Política

Candidato que ladra ¿no cumple?

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Marzo 23, 2021

Si bien es cierto que las palabras se las lleva el viento, según parece las promesas electorales incumplidas quedan en el inconsciente de los sectores desfavorecidos, que dieron su voto con la esperanza de ver mejores condiciones de vida. La historia del Perú republicano aparece como una larga secuencia de frustraciones, de esperanzas perdidas, frente a una clase política que lo único que ha sabido demostrar con su comportamiento es que llega al Estado para servirse de este y no para servir a todos los peruanos.

A punto de cumplir doscientos años de nuestra independencia, el actual proceso electoral ha adquirido un talante dramático como nunca antes en nuestra historia. Frente a la crisis sucesiva de los proyectos nacionales de las tres décadas anteriores no se avizora una nueva propuesta nacional que articule las expectativas de una población que, entre 1980 y el 2020, casi se ha duplicado (de 17 a 32 millones de habitantes). Al Estado liberal del fujimorismo le sucedió el Estado empresarial de Kuczynski, pero lo único que crecieron fueron las falsa promesas electorales que sirvieron de excusa para el enriquecimiento de todos los mandatarios.

En medio de la peor crisis sanitaria de nuestra historia y el colapso de la institucionalidad de nuestra democracia, por la corrupción generalizada en el Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial, algunos candidatos hacen uso de una estrategia electoral fundamentada en una retórica autoritaria e incluso prepotente que busca otra vez jugar con las esperanzas frustradas: “Aniquilaré a la corrupción”, “Expulsaré a los extranjeros”, “Desapareceré la ideología de género”, etc. 

En realidad, todos estos candidatos que ladran fierezas para cumplir con las promesas a favor del pueblo, apenas llegan al poder se olvidan, no ladrarán ni cumplirán. La estrategia de afirmar una dimensión fuerte o autoritaria juega con la ilusión de que aquello que faltó a los anteriores presidentes fue mano dura y este sí lo hará. Esto es el mecanismo típico que el psicoanálisis ha definido como el paternalismo violentista y dogmático.

A pesar de que sus nombres como partidos incluyen términos que aluden a compromisos prácticos (“Acción”, “Renovación”, “Fuerza”, “Restauración”, etc.), al aparecer acompañados con palabras con contenido ideológico (“Popular”, “Nacional”, “Cristiano”, etc.), establece sin duda el caudillismo como fórmula para ejecutar dichos programas. Es decir, el viejo mal que aqueja al país hace siglos: que un líder o caudillo carismático, pero oportunista aspira a ser el nuevo dueño del Perú, excluyendo a los que no comparten su pensamiento o ideología.

Todos debemos trabajar unidos, juntos por el Perú, he aquí la clave de un voto responsable y pensado. Enemigo del voto “a ganador”, “por el mal menor”, “no robará porque tiene plata”, etc. Según se afirma el peruano suele emplear mucho más tiempo en decidir la compra de un celular que en decidir por el presidente que lo gobernará por cinco años. Tropezarse con la misma piedra solo favorece a la mafia organizada y a los oportunistas. Piensa, Perú.

Ilustración: Carolina Rentería

 

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