Política

Chiclayo 2012

Al borde de cumplir 177 años de creación, Chiclayo sufre las consecuencias de la falta de identidad cultural de sus habitantes, de la falta de apoyo de las empresas a la educación y la cultura, de la falta de capacidad de sus autoridades. `La Capital de la Amistad´ luce deslucida y con problemas graves en el sistema de limpieza, entre otros aspectos.

La columna del director   |   Gerardo Carrillo   |   Abril 03, 2012

La palabra suciedad es la que mejor describe la condición actual de las calles de Chiclayo en 2012. Aunque el problema de la basura es de larga data, en las últimas semanas se ha acentuado a un extremo que ya no debemos tolerar. ¿Pero la responsabilidad de esta situación es en realidad sólo de nuestras autoridades? Absolutamente no. Este  problema que genera arcadas enmarca a algo mayor: nuestra sociedad, esa que con atención trato de entender a través de conversaciones personales y virtuales con chiclayanos natos –y por decisión– que se rehúsan a ver a la ciudad bombardeada por bolsas de basura y no soportan siquiera unas cuantas envolturas o desperdicios desperdigados (porque así debe ser, la limpieza total en las calles debe ser lo normal). También gracias a los comentarios de ustedes –lectores y ciudadanos en acción– y otras fuentes, analicé brevemente algunas posibles causas de la situación actual de Chiclayo.

TIERRA DE NADIE

Hace unas semanas se presentó –en el programa de tv local En directo– el arqueólogo Julio César Fernández Alvarado, magister en Historia de América Latina y estudioso de las culturas y comunidades lambayecanas. En la entrevista dijo, en síntesis, que Chiclayo podría ser considerada como tierra de nadie –entre otros motivos– porque históricamente muchos chiclayanos han emigrado a Lima o al extranjero (un ejemplo de primera mano es el regular porcentaje de estudiantes del Pardo –colegio del que me gradué en 1997– que postulaban por entonces a universidades particulares de Piura, Lima y Trujillo), y a Chiclayo han llegado personas de Cajamarca, Jaén y de otras ciudades –sobre todo del nororiente peruano– que aún aprecian y añoran un poco más a su tierra natal (aunque también existen –y conozco algunos– que sí sufren por su tierra de adopción, que sí les duele lo que le pasa a Chiclayo). 

Al respecto considero que: cuando algunos huyen de Chiclayo por estudios o mejores sueldos, no se involucran en los problemas que padece y sólo regresan en feriados, cuando la mayoría de los se quedan no reaccionan a pesar de sentirse insatisfechos de su realidad, y cuando otros vienen con intereses propios más no pensando en hacer grande a “Chiclayo” (sino para mejorar individualmente y no involucrarse con la ciudad), se genera la carencia de identidad cultural que actualmente sufre nuestra ciudad y se manifiesta en diversos problemas políticos, sociales, etc. Carencia de identidad que obviamente se extiende a la mayoría de los que habitan Chiclayo (recalco: los que se fueron y tienen familia en Chiclayo, los que se quedaron y no exigen cambios, los que vinieron). Y al no haber identidad, no hay compromiso, no hay participación, no hay manifestaciones en las calles como deberían haber, no hay cambio… hay dejadez (salvo algunos grupos que ya toman acción como Chiclayo Limpio Ahora Si, que no deben parar).

Todavía me pregunto, y a propósito de nuestro cercano 18 de abril: ¿dónde diablos están los universitarios si ahora hay tantas “universidades”? (en otros países, aquí nomás en Chile ponen en jaque a sus autoridades incompetentes, de las que sobran acá), ¿cuántas fiestas han habido y habrán en nombre de Chiclayo y su historia?, ¿cuántos se reúnen a celebrar el aniversario de Chiclayo como sí celebran las distintas asociaciones de diversos pueblos del Perú establecidas en Lambayeque?, ¿o cuántos ciudadanos al fin se agruparán para manifestar su malestar en las calles por la deplorable condición de la ciudad?

TIERRA COMERCIAL

Este es uno de los motivos que comúnmente me mencionan. “Chiclayo es una ciudad especialmente comercial, de tránsito”, me dice un empresario. “Las empresas no invierten en cultura, no auspician a los artistas locales, menos pensarán urbanísticamente”, me comenta un artista. Incluso las mismas universidades demuestran que son más un negocio. Un amigo cercano se reía ante la publicidad de una universidad local que decía tener la biblioteca más nutrida del norte o de Lambayeque, que para él –y seguramente para muchos– es ínfima e incomparable con las de las mejores universidades nacionales y peor aún con las extranjeras. ¿Cómo puede ser un logro de una universidad compararse con las que están en peores condiciones o en las mismas y no mirar la escala mundial?, ¿cuánto gastan las universidades privadas de Lambayeque en libros e investigación que permitan preparar mejores profesionales y ciudadanos más comprometidos?, ¿cuánto invierten en cultura, educación o en turismo las grandes y medianas empresas locales, nacionales y extranjeras? Hace poco un lector de Locheros compartió una foto de un artículo del periódico francés Le Parisien, del año 2008, en la que detallaban los porcentajes de la inversión en mecenazgo de las empresas francesas: el mayor presupuesto es para cultura con 39%, el 32% para acciones de tipo social, el 15% en medio ambiente, en investigación científica destinan 9% (esto porque el Estado invierte más en ciencia), y muy abajo el deporte con 5%. Y aquí en el Perú nos emocionamos con los millonarios comerciales e inversiones que Coca Cola, Backus o Telefónica le dedican al fútbol principalmente. Y en Chiclayo 2012, somos aún más felices porque el Grupo Oviedo invierte en fútbol –seguramente más que en otras necesidades fundamentales que tiene la región– y saca campeón nacional al Aurich, pero internacionalmente el equipo da vergüenza y no es competitivo (como nuestras universidades). Ya es hora de que el Grupo Oviedo, el Grupo Huancaruna y los demás grupos económicos poderosos que operan en nuestras tierras inviertan con fuerza en la educación, en la cultura y en acciones sociales (limpieza, salud, combatir la pobreza), y no den migajas para pasar piola con “la responsabilidad social corporativa”. ¿Por qué no soñar con una biblioteca que pelee con las extranjeras, o un teatro moderno y con capacidad para recibir a artistas internacionales, o un excelente centro cultural? Sólo con más educación, con más investigación, con más profesionales de diversas ramas que se especialicen en Chiclayo, podremos identificar correctamente sus problemas e ir solucionándolos uno a uno desde la raíz. Por lo menos tendremos ciudadanos más evolucionados y posibles autoridades muy bien preparadas para dirigir una sociedad, que no es lo mismo que este basural, esta cloaca, este chancherío, este muladar, este centro de gallinazos y desagües rotos en el que se ha convertido Chiclayo al borde de cumplir 177 años de creación.

 

Foto: Desagüe colapsa y genera olores fétidos e insoportables para los transeúntes de Elías Aguirre.

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