CULTURA

Kachkaniraqmi

  |   Harold Alva Vialé   |   Febrero 11, 2014


Los asistentes se pusieron de pie para aplaudir y siguieron aplaudiendo durante casi ocho minutos hasta que desapareció el último nombre de los créditos. Las luces se encendieron, hubo rostros que no pudieron evitar humedecerse, el público inmóvil con las manos cubriéndose la boca, sorprendido aún, alegre, indignado; sí, indignado con el grado de injusticia al que un extraño poder tiene en el desamparo a nuestros artistas, a nuestros músicos. El estreno fue el año pasado, en las salas donde se proyectó la gente asistió a ofrendar llenos totales, sin embargo pronto salió de cartelera. Demasiada verdad para ser vista, demasiada realidad para ser enfrentada, demasiado talento puso en evidencia la mediocridad que impera en los medios masivos. Demasiado rigor ruborizó a los farsantes que contaminan las radios y los programas de señal abierta. Sin embargo, ahora que en España se proyecta en 17 salas, el Centro Cultural de la PUCP ha puesto en su cartelera a "Sigo siendo", la película testimonial de Javier Corcuera, el tremendo registro audiovisual que todos los peruanos debemos conocer para interpretarnos. José María Arguedas, César Calvo, Chabuca Granda, los maestros Carlos Hayre y Félix Casaverde, deben estar orgullosos al observar la síntesis de nuestras identidades que el cineasta ha logrado capturar en lo que dura la cinta.

El viaje hacia nosotros mismos, la ruta a la que retornamos como un imperativo para la vida, el agua como hilo conductor, como relacionante, la lengua de nuestra Amazonía, la lengua de nuestras cordilleras, la lengua de nuestros desiertos, la lengua de Lima como esa gran conglomeración de culturas sobre la que sobrevivimos, el tráfico y las luces que se observan como luciérnagas desde las casas de nuestros cerros, el mar, esa boca gigante donde el músico trabaja de heladero, el viaje de don Máximo Damián hacia El Carmen a casa de los Ballumbrosio, el desfile con los hijos de Don Amador, el silbido de su violín y el zapateo rompiendo la estática del cementerio de donde como un gigante aparece el patriarca para romper el suelo. Corcuera nos reconcilia con la soledad, con el abandono de ese otro Perú que lucha a diario para sostener la alegría de permanecer, nos coloca cara a cara, frente a nuestros mitos, nos hace partícipes del diálogo con el agua que cae como una explosión para calmar la sed de aquellos habitantes. Nos ubica frente a una antología de voces en las que nos reconocemos. El cineasta de "La espalda del mundo", "Invierno en Bagdad" y "La guerrilla de la memoria" empezó hace más de cuatro años a filmar lo que hasta ahora ha sido su entrega más ambiciosa. Cuatro años en los que se internó en ese Perú profundo tan disímil en sus manifestaciones, tan extraño y ajeno, centrista, cuatro años en los que acompañado por un grupo de camarógrafos fue en busca de esas otras naciones para colocarlas frente a nosotros como quien nos induce a un acto de consciencia sobre un país fragmentado y doliente, sordo para nosotros mismos, mudo aún y expuesto a la alienación con la que nos avasalla diariamente ese poder que ejercen, paradójicamente, algunos pocos. "Sigo siendo" es una película testimonial cuyo hondo contenido la ubica como un hermoso documento de denuncia, pero no se trata de un grito de queja: no, "Sigo siendo" es un testimonio que le canta a la vida, Javier Corcuera no ha necesitado focalizar la injusticia, la toma ha sido natural, la ha registrado con la meticulosidad de un guitarrista que alcanza la nota para mimetizarse con la letra y la voz de quien la interpreta.

Es además un testimonio de sabiduría popular: las confesiones de Carlos Hayre o de Félix Casaverde, su destreza para ejecutar, la contundencia de sus respuestas. El cineasta ha registrado a su país en un documento que sirve como material de trabajo a sociólogos, antropólogos e historiadores. "Sigo siendo" es poesía social, empieza sobre el agua y concluye sobre el agua, nos conduce no desde la mano, nos conduce desde el alma sobre una cartografía del desgarro que bien se traduce en la voz de Sara Van, esa mujer que canta como un pájaro que tiene rota el ala, o con la María Landó de César Calvo, la María Landó que sólo trabaja, sólo trabaja y su trabajo es ajeno. Y ajeno será cualquier acercamiento que pretenda hacerse desde algún juicio puramente estético. Esta película es de profundo contenido ético. Gracias, Javier: Kachkaniraqmi.

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