CULTURA

«Pinocho»: Guillermo del Toro se luce una vez más

SERENDIPIA   |   Varykino Aarón   |   Enero 30, 2023

Mi relación con Pinocho es una relación especial. Lo conocí siendo muy niño a través de esos cuentitos que mis padres solían comprarme para incentivarme el gusto por la lectura. Recuerdo que era de esos libros delgaditos donde la historia estaba súper resumida y se concentraba en lo más importante: un muñeco de madera que si mentía le crecía la nariz y que, al final de la historia, sus buenas acciones lo convierten en un niño de verdad; me encantaba esa historia.

Años más tarde, gracias a que mis padres eran muy admiradores de Disney, pude ver la adaptación que realizaron a la gran pantalla en 1940. Quedé fascinado, aún más por las aventuras de aquel muñequito tan entrañable, el cual nació de las manos de un viejo carpintero de nombre Geppeto y compartía sus aventuras con un preocupado Pepe Grillo, quien hacía las veces de su conciencia por encargo del Hada Azul. Aquel film me transportó a un mundo de fantasía en el que pude ver, de primera mano, los peligros a los cuales podría estar expuesto si no me manejaba con mesura a lo largo de mi vida. La película fue para mí, por muchos años, la adaptación perfecta de aquella historia que había leído en esos cuentitos cuando era un niño.

Mucho tiempo después, ya siendo un adulto y padre de familia, compré el libro original de Pinocho (1881-1883) de Carlo Collodi y quedé sumamente sorprendido por lo que escondía la obra en su interior. La historia distaba muchísimo de lo que había visto o leído hasta entonces sobre el personaje. Geppeto era un anciano carpintero malhumorado que un día se encontró con un pedazo de madera que hablaba y de ese mismo talló a Pinocho, quien en las ilustraciones de Attilio Mussino era un muñeco burlesco que nada tenía que ver con las ilustraciones que tenía grabadas en la memoria. ¡Es más!, podría decir que sus ilustraciones describían a Pinocho como un muñeco muy parecido a mí físicamente, lo que me arrancó más de una carcajada mientras me comía el libro página tras página. Pepe Grillo tampoco era aquel diminuto insecto que andaba a hombros de Pinocho, sino que era un grillo enorme, casi del tamaño de una persona y a quien el protagonista mata de un golpe cuando lo vio pegado a la pared. Como les digo, la historia era completamente diferente a lo que había interiorizado sobre ella, pero ¿saben qué? Me encantó, pues le daba una dimensión más profunda y humana a aquel muñeco de madera, y sus motivaciones eran más las de un niño rebelde que las de uno travieso e inocente; les recomiendo leer el libro original porque es una joya que merece recuperar el sitial que le corresponde en la literatura universal, porque su adaptación al cine, por parte de Disney, lo desterró a un segundo plano muy alejado que, incluso, raya en el olvido.

El año pasado tuvimos 3 adaptaciones de Pinocho, incluida la infame reimaginación de su universo por parte del mismísimo estudio Disney, y de las cuales solo rescato la excelente interpretación realizada por Guillermo del Toro y Mark Gustafson. La historia es genial, llegando a erigirse como obra maestra por méritos propios. No se apega mucho al material original, sino que hace una reinterpretación de la historia en cuanto a trama, personajes y puesta en escena. El film nos lleva a ser testigos de la relación de un diligente Geppeto, quien tiene un hijo llamado Carlo, con quien comparte las faenas de la carpintería en medio de la Segunda Guerra Mundial. Un trágico accidente cambia la vida del buen Geppeto y, tras refugiarse en el alcohol, imagina que puede llenar el vacío de su vida a través de la construcción de un muñeco que reemplace a su hijo perdido tras los bombardeos que sufrió la ciudad. Esta marioneta hecha sin mucho esmero, y producto de una noche de borrachera, se asemeja bastante al resultado que llevó al Dr. Víctor Frankenstein al borde de la locura con la creación del monstruo, pero que aquí, gracias a las divinidades que aún pueblan el mundo, es animado con un aura azulada que le dota de vida, inocencia y ganas de experimentar el mundo como un niño que no es consciente de por qué es diferente a ojos del resto (lecciones sobre empatía y tolerancia hay en cada cuadro del film). La historia nos la va relatando Sebastian J. Grillo, interpretado por la inconfundible voz de Ewan Mc Gregor, un insecto bastante leído y que se dedica a escribir sobre sus aventuras por el mundo. Solo verlo y escucharlo ya es de por sí un deleite. Atrás quedan las borracheras, habanos, billar y orejas de burro del Pinocho de Disney y dan paso a la guerra, los seres mitológicos y un trasfondo turbio que deja pensando en cuán grande es el genio de Del Toro y cuán poco reconocido está por la industria del cine, a pesar de ser un destacado director y cineasta. 

Me dio un gusto enorme que en la última gala de los Premios Globo de Oro se haya alzado con el galardón a mejor película animada, pues su trabajo y dedicación a este proyecto, que contó con la ayuda del prestigioso estudio The Jim Henson Company y Pathé, el cual en los 90 nos regaló La historia sin fin, El narrador de cuentos y las adaptaciones cinematográficas de las Tortugas Ninja; es un justo reconocimiento al despliegue técnico y artístico del que hace gala esta singular reimaginación de Pinocho.

Vale destacar además que esta película cuenta con una pléyade del cine, debido a que participan el gran Ron Pearlman (Hellboy), Ewan Mc Gregor (Star Wars), Tilda Swinton (Constantine), Cate Blanchett (Blue Jasmine y El aviador), Finn Wolfhard (Stranger things), David Bradley (Argus Filch en la saga de Harry Potter) como Geppeto, y al jovencísimo Gregory Mann interpretando al mismísimo Pinocho.

Como ya les he dicho, Pinocho me ha acompañado mucho a lo largo de mi vida, tanto es así que un día en el que compartía unos tragos con unos amigos después del trabajo, una niña que vendía caramelos se acercó a nuestra mesa a ofrecernos unos chicles, de los cuales me compré una caja para disimular el «turrón» con el que llegaría a casa. Tras intercambiar el producto por unas monedas, la niña se me quedó mirando fijamente, lo que me incomodó un poco y tras lo cual me preguntó sin ningún rastro de vergüenza: «Señor, ¿usted miente mucho?», a lo que siguieron las chanzas de mis amigos con quienes compartía la mesa. Muy cándido y contrariado respondí: «¿Yo?, ¿por qué?» y la rápida réplica de la niña no se hizo esperar: «Porque tiene una narizaza», estallando las risas de todos los presentes. Pinocho siempre será parte de mi vida, denle una oportunidad de ser parte de la suya, no se arrepentirán.

Compartir en

Facebook   Twitter   WhatsApp

650 Vistas    

Comentarios

0 comentarios

Déjanos un comentario

Visita mas contenido

Da clic Aquí para que revise otras publicaciones sobre Cultura