Política

La polí­tica de la ignorancia

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Agosto 24, 2021

El tercer mecanismo que construye memoria de largo plazo en una colectividad humana es la educación en sentido amplio; es decir, la que involucra no solo a la escuela y la universidad, sino a la familia, el vecindario, el centro de trabajo y la convivencia ciudadana. Cuando esta se pauperiza o deteriora por falta de recursos del Estado o se privatiza para convertirla en fuente de ganancias, en lugar de formar para la libertad y la conciencia civica de las personas se convierte en instrumento de una pedagogí­a del oprimido. En palabras de Paulo Freire: “La educación, como práctica de la dominación que hemos venido criticando, manteniendo la ingenuidad de los educandos lo que pretende, dentro de su marco ideológico, es indoctrinarlos en el sentido de su acomodación al mundo de la opresión”.

En tal sentido, no resulta casual o un descuido no intencional que en el Perú desde la década del setenta del siglo pasado se haya deteriorado la educación pública y, desde la década del noventa hasta el presente, siga siendo un lucrativo negocio. Este reiteradamente promovió, en procesos electorales sucesivos, a partidos y congresistas con el persistente objetivo de evitar supervisión, mantener exoneraciones tributarias y facilitar la política de la ignorancia. Es decir, promueve la falta de memoria histórica de la población que, junto con la impunidad y el control de los medios de comunicación, facilita el crecimiento de la corrupción y el aumento de la delincuencia de cuello y corbata, Esto explica la persistencia de sucesivos parlamentos controlados por agrupaciones financiadas por los dueños de universidades e instituciones de enseñanza.

La promoción y defensa de empresas de enseñanza mediocres, así como el pobre nivel de la formación pública, resultado de la pauperización de las escuela y universidades del Estado, explica la ubicación del Perú muy lejos de los primeros lugares en las mediciones de la calidad de la enseñanza y en las estadísticas de los sistemas educativos en el mundo. Este abandono de los colegios secundarios emblemáticos y de las universidades públicas prestigiosas, que hasta el gobierno militar de Velasco eran muy superiores a las particulares o privadas, fue una decisión de los sectores privilegiados del país. Esta clase política, que gobierna desde hace dos siglos la nación, optó por limitar el acceso a la formación científica, e impuso regularla por el estatus del dinero o el interés del capital. Decisión tomada porque precisamente durante la primera mitad del siglo XX, periodo en donde el acceso a la educación fue el centro de la movilización de los sectores populares, percibieron que la difusión del conocimiento democratizaba el ejercicio del poder y posibilitaba la participación amplia de los sectores postergados

El subordinar la educación en sentido amplio a la ideología del consumo y la ganancia constituye la política de la ignorancia promovida por ideologías fundamentalistas. En este punto coinciden las derechas e izquierdas radicales, es decir, la mentalidad conservadora y reaccionaria que incentiva y pretende perpetuar la crisis, la desigualdad y el autoritarismo. Como Nelson Mandela ha expresado: “la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo”. Podríamos agregar que por la ignorancia se desciende hacia la servidumbre, mientras que por la educación de calidad se asciende hacia la libertad, la solidaridad, el desarrollo sostenible para todos. Cuando este principio se convierte en una creencia arraigada en la conciencia de una comunidad imaginada, la memoria histórica de su pasado se mantiene vida y activa en cada ciudadano. Esta convicción es crucial para la continuidad de la convivencia democrática.

A diferencia de los dos mecanismo anteriores para la memoria a largo plazo de toda colectividad, explicados en anteriores videos, la educación posee una dimensión particular que deviene esencial para una cultura del diálogo y la tolerancia, inherente a la democracia participativa e indispensable para superar la crisis de legitimidad, ambiental, sanitaria y social: su condición de representación mental interior afincada en aspectos afectivos y emocionales percibidos como trascendentes. Como John Searle ha precisado, la conversación, el habla como uso del lenguaje aparece como constitutivo del mundo social y cultural. A través de las palabras en el diálogo formativo en la familia, la convivencia social de la escuela, del entretenimiento, en toda la vida colectiva se interiorizan compromisos deónticos relativos a los deberes y derechos que forman el cimiento de la sociedad. Aunque no somos conscientes de esta función capital del lenguaje está en la estructuración de la vida social, de nuestras creencias y estabilidad emocional, forjadas en la convivencia que es interacción educativa en sentido amplio.

Sin un sistema educativo de calidad, que promueva el respeto a la ley, la tolerancia ante la diferencia, la libertad de pensamiento y la igualdad entre los ciudadanos, esta práctica educativa cotidiana e informal tiende a reforzar prejuicios, segregacionismos, intolerancias y discriminaciones del pensamiento interior de los sectores dominantes económica y socialmente. Esta cultura de la opresión, en periodos de inestabilidad y crisis, se convierte en ideología totalitaria y convalida desigualdad e injusticia, cuya adhesión por sectores medios y bajos se sostiene en una ilusión de inclusión con los privilegiados, como falsa conciencia interna de estabilidad, libre de angustia. Esta representación mental afincada en la individualidad evita y rechaza evidencias científicas, información contraria y fuentes veraces de la memoria histórica mediante un procedimiento conocido como “disonancia cognitiva” que sustituye todo dato o hecho que afecta nuestra interpretación, genera angustia e inestabilidad.

Esta incomodidad psicológica del ámbito personal e interior es lo que explica el éxito de la manipulación de la información por los medios de comunicación social. La dimensión individual y singular de la difusión de noticias falsas, las campañas psicosociales para inducir el voto, el error reiterado de elegir a partidos y representantes de comprobada parcialidad, incapacidad y actitud antidemocrática se manifiesta y sostiene en el vacío dejado por la educación de calidad, el diálogo familiar y social. La única alternativa para limitarla y superarla radica en confrontar las creencias con la memoria a largo plazo, pero sobre todo a través de una educación de calidad basada en el conocimiento científico, la experiencia histórica y el diálogo formador de consensos activos. Es decir, la tarea educativa amplia, no restringida a los maestros, sino que involucre a padres, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. En palabras de Paulo Freire: “La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambiarán al mundo”.

En conclusión: si buscamos superar la crisis de representación democrática y encaminarnos como comunidad nacional hacia un desarrollo sostenible, necesitamos no repetir los errores pasados y recuperar la conciencia histórica de los procesos electorales de las últimas tres décadas. Es decir, sostener una lucha tenaz contra la impunidad de la corrupción institucionalizada y el narcotráfico, recuperar la función imparcial y veraz de los medios de comunicación social e iniciar un proceso de reforma educativa profunda que recupere la calidad y la investigación científica como eje de la integración nacional. Dos siglos de dependencia y sistema colonial, más de tres décadas de divisionismo y confrontación, el cáncer de la corrupción y la impunidad no se revierten en el corto plazo, solo con una perspectiva a largo plazo que dé prioridad a la educación de las nuevas generaciones. Con otras palabras, con una estrategia concertada que establezca las condiciones para una política democrática de participación, responsabilidad, compromiso ecológico y ético. Solo así se extinguirá la política de la ignorancia y podremos formular colectivamente un proyecto de nación libre, unida y plural para los jóvenes del futuro.

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