CULTURA

Ventarrón, el pueblo escondido

Naturaleza viva   |   Llenkitrek   |   Julio 02, 2015

Después de tiempo volvimos al desierto y a las rocas de Lambayeque, esta vez al este de Pomalca, donde civilizaciones vivieron en armonía con la naturaleza. Estos ancestros se desarrollaron en un sistema de caminos entre la montaña y el desierto, senderos que aún perduran en el cerro Ventarrón, el pueblo escondido.

Son las diez de la mañana en Chiclayo y decidimos encontrarnos en la esquina de Bolognesi y Sáenz Peña; los amigos van llegando, el grupo se va formando, cada quien con su equipo ya listo para partir a un nuevo trekking.

Dejamos la ciudad atrás y mientras la movilidad nos acerca a Pomalca, divisamos el cerro Ventarrón, imponente como un guardián que abraza al pueblo escondido del desierto. Los kilómetros pasan y la movilidad se sumerge más al monte, lleno de cultivo de cañas, y aparece el pueblo de Ventarrón rodeado de desierto y monumentos arqueológicos. La señora Yuli nos recibe en su casa con nuestros equipos. Recorremos el pueblo hasta el momento de probar el rico arroz con pollo y ceviche preparados por manos de esta gran mujer.

Al recorrer los alrededores nos encontramos con cactus salientes entre las rocas, zonas arqueológicas en investigación y el cálido calor del desierto en tiempo de invierno. Preparamos el equipo para empezar el trekking, no sin antes darle un regalo y plegaria al Apu Ventarrón, sabio y guía del desierto. Subimos con muchísimo esfuerzo una de las dunas de arena y rocas que aparecen en el camino.

Falta poco nos dice el guía, cada vez que frenamos para recuperar la respiración, contamos las huellas que dejamos mientras subimos y nos detenemos para observar cada detalle que el desierto ha tallado con valles fértiles al norte. Seguimos subiendo cada paso, el corazón nos late más rápido y sentimos que los músculos de lass piernas se esfuerzan más, no es nada fácil caminar por la arena y roca, mucho menos si pertenece a una montaña rodeada del desierto.

Caminamos y frenamos para trepar una roca. El guía trepa solo para anclar la cuerda y poder hacer el ascenso, luego cada compañero sube mientras el guía espera arriba. Esto es hermoso, dejar el miedo en la seguridad de una cuerda. Miro hacia arriba y mientras subo me da envidia ver que algunos ya están sentados cerca a la cima de la montaña, listos  para seguir caminando hacia la cima. A los lados de los senderos solo se ve roca y desierto, los cuales van dejando atrás la arquitectura de la ciudad para ver la arquitectura del tiempo, de la historia y en armonía con la naturaleza. Nos detenemos frente a paredes de piedra y barro, hermosa arquitectura que solo las civilizaciones de hombres viajeros solían hablar con los guardianes de la naturaleza; ellos supieron cuidar la tierra, ellos caminaban largas  distancias para verse con sus hermanos de otras civilizaciones.

Avanzamos rumbo al norte hasta llegar a la cima donde encontramos una capilla que guarda la cruz de los viajeros, la cruz de la fe, desde ahí podemos ver el pueblo de Boro con su hermosa laguna y a lo lejos podemos ver el rancho “Las lomas de Boro”, lugar donde vive Sandra Chávez, una mujer llena de magia que camina en el desierto.

Nuestro guía avanza, las fotos van y vienen sin faltar los selfie. El descenso está cerca, cada vez nos acercamos a la laguna Boro, se ve hermosa como la montaña donde estamos parados contemplando el atardecer sobre el desierto. Falta poco, solo un tramo más. Algunos lo hacen corriendo, otros bajan caminando. Finalmente, llegamos a la laguna de Boro y nos echamos boca arriba en la poca arena que hay antes de un chapuzón, cada sumergida que nos damos es una bendición de relajo para el cuerpo y el alma. Luego de un buen rato, de muchas sonrisas y fotos, nos cae la noche camino hacia el rancho “Las lomas de Boro”, es increíble ver cómo estamos al otro lado de la montaña, en el desierto, Sandra nos recibe con una sonrisa y establecemos el campamento. La noche recién comienza y nos alistamos para una ceremonia de San Pedro. El guía enciende la fogata y las carpas aparecen armadas en diferentes lados. Nos ubicamos en un círculo, la noche está llena de misterio, fría con aroma a hojas y tallos que el viento trae. La ceremonia está por empezar, las ofrendas y plegarias son para los apus. La noche está acompañada de naturaleza, de cantos, de silbidos con maracas, de un huaco silbador y mucho incienso de mirra, de palo santo… esto es magia de los antiguos hombres del desierto y la montaña. Cada uno de los viajeros somos limpiados con tabaco silvestre y bebemos San Pedro, el cactus de la tierra, el cactus del alma, Wachuma dice el maestro 'Wachumita' y suenan sus maracas fumando tabaco silvestre. La noche se pone mística, llena de paz, llena de magia, las horas pasan y algunos se retiran a dormir. La noche aún es larga.

Al día siguiente nos espera una mañana de meditación con Marco Ruiz, el maestro de yoga, sus técnicas ayudan a liberar los chakras del conocimiento, dejándonos libres como el prana. Después un desayuno nos espera: camotes fritos con arroz y atún encebollado. Cada uno comparte su experiencia de ruta y va preparando su equipo para retornar a Chiclayo. 

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