Política

¿Qué tipo de electores somos los peruanos?

CONCIENCIA CR͍TICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Abril 13, 2021

No hay peruano que no reconozca que las elecciones de autoridades son momentos muy importantes para nuestro país. Sin embargo, luego de tantos gobiernos desastrosos, nos preguntamos: ¿Qué tan en serio tomamos esta gran responsabilidad? ¿Pensamos y reflexionamos sobre nuestros votos? ¿Cuánto evaluamos los diferentes aspectos de conformidad con las experiencias anteriores? ¿Aprendemos las lecciones o nos tropezamos con la misma piedra siempre?

A partir de los primeros resultados y con los conceptos del estudio “Nuestra decisión, nuestro voto” sobre el proceso electoral pasado, de la Fundación Fredrich Ebert, la más grande y más antigua de las instituciones políticas alemanas, dedicada a nivel internacional a la promoción de la democracia, la justicia social y la paz, podemos establecer y compartir una radiografía o cartografía de los votantes del país.

El JNE ha publicado en los años 2010 y 2017 estudios sobre los perfiles del elector y electora peruana, lo que ha permitido plantear una serie de debates y cuestionamientos sobre qué tipo de electorado tenemos. Vale aclarar que las preguntas sobre el comportamiento electoral, percepción y conocimientos de ambas encuestas tienen como referentes las elecciones generales, principalmente para la Presidencia de la República. El primer estudio el de las elecciones del 2006 y el segundo las del 2016.

Sobre la base de esta información estadística seria se identificó cuatro tipos de candidatos/as:

Los improvisados son las y los candidatos que no saben nada o muy poco de la gestión pública o de la gestión política, y tampoco tienen una preocupación —demostrada en su trayectoria— en los intereses colectivos de su comunidad. Aquí están los candidatos y candidatas cuestionadas por haber hecho uso de sus cargos públicos para enriquecerse u obtener algún provecho personal y que, a su vez, no saben qué hacer con los cargos a los que postulan. 

Los oportunistas, por su parte, son los que tienen conocimiento en gestión pública y política, conocen el complejo mundo del Estado, los procesos administrativos, pero por su trayectoria no les importa el “bien común”. Usan todo aquello que saben para obtener beneficios personales, incluyendo a su entorno cercano. ¿Es suficiente conocer la gestión pública y política para ser un buen candidato o candidata? No. Además, su trayectoria debe ser íntegra en beneficio de lo colectivo.

Los idealistas, en cambio, sí tienen un fin colectivo, se preocupan por los demás y por los problemas que atraviesa su comunidad, e incluso podrían tener una trayectoria vinculada con actividades de apoyo a los problemas locales. Sin embargo, no tienen el suficiente conocimiento en la gestión pública y política. Tener buenos sentimientos no es suficiente. Ante la complejidad del Estado y de la política, estos candidatos cuando se convierten en autoridades también decepcionan.

Los gestores, finalmente, son los candidatos o candidatas que tienen un claro fin colectivo y, a su vez, saben de la gestión pública y política. Sus trayectorias lo demuestran. Son pocos, pero hay que encontrarlos/as. El solo saber no es suficiente; las y los candidatos deben demostrar, además, que no piensan en los cargos a los que postulan como una oportunidad para beneficiarse en lo personal o para beneficiar a sus allegados.

A partir de lo explicado, podemos precisar los tipos de votantes o electores somos los peruanos en función del porcentaje dado por la ONPE al 69 % en estas últimas elecciones. Así tendremos lo siguiente:

Al obtener Castillo 16.1 % y López 11.9 %, suman 28 %, más de una cuarta parte de los votantes. Ambos candidatos expresan posiciones extremistas, de izquierda el primero y de derecha el segundo, lo cual indica que su fundamentalismo, radicalismo y retórica confrontacional ha sido determinante para obtener la primera y la quinta votación, respectivamente, sin tener presencia anterior en el congreso y con una campaña sorpresiva e inédita. ¿Qué significa y cómo se explica este resultado? La lectura es: ante tanta frustración, tanta expectativa sin proyecto nacional coherente y viable han optado por creer que se necesita una postura autoritaria y radical. Grave signo de inmadurez y resentimiento entre ambos polos, que dividen la nación: los muchísimos que no tienen casi nada y los poquísimos que teniendo muchísimo no quieren perderlo.

Aquellos que votaron por un claro improvisado como De Soto, aunque son un 10.8 %, por ser electores desafectos evidencian que no saben nada del proceso electoral y tampoco tienen una preocupación en los intereses colectivos de su comunidad. Están ensimismados en sus intereses individuales y desconectados de la realidad política. Ellos son los que quisieran no votar o lo hacen simplemente por obligación.

Por su parte, los que otorgaron su voto a Keiko Fujimori (14.5 %), a pesar de sus antecedentes, son los que tienen mucha información, saben de los procesos electorales, conocen a los candidatos y candidatas, pero no les importa el “bien común”. Usan aquello que saben para colocarse en un lugar estratégico, apoyar a un candidato o candidata, y cuando salga elegido o elegida se benefician de ello en lo personal. Es decir, son los interesados, los oportunistas convenidos. La corrupción institucionalizada en el país, sobre la base de los ingentes recursos que dispone, ha realizado una astuta estrategia de financiamiento a otros candidatos para dividir y fragmentar el voto, todo con el objetivo de contrarrestar el 84 % de rechazo de Keiko y ponerla, a pesar de la reducción de su caudal de votantes, con posibilidades de ganar la presidencia.

Al otorgarle un 9.8 % de los votos a Lescano, un sector minoritario se ha manifestado como inocente porque a pesar de tener un fin colectivo, no se preocupan por los demás y los problemas reales que atraviesa nuestra nación; siguen sin entender que sin la suficiente información para discernir quiénes son los candidatos que mienten en campaña, repiten los errores pasados. Nuestra falta de información nos hace caer permanentemente en la decepción y nos tropezamos con la misma piedra.

Al otorgarle un 7.8 % de los votos a Mendoza, podemos afirmar que la masa de votantes críticos, que son aquellos que tienen una buena información y, a su vez, deciden en base a los intereses colectivos de su comunidad, se ha reducido, lo que significa una gran pérdida para el país, pues votar con conciencia colectiva y con información sobre el proceso electoral, los candidatos, las propuestas, los equipos, etc., constituye la única vía para fortalecer la democracia y hacer viable al Perú. Lamentablemente, sigue siendo un porcentaje bajo (menos del 10 % de la población).

El mapa de las elecciones de abril de 2021 nos presenta una radiografía de nuestra democracia. Esta, a pesar de los doscientos años transcurridos de la independencia, pone en evidencia la profunda crisis de la clase política en el país, así como la debacle de los partidos tradicionales que marcaron el devenir del sistema durante el siglo pasado. Asumir una conciencia crítica solo en elecciones no es suficiente. Se requiere una preocupación e interés constante en nuestra vida cotidiana sobre la situación social, económica y política del país. Además, dialogar y conversar con nuestros colegas, compañeros trabajadores, profesionales y familiares porque solo de esa manera será posible alcanzar la solución de esos problemas. 

Perdió el Perú. Los extremos izquierda y derecha ratifican su fundamentalismo y apuestan por radicalizar su prepotencia: los muchísimos con casi nada y los poquísimos con casi todo apuestan por la confrontación. El Perú está escindido en dos y con un congreso fragmentado y disperso, con la pandemia, la recesión y la contaminación el futuro está en la defensa de la nación ante probables medidas radicales, promover en esos casos la desobediencia civil democrática, pacífica y popular organizada. Ese cuestionamiento tiene que ir acompañado de interés y participación. Es decir, no solo se trata de evaluar integralmente a la clase política en tiempos electorales, sino de asumir el ejercicio ciudadano de control como una práctica para superar los problemas del nuestro país. Necesitamos asumir y participar en política fuera de los tiempos electorales. Tenemos que salir como nación adelante.

¿Por qué tienen que seguir los partidos políticos en crisis? ¿Por qué las obras públicas tienen que ser tan ineficientes? ¿Por qué los gobiernos no son transparentes y no se promueve la participación de los ciudadanos? ¿Por qué el sistema de administración de justicia no es imparcial y objetivo? ¿Por qué tenemos que volver a ver los indicadores de pobreza, desnutrición y anemia otra vez perjudiciales para miles de peruanos, sobre todo para miles de niños? ¿Por qué los friajes siguen generando víctimas mortales? ¿Por qué no tenemos una seria administración de riesgos de desastres? ¿Por qué se usan los recursos del país de forma irracional, sin pensar en el impacto ambiental y sin control estatal? ¿Por qué hay tanta discriminación y exclusión sobre todo a las poblaciones tradicionales del país? Existen decenas de preguntas, hagámoslas y muchas más con el fin de negarnos a que estas situaciones se normalicen. Lo peor es que esos problemas graves pasen por agua tibia y se sientan como parte inmodificable de la realidad. No son realidades inexorables: tienen y pueden cambiar.

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