposo de la misma. Es tan parte de nuestra naturaleza que, dentro de la irracionalidad que la envuelve, le encontramos una explicación y tal vez hasta una justificación, pues vemos reflejadas nuestras pasiones en los rostros de cada personaje. ¿Cuántas veces nos hemos peleado o reaccionado de manera violenta por un clásico de fútbol, por un grupo musical, por un credo o, sin ir muy lejos, por una ideología política? ¿Y qué sucedió? Tratamos de explicar nuestra postura racionalmente a pesar de la irracionalidad con la que se desata nuestra pasión (entiéndase reacción violenta) fruto de la situación y su consecuente debate. Green Street Hooligans utiliza esta contradicción como base para contar una historia que nos muestra hasta qué punto puede llegar a degradarse el hombre y perder su propia conciencia con tal de defender su propia verdad por medio de la violencia. Matt la justifica resumiéndola en una frase digna de coach de liderazgo: ¿Saben qué es lo mejor de todo? No es saber que tus amigos te protegen la espalda, es saber que tú estás detrás protegiendo la espalda de tus amigos. Racional fuera de contexto.

Sin embargo no todo es ultra violencia en el film, pues nos da espacio para reflexionar e incluso encontramos momentos de redención para algunos personajes. No puedo adentrarme en comentar este apartado, pues les daría una serie de spoilers que les arruinarían la experiencia de la película en sobremanera; espero sepan entender mi silencio al respecto, pero es que realmente quiero que se sienten en el lugar más cómodo que encuentren, destapen una cerveza y se dejen seducir por el placer culposo de ver cómo machacan a alguien en pantalla (simulan machacar, valga la aclaración, pues estoy en contra de toda manifestación de violencia)  y abramos el debate de hasta qué punto la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, es justificada para defender algo, mientras nos dejamos absorber por Green Street Hooligans.

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