CULTURA

Juan Ramírez Ruiz: en memoria de uno de los grandes poetas chiclayanos

  |   Stanley Vega   |   Enero 29, 2016

Ahora que recuerdo, conocí a Juan Ramírez Ruiz en un recital que junto a un grupo de jóvenes poetas organizamos en el ex INC, en septiembre del 96. Y fue de modo accidentado. Él llegó como un vaquero del viejo oeste, abriendo la puerta de la sala donde estábamos y con su voz ronca, medio trabada intervino: ¿Háganme las preguntas más difíciles de sus vidas? Como nadie lo conocía en persona –me incluyo–, alguien le preguntó quién era. Ofuscado y como rugiendo se retiró sin dejar de lanzar maldiciones. No había disparado una sola bala. Después supe que era él, aquel buen poeta coterráneo que años antes había descubierto en las páginas de Estos 13 y alguna antología de Toro Montalvo.        

Juan Ramírez Ruiz es, a no dudarlo, uno de los poetas más significativos no solo del país sino de Latinoamérica. Aparte de ser, desde mi punto de vista, el principal teórico de Hora Zero, tenaz y consecuente. Prueba de ello son los textos que aparecen en su primer libro Un par de vueltas por la realidad: â€œEntrada”, “El Punto sobre la I”, “Palabras urgentes”, “Poesía integral (notas acerca de una hipótesis de trabajo). Primeros apuntes sobre la Estética del Movimiento Hora Zero”, “Poder de la joven poesía”. También las pocas entrevistas que le han hecho y su carta publicada el año 75 en la revista Plural, fundada y editada por Octavio Paz. Tanto en su discurso como en su propia vida se puede corroborar ese carácter reflexivo, ese ímpetu contestatario e inquebrantable.   

Juan Ramírez Ruiz nació el 27 de diciembre de 1946. Estudió primaria en Chiclayo, en donde muy joven entró al quehacer periodístico. Inmigró a Lima a los 14 años. Allí concluyó la secundaria en el colegio Mariscal Ramón Castilla e inició sus estudios de pedagogía (Literatura) en la Universidad Federico Villarreal, los que pasados unos años abandonó. Paralelamente trabajó en la revista Marka, en El Diario y fue colaborador de La República.

Un par de vueltas por la realidad, su primer libro, aparece en el año 71, conteniendo una fuerza verbal abrumadora, con olor a calle, a barrio. Y es, creo, el trabajo que se ha mantenido “fresco”, difundiendo “la fuerza y la alegría”, como él mismo diría junto a Pimentel en Palabras Urgentes.

Vida perpetua es publicado en 1978. Aquí, Juan Ramírez Ruiz sí que desborda su experimentación poética, lingüística. Se vuelve sumamente etéreo. En 1996, publicaArmas molidas, libro extenso donde trata de explayar su concepto de poesía integral, recurriendo a múltiples elementos y recursos. Estos tres libros merecen una mejor atención y estudio de críticos y especialistas.       

Después de aquel encuentro en la vieja casona de Luis Gonzáles, nos volvimos a encontrar en el Tambo Real, snack bar del también fallecido pintor Ramón Montenegro. Nos presentaron y desde entonces empezamos a frecuentarnos, siempre sosteniendo un vaso de licor. Le gustaba conversar con los jóvenes. Y más que responder, interrogaba. Hacía conjeturas diversas. A veces, nublado por el trago, solía decir que era un pincho parao. La poesía erguida.        

Desde joven, Juan no dejó de volver a Chiclayo. Y durante sus últimos años permaneció temporadas largas en esta ciudad. En su antigua casa familiar de la cuadra 13 de la calle Arica, siempre tuvo una habitación exclusiva para él. Y claro, al atardecer salía en busca de algún amigo con quien atravesar la noche. En cierta ocasión vino con su hijo Juan Manuel. Y en otra hasta lo vi bailando en casa del escritor e ingeniero Arturo Rodríguez. No todo en él fue extravío, aspereza.     

El poeta chiclayano y fundador de Hora Zero, movimiento que admiró el reconocido escritor chileno Roberto Bolaño, murió el 17 de junio del 2007 atropellado por un bus de la empresa América Express, placa UQ-3584, en plena Panamericana Norte, cerca de Virú. 

Fue enterrado como NN y recién el 9 de enero del 2008, después de una prolongada búsqueda de familiares y amigos, fue reconocido su cuerpo. Ahora yace en el cementerio Jardines de la Paz de Chiclayo. Pero Juan Ramírez Ruiz no se ha ido del todo. Queda su voz, su recuerdo. La inexorable posibilidad de revivir en la valoración del lector menos imaginado.  

 

Foto: La República.

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