Política

Ecos de una protesta

La columna del director   |   Gerardo Carrillo   |   Abril 30, 2013

En el aniversario 178 de Chiclayo, un grupo de ciudadanos cansados de la ya escandalosa y asquerosa gestión del actual alcalde, Beto Torres, salieron a protestar. Debo dejar claro que algunos lectores y miembros de Locheros, la comunidad del loche, fueron junto a otro periodista de un medio nacional histórico desde la dictadura de Fujimori, los organizadores de esta protesta. La misma que contó con el apoyo de miembros del grupo Chiclayano Despierta y que promoví con una serie de entrevistas.

De esta manifestación cívica, que tan solo congrego a más o menos 30 activistas, se pueden resaltar los siguientes aspectos:

La poca participación ciudadana: es lamentable comprobar que a pesar de que en las redes sociales más de 500 afirmaban que participarían, tan solo se hayan presentado un grupo reducido a la pérgola del Parque Principal. Y más penoso es saber que a pesar de la difusión en diversos medios escritos, televisivos y radiales, los ciudadanos que están lejos de internet, tampoco hayan asistido. Pero lo más lamentable es que algunos hayan cuestionado la protesta sin que hagan más nada que “transformar” la realidad desde Facebook o Twitter, o criticar a ciudadanos que hacen uso de un derecho constitucional y democrático. Sin embargo, ha sido positivo observar a algunos lectores, jóvenes en su mayoría, integrarse a la marcha que dejó de ser pacífica por el uso de la violencia que ejercieron los seguidores del alcalde Beto Torres. 

La violencia: la protesta pacífica se desvirtuó cuando gente del alcalde, furibundas mujeres en su mayoría, arremetieron contra quienes portábamos carteles y una tela negra de varios metros en la pérgola. Estas agresiones han sido difundidas por todos los medios que asistieron a cubrir la manifestación. Incluso un tipo de polo rojo me lanzó una bolsa con botellas de vidrio vacías cuando nos reorganizábamos a la altura de la RENIEC, e increíblemente escapó ante la displicencia de la policía. Varios fueron testigos de este intento de agresión que pudo haber terminado con alguien en el hospital de caerle en la cabeza. Sin exagerar.

La discriminación: la violencia que mostraron algunas de aquellas rabiosas mujeres, un par identificadas como miembros de serenazgo, generó una ola de discriminación, con comentarios irreproducibles en las redes sociales que rechazo en todo sentido. Aunque debo precisar que estas actitudes ya se venían mostrando con anterioridad a la protesta e iban dirigidos tanto al presidente regional y alcalde por ser chotanos de nacimiento. Una pésima gestión no tiene nada que ver con la procedencia de nuestras autoridades. El incapaz y mafioso lo será aquí o allá. Por otra parte, también tiene un tufo a discriminación juzgar a quienes protestan por ser “del centro”, o porque “afecta sus negocios”, o porque “no viven los problemas de las zonas alejadas”, o porque “son pitucos”. A veces algunos critican la discriminación siendo, quizás sin percatarse, también discriminadores. 

La inexistencia de fines ocultos: cuando más de un periodista me consultó si la marcha tenía un tinte político y si los que participaban pertenecían a un partido o movimiento, respondí que particularmente no pertenezco a ninguno, y si entre los manifestantes existen apristas, nacionalistas, toledistas, fujimoristas, progresistas, etc., finalmente eso no importaba porque todos los ciudadanos tienen derecho a pertenecer a uno.  Sin embargo, esta protesta ha sido organizada por ciudadanos que no tienen la intención de ser autoridades. Simplemente, varios artistas, gestores culturales, universitarios salimos a protestar porque, además de generar desarrollo social con diversas actividades, creemos que también es fundamental para la democracia que los gobernantes sepan que una parte del pueblo nunca se quedará callada ante los evidentes problemas.

 

Foto: Martín Rosales

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