Política

La democracia necesita ser entendida para perfeccionarla

 Â¿Cómo esperar tener buenos políticos sino se distinguen buenos ciudadanos? 

¿Cómo defender la democracia cuando no se sabe casi nada de ella?

¿Cómo valorar lo que no se conoce?

  |   Alex Neira   |   Abril 21, 2011


Por Alex Neira

¿Qué es la democracia?, ¿qué es la puta democracia incluso?, ¿¡qué diablos viene a ser!? Similares expresiones suelen utilizarse cada vez que alguien empieza a despotricar contra esa mentirosa y maligna “palabra”.

Claro, cómo va haber democracia en este Perú gangrenado de corrupción, infesto de pus en cada ambiente público, en cada recinto, al pie de cualquier autoridad. En donde un ex empresario condenado por diversos delitos â€”como se dice recién ayer— fue indultado, nada menos y nada más que indultado, y por suponerse enfermo de gravedad, como si fuera un salvoconducto estar a punto de morir por causas ajenas, como si no hubiese sido más lógico y digno con la colectividad facilitar el ingreso (y estadía) a sus familiares antes que sacarlo de donde otros, con condenas menores, fenecen día a día sin esa gracia casi divina ni soñándola.

Más allá del arrepentimiento del presidente días después. Dado que generalmente, todos lo sabemos bien, la justicia es mujerzuela con los que tienen (hasta con exhibicionismo), quienes son capaces de escapar de cualquier exceso por sus relaciones sociales o, más seguro: fajos de dinero; por descontado los suficientes para comprar alguna conciencia â€”o varias, se entiende—.

Y entonces qué queda, muchas quejas sin ser escuchadas, muchas súplicas sin ser atendidas, demasiadas mecidas, demasiada indiferencia con esos que no cuentan con “lo suficiente” y son estafados o atropellados por los que sí. Ahí no hay la democracia de la que tanto se habla, de la que tanto se pregona, en vez de esto se distingue para colmo de los colmos la más descarnada impunidad, la más desvergonzada falta de castigo, el mayor abuso y perjurio, roja inconsecuencia entre lo que dice la ley y lo que realizan quienes deben respetarla, aplicarla, o considerarla. Es más, los que viven muy bien, los que gozan de éxito tanto económico como social son quienes irónicamente más burlan las normas y las reglas por lo bajo, ya entre bastidores, y en diversas ocasiones ni tanto, a puertas abiertas.

—¿Qué es la democracia?

O acaso:

—¡Cómo va haber democracia en este país, por favor!

Y bla, bla, bla, llueve sobre mojado.

Son esta gran mayoría de ciudadanos quienes justamente infectan el sistema en que nos desarrollamos, bastante más perjudiciales que los conciudadanos de escasos recursos o míseras condiciones de vida, o los marginados, o los despreciados por razones ideológicas o religiosas, o por raros, ignorantes, excéntricos o sencillamente diferentes, quienes está claro guardan motivos para discrepar, para no sentirse seguros. Cómo negarlo, es obvio falta mucho por hacer en estos cimientos, pero son cimientos, hay una libertad tanto de prensa como social e intelectual, el techo y suelo democrático es real, tangible, se puede sentir mejor cada vez que salimos a caminar inclusive; fuera de las grandes desigualdades que perviven y de fijo pervivirán, insisto: son estos ciudadanos, los semi-instruidos, el típico sujeto de clase media, el ciudadano de aquí y de allá, el auténtico cáncer de la democracia.

Esos que alguna vez escucharon una clase en donde se les dijo que el gobierno del pueblo era la democracia y nunca jamás fueron más allá, ni siquiera estos ciudadanos (muchos de ellos profesionales intachables o técnicos excelentes) han escuchado hablar de las palabras con historia, palabras como amor, como socialismo, como libertad, como cultura, como democracia, palabras que han evolucionado y que encima ahora mismo continúan evolucionando, de tal modo que inclusive en el mejor de los casos jamás se las podría definir por completo. Y nada, estas personas tan solo han aprovechado las condiciones sociales y medio en que crecieron para lograr escalar aún más, pero sin vena para pensar en el futuro de la humanidad ni ponerse en el lugar de quienes cuentan con subtrabajos, o de hecho sin ninguno.

¿Cómo esperar tener buenos políticos sino se distinguen buenos ciudadanos? Conglomerado de obedientes ovejas, de ciudadanos respetuosos a claras luces a la ley y el bien vivir y a la vez indiferentes cuando se trata de participar en causas más allá de su vida privada.

Claro, ¿cómo valorar lo que no se conoce?

¿Cómo defender la democracia cuando no se sabe casi nada de ella?

¿No serán los ciudadanos de nombre y no de formación cívica los mayores detractores de la democracia, mucho más que quienes padecen el olvido social entre la ignorancia y la pobreza por la falta de realización de ésta, sufriendo más que sus beneficios sus trastornos?

La democracia necesita ser entendida para poder perfeccionarse, es realmente vital para poder actuar antes que nada, y en la misma medida en que un futbolista necesita entender a su entrenador si desea funcionar dentro del equipo.

El problema, seamos francos por una vez, es la clase de vecinos que tenemos, la clase de peatones que tenemos, la clase de conductores que tenemos, el problema es la clase de ciudadanos que somos.

No se quiere aceptar que tarde o temprano se tiene que aprender a agradecer al taxista o al gasfitero, o a respetar tan igual como merecemos ser respetados por cualquiera, sea quien sea.

Al final vale más ser optimistas, hoy se puede averiguar un poco sobre el asunto; eso de repetir lo que todo el mundo dice ya está bien.


 Foto: Alex Neira



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