CULTURA
El barco como metáfora del último viaje en “Hospital†(2006) de Pablo Guevara
| César Olivares | Marzo 05, 2014
Leà Hospital[1]
de Pablo Guevara en circunstancias parecidas a las que vivió el autor cuando
escribió los poemas de ese libro, salvo que en vez de estar, como el poeta,
acostado en una cama de hospital -con la certeza de que la muerte apagará
pronto los motores trashumantes del navÃo de la existencia[2]-, yo me encontraba sentado
junto a mi esposa y mi hijo, angustiado, en la húmeda sala de un hospital
cualquiera, tratando de digerir la reciente noticia de que el abdomen de mi
pequeña hija serÃa abierto para desatar sus breves intestinos que se habÃan
anudado en su intento por digerir el mundo. Y ella era mi mundo, y Hospital, el libro que tenÃa en la
maleta como emotiva compañÃa para soportar la espera interminable de exámenes
clÃnicos, quÃmicos, espirituales, mientras mi esposa corrÃa sollozante tras
médicos, enfermeras, pediatras, gastroenterólogos, ecografólogos y ornitólogos,
pues nuestra niña era un gorrioncito que amenazaba levantar el vuelo para
atravesar distancias siderales. Entonces abrà el libro y el hospital descrito
por Guevara me golpeó con toda su crudeza de caverna, socavón poblado por
animales y seres primitivos en constante lucha por la vida y por la muerte. La
batalla ancestral entre el Eros y el Tanatos sobre las aguas trasatlánticas de
la agonÃa. A pesar de los matices claroscuros de sus versos, Guevara pertenece
al grupo de poetas luminosos, pues aun sintiéndose morir, sacó de sus entrañas
urgentes formas expresivas que ofrecÃan vida más allá de las palabras. Y en
este Hospital Pablo se convirtió en
un admirado trasatlántico en su viaje final; yo, apenas, en una barca que
querÃa rescatar a su hija de las oscuras aguas de Aqueronte.
La poesÃa de Guevara
siempre fue reveladora. Gran admirador de la poesÃa inglesa, Pablo bebió la
libertad y la fuerza expresiva de poetas como Ezra Pound, tan presente como
intertexto en sus poemas. Y esto se nota desde sus primeros libros; por ejemplo
en Retorno a la creatura (1957),
donde “Mi padre un zapatero†se convirtió en un texto que, a pesar de su
marcado lirismo, abrÃa las puertas para la experimentación formal e
intuitiva (TenÃa
un gran taller. Era parte del orbe./ Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos,/
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida. (…) Y se
quedó un dÃa, retorcido en mis brazos, /como una cosa usada, un zapato o un
traje,/ raÃz inolvidable quedó solo y conmigo.)
Pablo Guevara “DescreÃa del anquilosamiento intelectual y de las modas
académicas. Buscaba siempre que asomara el fantasma de la intuición, ese humus
creativo que alimenta la auténtica literatura.†(Fernández, 2007)[3].
La búsqueda constante de nuevas formas de expresión se evidencian también en
sus libros Los habitantes (1963), Crónicas
contra los bribones (1965) y Hotel
del Cuzco (1971). Tuvieron que pasar veintisiete años para que su búsqueda
de nuevas formas de cincelar el verso llegara a convertirse en un texto
completamente desconcertante: Un iceberg
llamado poesÃa (1998). Esta fue la obra ganadora de la VIII Bienal de
PoesÃa Premio Copé (1997), el premio lÃrico más importante del Perú. Este
libro, sin embargo, no es insular, pues constituye el acto primero de La colisión (Ópera marÃtima en 5 actos) donde los otros cuatro libros (Acto
segundo: En el bosque de hielos. Acto
tercero: A los ataúdes, a los ataúdes.
Acto cuarto: Cariátides. Acto quinto:
Quadernas, Quadernas, Quadernas) son
una muestra de la genialidad experimental de Guevara, pues emplea subtextos,
paratextos, intertextos, para crear, finalmente, el hipertexto que propone como
una poética constante de innovación. Digámoslo asÃ: en La colisión, Guevara deja de lado el lirismo y adopta una voz
verdadera, tremendamente épica para poetizar efemérides tan disÃmiles como el
hundimiento del Titanic frente a las costas de Terranova o las matanzas de
campesinos a manos del ejército, en plena época de violencia terrorista en
nuestro paÃs.
En La colisión llama la atención la alegorÃa del barco que Guevara
logra construir como representación de la sociedad con todos sus estratos,
tipologÃas, problemáticas y enfrentamientos. Y esta alegorÃa la volvemos a
encontrar en Hospital, poemario donde
el trasatlántico es la vida que se apaga y el barco-hospital es el lugar donde
el tripulante-poeta-agónico ve morir, con desesperanza, entre penumbra y
soledad, a sus antiguos y desesperantes compañeros de habitación. Por eso se
propone la imagen del barco como alegorÃa de la sociedad y metáfora última de
la vida cuando se encalla en puertos definitivos, que bien podrÃan ser la
muerte. Y este barco-hospital, aparte de metrópoli, también es una gran tienda
donde los visitantes pueden buscar accesorios o simples baratijas, pero donde
siempre van a encontrar una gran oferta de piel, órganos y litros de sangre, (piernas brazos testÃculos arterias venas
sangrados meados pulmones hÃgados vientres páncreas orines heces vómitos y todo
lo que usted celosamente guarda bien adentro). Se critica con sarcasmo el
tráfico de órganos, propiciado por una medicina experimental, propia de la
modernidad.
Es importante señalar que
en todo el recorrido del libro ningún texto empieza con mayúscula, siendo esta
marca textual la prueba de una hipótesis: El libro deja de ser un poemario para
convertirse en un gran poema, dado que prima como eje cohesionante el sÃmbolo
del barco, más especÃficamente, un trasatlántico que navega y no navega, que
avanza y se acodera. Es hermoso el poema/coda de este libro:
no sé lo que entró por emergencia herido no sé qué…
puede ser un escualo una
mantarraya silenciosa…
por decirlo caminando
con nuestros propios pies
como proa o con
crespones negros pies por delante
¡y siempre el mar! ¡el mar! ¡el mar!
Y llegó cadáver[4]
En estos versos se hace
referencia al instante en que el yo poético entra al hospital, que serÃa a la
postre el lugar surrealista poblado por seres fantásticos desde el cual nos
brinda su agónico testimonio. Y en este hospital-barco reculó, tal vez pescado
en las aguas de la salud como un escualo o “una mantarraya silenciosaâ€, pero
hecho prisionero en este ambiente deprimente del barco como alusión o metáfora
del último viaje. Tal vez el único consuelo del poeta sea la posibilidad
inminente por regresar a su hábitat: “¡y siempre el mar! ¡el mar! ¡el mar!â€
Consideramos la obra de Pablo Guevara una de las más relevantes de la llamada Generación del 50 de la literatura peruana, cuyos textos, hasta ahora, no son valorados en su verdadera trascendencia. La invitación queda hecha.
[2] “Pablo Guevara ingresó de emergencia al Hospital Edgardo Rebagliatti el 28 de agosto de 2006 y permaneció internado hasta el 11 de setiembre. En ese lapso se le diagnosticó leucemia mieloide. Entre el 6 y el 27 de octubre estuvo nuevamente en el lugar debido a un cuadro de neumonÃa. Hospital fue escrito entre el 3 y el 11 de setiembre, en el cuarto 661, durante su primera permanencia. Entre el 11 y 30 de setiembre, el poeta lo concluyó en casa. Pablo Guevara murió el 1 de noviembre de 2006.†(2006, 43)
[3] En: Totalidad e infinito. Homenaje a Pablo Guevara (2007). Lima: Editorial San Marcos.
[4] Pablo Guevara no deja de lado el humor negro en este libro, puesto que este último verso hace referencia a una anécdota que le aconteció apenas hubo ingresado al hospital: por equivocación, le pusieron al poeta, en su historia médica, el pequeño e inofensivo letrero: “llegó cadáverâ€.
César Olivares (Trujillo, 1979). Docente universitario, escritor y periodista aficionado. Su labor poética ha obtenido los siguientes reconocimientos: Mención Honrosa en PoesÃa en el concurso literario Lundero (2000 y 2003), Primer Premio en PoesÃa en los Juegos Florales UNT (dos años consecutivos: 2000 y 2001), Primer y Segundo Puesto en PoesÃa y Mención Honrosa en Cuento en los Juegos Florales Interuniversitarios “Luis Hernández Camarero†(2001) y Primer Premio en PoesÃa en el Concurso de Literatura “Marco Antonio Corcuera†(2003). Integrante del Grupo Literario “RenaSerâ€, fundador del Instituto para la Formación de la Lectura en el Perú (INFOLECTURA). Ha publicado el libro de poesÃa La vestimenta de los dÃas, el opúsculo de crónicas periodÃsticas Jeremiadas y una docena de narraciones con el nombre Talión y otros cuentos de venganza. Sus artÃculos y reseñas aparecen en distintos diarios y revistas a nivel barrial, distrital y nacional.
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