Política

¿Qué se trasluce, qué se evidencia?

Es investigado por tráfico de influencias y hasta el presidente ha dicho que el segundo vicepresidente de la república, Omar Chehade, debería dar un paso al costado. ¿Es un problema ético lo que socaba nuestra política y mantiene al país tan tambaleante en eso que más consistente debería ser: un sistema democrático con representantes que velen por el bien común?

Mínimas necesarias, por Alex Neira   |   Alex Neira   |   Noviembre 07, 2011


¿El caso del señor congresista y segundo vicepresidente Chehade saca a la luz qué cosa…?

¿Es que realmente atraviesa la política del país un grave problema, estando a claras luces tan involucrado en un delito quien precisamente hace no mucho trascendió en la sociedad por representar la Justicia en el caso más sonado de los últimos 50 años?

¿Si uno de los buenos y encima de los poquísimos consagrados luchadores de la corrupción viene a ser un poderoso demagogo y criminal, fuera de un vendido, la culpa es de la ausencia casi completa de ética entre los sedicentes voceros del pueblo?   

¿Es un gravísimo problema ético lo que socaba nuestra política, lo que mantiene al país tan tambaleante en eso que más consistente debería ser: un sistema democrático garantizado justo por ciudadanos representantes de nuestros intereses, que velan por el Bien Común?

¿Son ellos, nuestros políticos, esos que se burlan de nuestro esfuerzo y trabajo así como de nuestros proyectos sociales quienes deberían rendir cuentas, quienes no cumplen ni una pizca de sus mil y un promesas?

¿De qué hablamos cuando hablamos del señor Chehade, quien no únicamente es un congresista, democráticamente elegido por el pueblo para procurar el bienestar social, sino algo superior, representante del Estado por el cargo de segundo vicepresidente, se podría decir que era y, como se ven las cosas, es “un ciudadano muy poderoso”?

¿Muy poderoso para servir y no para ordenar como se entiende de personas con pautas éticas, o por el contrario, un hombre con bastante poder como para burlarse de la ley y el sentido común hasta las náuseas?

¿Por qué este señor sigue ostentando los puestos que ostenta?

¿Es este un problema ético o político o ético-político?

¿Si realmente todos salvo el señor Chehade no conocemos las razones de por qué actuó como actuó, el país o siquiera los políticos deberían tener un problema ético?

¿No será que quien tiene un problema ético es él, quien podrá engañar â€”o decir la verdad— a quien fuera pero no podrá negar la razón última de sus pensamientos a sí mismo?

¿Es que hay en alguna parte, o podría haber alguna vez un lugar en donde los políticos, no marcianos sino seres humanos como tú y como yo, actúen cien por ciento bien, es que podrían desaparecer los malvados de la faz de la tierra, o mejor dicho el mal podría acabar?

Por otro lado, ¿es de personas éticas, o sea de quienes reflexionan sobre su conducta, sobre su libertad, ponerse a divagar acerca de los actos de los demás, de quienes en el mejor de los casos siempre veremos sus resultados, sus efectos, pero sin poder estar dentro de ellos para saber los motivos verdaderos de su actuar?

¿A qué se debe que tanto rollo genera la falta de ética, acaso no será un toque de pantomima, con dos cucharaditas de demagogia, y harto embauque al pueblo ignorante de parte de unos cuantos abanderados defensores de la legalidad?

¿Qué ha originado el caso Chehade, es que los numerosísimos temas pendientes del país se reducen a él como para que los medios de comunicación no den lugar a tantos otros asuntos inclusive de mayor cuidado?

¿En qué mejora la seguridad ciudadana, o qué sé yo, el escudriñar si actuó éticamente bien o mal?

Bien mirado pareciera que el problema de la sociedad peruana es de orden político.

Lo único concreto es que el señor Chehade ya no debería ser segundo vicepresidente y como congresista hace rato debió ser inhabilitado por lo menos momentáneamente. Y sin embargo hasta el día de hoy, ya luego de que el presidente se desligara de él, continúa merodeando por los dos sillones de sus especiales cargos.

Increíble pero cierto, aunque suene bobo o incluso huachafo.

No hay nada más desolador para un ciudadano que ver como las leyes se atascan, no existen, no funcionan, dejan de ser efectivas, cuando no son gente de a pie quienes cometen alguna falta o delito.

La impunidad brilla como el sol a mediodía en Máncora cualquier día del año.

Y duele, y desmoraliza, aunque a algunos servirá para justo decir: “por eso debo seguir reflexionando sobre mis actos, porque podrán defraudarme mil y un políticos pero yo no me defraudaré”.

La ética es asunto de cada cual, preocupémonos antes de estar señalando con el dedo a quienes no piensan o actúan como nosotros, de no usar la forma de actuar de los demás como escusa para actuar como ellos; que la política es cosa de la comunidad en general, si tenemos los políticos que tenemos es porque les creímos sus cuentos o peor todavía… “por alguna otra cosilla”.

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Foto: portal del Congreso

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