Política

¿Democracia de autorización o de ejercicio?

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Agosto 31, 2021

¿Cuál es la imagen que el Perú proyecta al mundo? Por ejemplo, en el 2009 nos visitó Michael Porter que, como experto internacional en estrategia de gestión y competitividad, nos describió como un paí­s que carece de polí­ticas de largo plazo, que no tiene un rumbo definido y donde el crecimiento económico no ha significado beneficios para la mayoría de la población. Asimismo, el aumento de las exportaciones ha sido una ilusión porque nuestros productos siguen como en el siglo XX sin valor agregado, por eso estamos dramáticamente atrasados en tecnologí­a y ciencia. Eso explica que la inversión extranjera no busque crear empresas innovadoras y eficientes, sino que compra negocios existentes por su alta rentabilidad, así­ el capital foráneo difí­cilmente promoverá la industria nacional. En resumen: somos una nación esquizofrénica con una macroeconomía bien manejada y moderna, pero con una realidad interior donde campea la corrupción, el escándalo y la falta de responsabilidad en el ejercicio del poder.

Por otro lado, en mayo de este año, apareció el libro Somos el poder. Cómo ejercer la soberanía del pueblo, en donde el médico cardiólogo peruano Emilio La Rosa Rodríguez, experto en Gestión de Servicios de Salud Pública y doctorado en Antropología y Ecología Humana por la Universidad René Descartes de Francia, nos ofrece una mirada de la crisis de gobernabilidad y de la institucionalidad democrática de América Latina y el Perú. Convencido de la urgencia de una verdadera democracia que permita un mayor y mejor ejercicio de la soberanía del pueblo, comparte su experiencia profesional y política como asesor internacional. El ensayo nos brinda una visión europea del país, de un compatriota preocupado por el futuro de su patria que complementa la perspectiva anterior de Porter.

La tesis básica de la propuesta de La Rosa consiste en proponer transformar nuestra democracia de autorización en una de ejercicio. Expliquemos con detalle esta interesante idea. El problema radica en que el fundamento de la democracia en sociedades como la peruana no se concreta en derechos constitucionales para toda la población, por la tensión de fuerza entre el poder político autorizado por las elecciones y la acción ejecutiva de los poderes fácticos. Esto genera una crisis sistémica y permanente que amenaza la continuidad del sistema democrático, al inducir la desigualdad, la corrupción, la confrontación y en centralismo. 

Desde enero de 2016 a setiembre de 2021, hemos tenido en el Perú seis presidentes, todo un récord mundial, pero dada la tradición de vacancia impuesta por sucesivos congresos, cada vez más incompetentes y oportunistas, no se puede descartar incrementar dicha asombrosa estadística con un nuevo mandatario según las explícitas intenciones de los congresistas recientemente elegidos. De suceder tendríamos siete presidentes en cinco años, una cifra sideral casi imposible de superar. Es decir, una crisis monumental que amenaza el sistema democrático y la gobernabilidad de la nación. ¿Cómo corregir esta grave desviación para instaurar una democracia participativa con el pueblo, viable y segura?

La Rosa parte de la motivación que implica el factor emocional generado en la población por la frustración y desencanto (cólera) frente al accionar de las clases políticas dirigentes. El pueblo, ante las consecuencias que dicha gestión genera (pobreza, evasión fiscal, corrupción, crisis ecológica y climática, atraso endémico, etc.), debe participar con responsabilidad cívica, para alcanzar la justicia y el bienestar social a través de una gobernabilidad que defienda el bien común. Al enfatizar con el “Somos el poder” su soberanía democrática interpela a los ciudadanos trabajadores, honestos y responsables para que vayan más allá del acto electoral y ejerzan a través de una red democrática una serie de mecanismos de deliberación, evaluación, propuesta, control que recupere para el pueblo la participación en el poder y evite su uso al servicio de intereses subalternos y particulares.

La buena intención de la propuesta es loable y admirable, pero como muchas iniciativas externas, promovidas por organizaciones y profesionales de la promoción del desarrollo, se formulan desde una experiencia ajena a los procesos históricos de los sectores populares. En el caso peruano, estas organizaciones han participación desde hace décadas en la defensa de sus justas reivindicaciones, en búsqueda de una democracia real y efectiva. Varias propuestas semejantes internas y externas han colisionado con tres tendencias ideológicas que lastran la tradición del ejercicio del poder en nuestra comunidad nacional periférica, heterogénea y plural, desde el punto de vista económico, cultural y social: la improvisación, el oportunismo y el populismo. Expliquemos cada una de estas tres tendencias nefastas.

La continuidad que caracteriza a los países democráticos sólidos les permite la estabilidad de las políticas de desarrollo nacionales e institucionales, que se mantienen en sus líneas estratégicas independientemente de los partidos políticos y las agrupaciones sociales. Por el contrario, el Perú y sus instituciones comienzan siempre con cada nuevo gobiernos o dirección que impone cambios en la gestión sin mantener o confirmar a quienes han logrado eficiencia y resultados exitosos. La idea errónea de que los ganadores tienen el derecho a disponer como un botín de los organismos e instituciones públicas justifica el nombramiento y posicionamiento de cargos por parte de los correligionarios o militantes de la agrupación política vencedora. Mantener a un funcionario ajeno a la organización es considerado casi un delito, sin importar la probada competencia, responsabilidad e integridad del aludido. Es decir, las elecciones representativas se reducen al cambio del anterior burócrata o funcionario por el nuevo, que condena al país a volver a empezar otra vez. Para decirlo con palabras de Jorge Basadre hace casi un siglo atrás: el Perú con cada nuevo gobierno es una promesa, una posibilidad, pero al término del mismo se muestra como el mismo problema.

Esta confusión que obvia que los organismos del Estado no son un bien común ni propiedad del presidente, gobernante o congresista recién elegido, sino un bien público, que pertenece al pueblo, constituye el factor que explica la improvisación que campea en la participación del poder en el Perú. Se manifiesta desde la conformación de las listas de candidatos al mejor postor, pero sobre todo en los nombramientos de los cargos, frente a la vacancia automática e inmediata de los funcionarios anteriores, sin el requisito de una evaluación seria. Las transferencias de poder entre sucesivos mandatarios carecen de una memoria explícita que conserve la experiencia de los cuadros competentes y evite que corruptos e incompetentes puedan continuar reciclados al integrar nuevas agrupaciones políticas.

Esta ausencia de memoria a largo plazo de la trayectoria de los integrantes de la clase dirigencial aparece como la responsable de la improvisación que caracteriza la práctica política nacional. En esta no sorprende que se reiteren o repitan los mismos personajes o que, a su vez, sean sustituidos por rostros con rasgos comunes de incompetencia, mínima experiencia y carencia de integridad ética. Esta imprevisión negligente se alimenta de la segunda tendencia ideológica: el oportunismo. Este responde a la carencia de una memoria implícita, es decir, no se posee la competencia necesaria o memoria operativa que supone un saber indispensable para la gestión respectiva, pero desde esta óptica se percibe como una oportunidad u ocasión para usufructuar ingresos destinados a cuadros solventes.

La persistencia de ambas tendencias ha posibilitado el crecimiento de la mediocridad de gestión en los organismos estatales y la ausencia de una planificación responsable que abandone las visiones de corto plazo o coyunturales. Tantas décadas de continuidad de la improvisación y el oportunismo han originado un populismo recurrente percibido como una adhesión asistencialista, beneficiosas en términos afectivos para los sectores marginales. Asimismo, las tres tendencias en conjunto han impedido la gestión del conocimiento que fija procedimientos para la permanente articulación, prospectiva y sinergia correspondientes. Por ello, las propuestas, planes, programas o asesorías de organismos de cooperación o de iniciativas particulares que son recibidas solo sirven para encubrir la honda improvisación que campea, pues tardan en exceso su ejecución o nunca se aplican y fracasan por desconocimiento de sus aportes y valor.

En resumen, los poderes fácticos en los que la lectura de La Rosa confía para una participación constructiva y responsable han sido posicionados por una tecnocracia administrativa burocrática. Esta impide cualquier participación académica o profesionalmente solvente, ajena al corporativismo sectario existente. Este constituido por cuadros titulados en universidades negocio, pero no profesionales ni competentes, respalda a todo gobierno elegido que sea funcional a los grupos económicos dominantes y deviene el verdadero poder detrás del poder. 

A diferencia del sistema universitario europeo, prioritariamente público por ser considerado un derecho humano, que forma para el desarrollo no para el mercado, la educación superior peruana ha sido funcional a esta casta usurpadora, que identificada con el privilegio promueve la disonancia cognitiva que induce a votar por miedo, no por los programas y propuestas, sino por el integrante del grupo ya conocido, síntoma recurrente en los tres últimos proceso electorales La solución a esta grave crisis que sufre el sistema democrático nacional solo radica en una profunda reforma educativa que recupere en el largo plazo la formación de jóvenes profesionales competentes, comprometidos solidariamente con la conservación de la naturaleza y la paz. La democracia participativa o de ejercicio requiere de un sistema universitario de calidad que, simultáneamente a la enseñanza en ciencia y tecnología, forme una conciencia ciudadana solidaria y ecológica, promotora de la cooperación y la integridad ética.

Imagen: https://psicologiaymente.com/

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