Política

¿Cuánto es el gasto militar en el mundo?

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Julio 20, 2021

Dicen que el gran poeta Rafael de la Fuente Benavides, más conocido como Martí­n Adán, que vivió varias etapas de su vida en el Hospital Larco Herrera, cuando le preguntaban por qué viví­a con los locos, solí­a responder que los orates verdaderos estaban afuera. Confí­o que al final de este artí­culo terminaremos dándole la razón, en nuestro mundo moderno actual hay una situación generalizada que realmente es demencial.

Antes de entrar en materia, permítanme preguntar algo muy simple: ¿qué harían si recibiesen un millón de dólares? Obviamente, lo sensato primero es comprar una casa y dos autos, después poner en el banco los 750 000 para vivir con la mitad de los intereses con una renta mensual de 3750 dólares vivir el resto de tu vida holgadamente. Lo expresado es lo cuerdo, lo razonable de sentido común, pero no considerarían sano o cuerdo cavar un hueco para enterrar todo ese dinero y vivir como si no existiese. Dejemos este raciocinio, para entrar en la pregunta de esta ocasión.

Aproximadamente, cada artefacto nuclear cuesta un millón de dólares, monto que incluye no sólo el fabricarlo sino también la preparación del militar que lo maneje. ¿Cuántas bombas atómicas existen en el mundo? Estados Unidos tiene 5000; Rusia, 4500; todos los demás (China, Reino Unido, Francia, Israel, India, Corea del Norte, etc.), 1500. En total, son 11 000 ojivas capaces de destruir once veces el planeta, lo cual es absurdo porque no puedes destruir nada diez veces, pues con una sola basta.

Es decir, en el sistema mundo vigente, denominado modernidad capitalista, democrático y altamente tecnológico, se desperdicia en arsenales militares solo en misiles atómicos 11 000 millones de dólares. Suma exorbitante que, si hacemos un breve cálculo, y consideramos que la población mundial es de 7000 millones de personas, podríamos darle a cada ser humano sin distinción un millón de dólares para que viva tranquilo sin apuros económicos. Además, hecho este reparto, nos quedarían 4000 millones de dólares, para intentar limpiar y proteger el planeta.

La pregunta que nos hacemos es: ¿por qué destinar tantos recursos humanos para enterrarlos en cuarteles militares mientras la mayoría de la población sufre graves problemas, desde hambre y sed hasta enfermedades y violaciones de sus derechos humanos básicos? Ya el hecho de ser desproporcionada la cantidad acopiada, parece demencial porque con mil bombas basta para desaparecer la vida en la Tierra. ¿Por qué once veces más? Definitivamente todos y, en especial los humanistas, debemos promover el pacifismo o la resolución por vía diplomática y el diálogo de los diferendos nacionales y el antiarmamentismo promovido por la industria bélica.

Regresemos a la respuesta del poeta Martín Adán: parece que efectivamente los locos no se encuentran en los hospitales psiquiátricos sino fuera de estos y a cargo de los Estados, gobiernos y mandos militares de cada país del planeta. No podemos afirmar que el manejo del mundo está en buenas manos si consideramos, al margen de este absurdo de los gastos armamentistas tan destructivos como los misiles atómicos, las cifras que entidades internacionales reconocidas e instituciones serias de diversas naciones nos ofrecen. Por ejemplo, Oxfan es una confederación internacional creada en 1949 e integrada por 90 países, Su lema es "trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento".

Nos brinda un panorama preciso y alarmante: la desigualdad extrema está fuera de control. Cientos de millones de personas viven en la pobreza extrema, mientras las élites más ricas reciben enormes ganancias. Nunca ha habido tantos milmillonarios, y su riqueza ha alcanzado un récord histórico. Mientras tanto, las personas en mayor situación de pobreza del mundo se han empobrecido aún más. Numerosos gobiernos están alimentando esta crisis de desigualdad al conceder enormes beneficios fiscales a las grandes empresas y las personas ricas mientras siguen sin financiar adecuadamente servicios públicos básicos, como la salud y la educación. 

Las personas en situación de pobreza son quienes se ven más afectadas por estas políticas. Los costes humanos son enormes, y son las mujeres y las niñas las que más sufren las consecuencias. A pesar de la enorme contribución que las mujeres y las niñas realizan a través del trabajo de cuidados no remunerado, son uno de los grupos que menos se benefician del sistema económico actual. Esto tiene que cambiar. Y el cambio es posible.

Compartimos cinco datos escandalosos sobre la desigualdad en el mundo: 

Primero: el 1 % más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6900 millones de personas. Casi la mitad de la humanidad vive con menos de 5,50 dólares al día (18 soles). Segundo: tan solo 4 centavos de cada dólar recaudado se obtienen a través de impuestos sobre la riqueza; los súper ricos eluden hasta el 30 % de sus obligaciones fiscales. Tercero: en la actualidad, hay 258 millones de niñas y niños sin escolarizar: uno de cada cinco; por cada 100 niños que están sin escolarizar, hay 121 niñas a las que se priva de su derecho a la educación. Cuarto: cada día, 10 000 personas pierden la vida por no poder costearse la atención médica; cada año, 100 millones de personas se ven arrastradas a la pobreza extrema por los gastos médicos que deben afrontar. Quinto: los 22 hombres más ricos del mundo tienen más riqueza que todas las mujeres de áfrica; el trabajo de cuidados ejercido por mujeres equivale a 10,8 billones de dólares anuales en la economía mundial.

Parece una locura, aunque los datos presentados de Oxfan son de antes de la pandemia del Covid19, que ha agudizado más la desigualdad porque frente a catástrofes naturales o sanitarias son los sectores pobres los que más sufren. 

La paradoja del modelo económico capitalista del libre mercado consiste en que las innovaciones tecnológicas y la incorporación de capacidades intelectuales al proceso productivo por la inteligencia artificial, la computadoras e internet aumentan la productividad del trabajo en forma asombrosa, lo que debería reducir la jornada de trabajo (que en algunos países era de 36 horas semanales antes de la pandemia). Sin embargo, a diferencia del siglo XX, cuando se redujo a 8 horas la jornada, en este siglo XXI se ha incrementado a 12 o 14 horas, 6 o 7 días a la semana. Es decir, este es el enigma de la globalización del capital y la tercera revolución industrial de la automatización que ha llevado a economistas, sociólogos y filósofos a intentar descifrarlo. Tema que abordaremos en una próxima entrega.

Para finalizar, podemos concluir en darle la razón a Martín Adán y reconocer que los que estamos afuera de los manicomios somos los locos y la mejor prueba de esta conclusión te la dejamos para que la pienses: tan dementes estamos los que como tú estamos en nuestras casas, calles y hogares que incluso al enterarnos de la situación demencial en la que está el mundo, salvo una breve opinión (“si, pues”, “nada podemos hacer”, “seguro va a pasar”), seguiremos sin hacer absolutamente nada para revertir esta situación.

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