Política

La internacional del liberalismo

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Noviembre 18, 2021

Fue en 1848 cuando Carlos Marx acuñó la consigna "¡Proletarios del mundo, uníos!", dando inicio al internacionalismo revolucionario de los oprimidos de la Tierra como fundamento del sistema comunista, modo de producción mundial opuesto al capitalismo enquistado en lo nacional. Bajo el impulso moderno los Estados-Nación lograron su consólidación en el siglo XX, pero simultá neamente abrieron un ciclo de conflictos nacionalistas, cuyo resultado fueron dos guerras mundiales, producto de la disputa por los mercados coloniales. El capital diseminó el colonialismo como una necesidad política en la disputa del libre mercado. Las ganancias no tenían dimensión nacional, pero el intercambio desigual entre centro y periferia si y era esencial para la acumulación del capital. Así el liberalismo ideológico, que transformó los antiguos reinos en países con territorios, banderas y símbolos patrios, asumió lo nacional, mientras que la prédica comunista reivindicaba una perspectiva internacional que en interminables congresos y foros mundiales abogaba por una fraternidad sin fronteras entre los trabajadores explotados de todas las naciones.

Obviar la importancia de la comunidad imaginada de la nación, en tanto realización de un proyecto democrático, fue el grave error de la ideología internacionalista del socialismo y el comunismo. Las libertades inherentes al ser humano aparecían compatibles con un Estado constitucional frente a un internacionalismo colectivista visto como dictatorial, que era opuesto a la libertad proclamada por el individualismo. Esta creencia en la libertad del individuo, como inherente al régimen capitalista del Estado-Nación, impide que se comprenda que en la experiencia histórica el Estado liberal solo sirve a una clase privilegiada sobre las otras clases explotadas. Sin embargo, la pandemia del Covid19 ha puesto en evidencia la paradoja de la actual sociedad y cultura moderna, al volver letra muerta de forma categórica la supuesta libertad individual. Este derecho inherente al modo de vida regido por el liberalismo y la economía del mercado se vio de modo radical conculcado frente a la mortandad decretada por el coronavirus. El mundo en su conjunto sufrió inmovilidad social, cuarentena obligatoria y restricciones para la interacción social y el trabajo, aspectos tan esenciales para la convivencia humana. Esto condujo a una crisis sistémica (sanitaria, económica, política, educativa, etc.), que a casi dos años ha ocasionado hartazgo y angustia ante el enclaustramiento, que afecta prácticamente a todo el planeta.

En este siglo experimentamos sin percatarnos, gracias a la plaga de un virus, una forma nueva de autoritarismo, sin doctrina ni argumentación, donde toda justificación se ha reducido al mínimo. De modo subrepticio y prepotente una nueva forma de totalitarismo se ha instalado con nuestra anuencia y aceptación pasiva. El aparente carácter contingente de la crisis sanitaria ha puesto en evidencia cómo la cultura global del mercado mundo nos ha acostumbrado a una época de desequilibrios, imprevisión y caos creciente. El modelo de vida del capital global ha convertido en homogéneo el escenario de las naciones del globo terrestre: abismales desigualdades sociales, entronización de la corrupción y la delincuencia, exorbitantes beneficios para una reducida cúpula, deterioro y pauperización de los sistemas sociales de salud y de educación pública, pérdida de legitimidad de las instituciones judiciales y electorales, depredación del medio ambiente, gastos inmensos en armamentos que pueden destruir siete veces la Tierra, etc. ¿Cómo el nuevo impulso del hipercapitalismo ha conseguido que consideremos como normal todo: el desmantelamiento de controles reglamentarios, el imponer trabas proteccionistas y límites administrativos, el promover una cultura de la confrontación y el individualismo?

Según Lipovetsky lo ha conseguido al acelerar y exacerbar el modo de vida humano convertido por la tecnología informática y digital en extensión del consumo y el centro comercial. A través de tres axiomas o valores difundidos como verdaderos han remplazado la idea del desarrollo armónico, la estabilidad social y la reducción de la pobreza. Estos criterios coincidentes y dominantes son el hiperindividualismo que libera al individuo de las ataduras comunitarias, la hipertecnificación que universaliza la técnica informática digital y el hiperconsumo como forma hipertrofiada y exponencial del hedonismo comercial. En conjunto el hipercapitalismo del capital global ha acelerado el modo de vida orientándolo hacia la ganancia como valor mundial de la economía y la cultura.

Como ha afirmado Jorge Brioso, en su libro El privilegio de pensar. Filosofía y poesía en las dos orillas del Atlántico (2020), el secreto del mundo occidental radica en ejercer un control inquisitorial del pensamiento y la memoria con la anuencia de la élite intelectual. La mutación que ha sufrido la noción de obediencia en los totalitarismos del siglo XXI con su fórmula de máxima opresión a través de un minimalismo doctrinal ha sido sutil, pero contundente y éxitoso gracias a la cultura del espectáculo, la ideología consumista y la religión del dinero. Ya no hace falta aleccionar las conciencias para poder dominar. Esta puede convivir en paz con el pilar que sostiene las democracias liberales: la libertad de conciencia, el carácter privado y libre -incluso anárquico- de las nociones de bien. En estos regímenes totalitarios, se puede pensar lo que se quiera siempre y cuando estos pensamientos no atenten contra el orden civil reinante. Dictadura de la mayoría y sacralización del propio desorden interior. Se dejará que los demonios interiores subviertan todos los órdenes imaginables en el foro interno siempre y cuando estas rebeliones del alma no traten de intervenir en la esfera pública y económica. En esto coinciden los paraísos comunistas y capitalistas. Rojos (comunistas), blancos (liberales) y negros (fascistas) ideológicos juegan en el mismo equipo.

En medio de este panorama algo ha ocurrido. Más de 600 periodistas de 117 países trabajaron para descifrar qué ocultaban más de 11,9 millones de documentos financieros a los que obtuvieron acceso. El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) ha publicado su "exposición más amplia de los secretos bancarios". La investigación recibió el nombre de los Papeles de Pandora porque, como en el mito griego, al descubrir su contenido se ha mostrado a los ojos del mundo las ganancias exorbitantes de la corrupción delincuencial de cuello y corbata que aquejan al mundo entero.

Una de las conclusiones es que "la maquinaria del dinero ilegal y fraudulento opera en cada rincón del planeta, incluidas las democracias más grandes del mundo". "Entre los principales jugadores del sistema se encuentran instituciones de élite -bancos multinacionales, bufetes de abogados y estudios contables- con sede en Estados Unidos y Europa". Según los Papeles de Pandora, los bancos de todo el mundo ayudaron a sus clientes a crear al menos 3,926 empresas en paraísos fiscales con la ayuda de un bufete de abogados panameño. Otro equipo legal mafioso creó al menos 312 empresas en las Islas Vírgenes Británicas para clientes del gigante estadounidense de servicios financieros Morgan Stanley y otros consorcios.

Los archivos filtrados exponen los secretos financieros y trámites fuera de la ley de 35 actuales y antiguos presidentes, más de 100 multimillonarios y más de 300 altos funcionarios públicos, como ministros, jueces, alcaldes y dirigentes militares de más de 90 países. Entre múltiples casos, se dio a conocer los del exprimer ministro británico Tony Blair y su esposa Cherie, el del primer ministro de la República Checa, Andrej Babis, que está a la espera de ser reelegido esta semana, que movió 22 millones de dólares a las compañías ilegales para adquirir una propiedad en Francia de forma desapercibida.

También, la compra de 14 viviendas de lujo en EE.UU. y Reino Unido por valor de más de 106 millones de dólares por el rey Abdalá II de Jordania a través de las empresas fantasma registradas en los paraísos fiscales, y la posesión por parte de los hijos del primer ministro de Pakistán, Imran Khan, de lujosos apartamentos en Londres, así como millones de dólares sin declarar en manos de las personas de su círculo íntimo también salieron a la luz, al igual que el hecho de que la familia del presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, lleva años acumulando en secreto los activos valorados en más de 30 millones de dólares, escondidos del escrutinio público. Entre los políticos y expresidentes latinoamericanos aparece Pedro Pablo Kuczynski, acompañado de Sebastián Piñeira de Chile, Guillermo Lasso de Ecuador, César Gaviria y Andrés Pastrana de Colombia. Es decir, esta mafia de cuello y corbata opera en forma internacional en todas las lenguas, pero siempre fuera de impuestos y leyes.

En conclusión, los 800 milmillonarios y los 200 millones de privilegiados, integrantes de los sectores económicos altos (que gastan más de 110 dólares por día) constituyen la denominada lumpenburguesía o los tiburones de cuello y corbata. Ellos han borrado la diferencia entre lo legal e ilegal para estructurar una internacional del liberalismo. Es decir, protegen y respaldan sus fantásticas ganancias, sin importa para nada cualquier nación, incluyendo la de su origen o adscripción, gracias al control de los medios de comunicación social, una tecnocracia política servil y una intelectualidad académica, artística y científica funcional a la cultura del espectáculo y el consumo evasivo.

A diferencia de la internacional comunista y socialista que sueña con llegar al paraíso de la fraternidad, la solidaridad y la cooperación de la humanidad total sin ninguna diferencia de lengua, creencia, género, edad, etnia o biotipo, en armonía con la naturaleza, esta internacional del liberalismo nos vende que estamos ya en el paraíso. Por eso, para ellos quienes ven el calentamiento global, la depredación y contaminación ambiental, el incremento del narcotráfico y la violencia, la creciente brecha entre los poquísimos que tienen muchísimo y los muchísimos que no tienen nada son agentes del comunismo mundial, terroristas interesados en destruir la libertad, la democracia y el paraíso del mercado libre y el consumo. Algunos defienden esta postura, pero muchos están convencidos que la pandemia ha puesto en evidencia que no podemos regresar al modo de vida anterior y que es necesario un cambio pacífico pero radical, una desobediencia civil, una revuelta o revolución cultural. ¿Y tú qué piensas al respecto?

Imagen: wipradio.it

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