Política

Política de oídos sordos

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Diciembre 16, 2021

En la anterior reflexión nos preguntábamos cómo era posible que ninguno de los altos funcionarios integrantes de la clase política nacional, haya rechazado y denunciado de motu proprio la corrupción para impedir su incremento, el pillaje y el usufructo ilegal de los recursos de toda la nación. Además, de la obsolescencia de nuestro sistema de educación superior, por la pérdida de la calidad y exigencia en la obtención de grados académicos, el otro factor explicativo de esta sorprendente constatación era el individualismo ciego de los profesionales del país, indolentes a los graves perjuicios que su indiferencia egoísta acarrea al país. Más que sana competencia, el factor emocional que sirve de incubadora es la lucha por la sobrevivencia. En esta crisis sistémica que el Perú y el mundo atraviesan se ha impuesto en el sentido común de la gente la consigna del sálvese quien pueda. Como si las relaciones humanas estuvieran regidas por la ley del triunfo del más apto propia de la jungla.

Esta indiferencia absoluta frente al prójimo en situación de peligro, catástrofe o abandono ha mostrado su rostro dominante en la pandemia desatada en esta tercera década del tercer milenio. El panorama del planeta en este siglo XXI aparece como contradictorio. Por un lado, vivimos un tiempo pletórico de descubrimientos científicos asombrosos, de tecnologías mágicas y amables que facilitan las tareas, gracias a la revolución informática digital, que nos hace soñar hasta en colonizar otros mundos. Por el otro, ha significado simultáneamente la irrupción paradójica de inverosímiles desigualdades sociales, la exclusión de la gran mayoría de la población de los servicios básicos de vivienda, salud y educación, reiteradas catástrofes naturales producto del calentamiento global y el cambio climático, inestabilidad e incertidumbre ante el aumento exponencial de la delincuencia y la violencia contra mujeres, niños y ancianos. La existencia humana y natural están en peligro de extinción, pues como dicen las letras de unas canciones: la vida no vale nada y parece que todo tiene su final.

Desde fines del siglo pasado, en foros, congresos, encuentros internacionales y nacionales diversos organismos mundiales, representantes de instituciones científicas y académicas, líderes políticos y culturales han invocado insistentemente en tomar medidas urgentes para detener y revertir la sistémica crisis de esta era. Si no asumimos como humanidad conjunta drásticas disposiciones y restricciones, la problemática escalará progresivamente hacia escenarios de escasez, pandemias, desocupación, conflictos armados y fundamentalismos ideológicos. Sin embargo, las instancias del poder que manejan la Tierra han asumido una política de oídos sordos: no hacen caso de las advertencias, reclamos y pedidos en muestra de absoluta y plena displicencia. Los ochocientos milmillonarios que manejan el mundo no quieren ver, oír ni hablar de nada al respecto. Esta política de oídos sordos, de no querer escuchar ni atender los reclamos de la población mayoritaria, es hegemónica en la clase gobernante de todos los países y, sobre todo, en el Perú. Aporía que nos induce a recuperar la denominada ética de la voz como dimensión explicativa y crítica del fenómeno social antes reseñado.

El filósofo esloveno Mladen Dólar en el 2006 llamó la atención sobre el uso omnipresente de la voz en nuestra comunicación de todos los días. "A cada momento usamos nuestras voces, y escuchamos voces; toda nuestra vida social está mediada por la voz, y en definitiva son mucho más infrecuentes y restringidas (a pesar de Internet) las situaciones en las que realmente prevalecen la lectura y la escritura como intermediarias de nuestra sociabilidad.(...) Habitamos en forma constante un universo de voces, somos bombardeados de continuo por voces, tenemos que abrirnos paso cada día a través de una jungla de voces, y precisamos de toda clase de machetes y brújulas para no perdernos". A partir de esta constatación, vinculamos esta reflexión la existe de una difundida figura retórica que asocia la voz con la conciencia y, por lo tanto, la ética o la responsabilidad frente a la colectividad se relaciona con una voz interior que nos habla.

Este diálogo mental, que la neurociencia relaciona a la evidencia de los dos hemisferios que conforman nuestro cerebro, confirma que la voz es el epítome, el resumen, de la sociedad que llevamos dentro. Está en el eje de nuestros vínculos sociales y en el núcleo íntimo de nuestra subjetividad. La voz de nuestra conciencia rige nuestra conducta y la encamina hacia la convivencia comunitaria y cooperativa. La canción de Mercedes Sosa que dice: "Solo le pido a Dios / Que lo injusto no me sea indiferente", nos permite presentar la pregunta clave de esta problemática: ¿cómo logran algunas personas honestas vivir tranquilas al conciliar el vínculo personal y amical con quienes en forma prepotente ubican por encima de todo sus intereses egoístas, que simultáneamente ocasiona daño físico, maltrato emocional y perjuicio económico al prójimo?

La casta gobernante, que en democracia compite para en la representación política de los organismos del Estado, postula ser la voz de los sin voz, pero apenas llegan a ocupar el cargo o puesto se olvidan de las promesas y ofrecimientos en campaña a favor de los desposeídos para velar por sus bolsillos e intereses individuales. Esta conducta oportunista sustituye la razón histórica de la lucha por los derechos igualitarios para toda la población y al transformarla en una razón instrumental al servicio de intereses económicos personales muestra su rostro verdadero de falsedad y sinvergüencería. Hacen oídos sordos de las demandas de los sectores populares y no dicen esta boca es mía cuando se reprime injustamente sus justas protestas, permanecen indolentes y mudos al avalar normas y disposiciones legales que despojan a favor de grupos privilegiados lo recursos e inversiones que deberían estar al servicio de todos.

Esta conducta evidencia la mutación que, en la gente supuestamente "decente" o de "buena familia", han sufrido sus creencias democráticas de igualdad y libertad entre los seres humanos, trastocadas en una razón cínica, en términos de Peter Sloterdijk. Este calificativo del filósofo alemán indicado denuncia la postura cínica de los sectores políticos tradicionalistas del mundo y del Perú, que pretenden justificar todo acto, medida o ley humana asumida, pero flagrantemente tendenciosa y egoísta, con razones mentirosa que ocultan sus verdaderas intenciones mercantiles propias e intereses subalternos. Es decir, los aprofujimoristas o fujicerronistas que sin escuchar la voz de su conciencia no dicen "esta boca es mía" ni objetan o protestan contra medidas anticonstitucionales y leyes con nombre propio.

La gran mayoría de ciudadanos honestos que vivimos de nuestro trabajo y que imaginamos un Perú unido, solidario y cooperativo para avanzar hacia un desarrollo sostenible, debemos tener muy clara la diferencia entre lo justo y democrático frente a lo cínico y oportunista. También, para finalizar, recordar que aquellos que no escuchan la voz de sus conciencias al gobernar, son los mismos que "se pasan la voz" entre ellos para postular y permanecer siempre en el Congreso, el ministerio, las instituciones que deben velar porque en nuestra nación la ley se cumpla sin excepciones ni privilegio alguno.

Imagen: https://contralacorrupcion.mx/

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