Blogs

Peruanos de todas las sangres... incluida la oriental

  |   Cindy López / Conversaciones con el Perú   |   Marzo 05, 2015

Estamos en la cuarta parte del 2015, según el calendario gregoriano, y hemos podido escuchar o ver celebraciones en torno al año nuevo chino en nuestras ajetreadas ciudades. Cuando caminamos por nuestras calles saludamos a algún amigo o conocido de apellido Chang, Wong, Choy o a uno que, simplemente, tiene rasgos orientales, pero su nombre no registra ninguna  ascendencia mandarín. Y cuando el hambre apremia, quién no ha degustado de un buen chaufa con sopita wantan u otras exquisiteces en algún restaurante de cuatro tenedores  o en un buen rincón de comidas al paso.

Pero ¿desde cuándo o cómo es que nuestra sociedad â€“con sus costumbres, gastronomía y tradiciones– se vio  impregnada de este toque oriental? Comencemos a averiguarlo.

Es verdad que el Perú empezó a recibir a los chinos desde que era un virreinato, sin embargo, no es hasta el siglo XIX cuando su presencia cobra un mayor realce.

Los motivos por los cuales se trajeron a los chinos al Perú fueron diversos: la renovación en la agricultura costeña, el aumento de la extracción del guano ante un exigente mercado, la construcción de ferrocarriles y la necesidad de servidumbre doméstica[1].

Frente a este hecho surge otra pregunta ¿por qué no se empleó la mano de obra de las personas indígenas o negras? (no mencionamos a las personas que se consideraban una élite porque aún –dentro de su esquema colonial– el trabajo manual era denigrante para gente de su abolengo).

Se postulan tantas teorías como la que dice que el indígena no quería dejar sus campos ni sus parajes, no quería abandonar sus costumbres y tradiciones para venir a trabajar como un asalariado en la Costa[2]. Otro postulado sustenta que la población nativa se vio diezmada por enfermedades (fiebre amarilla, difteria y viruelas).

Con respecto a los negros, se debe recordar que a fines de 1854, Ramón Castilla decretó su manumisión. Por lo que ya no eran personas a quienes se les podía explotar.

 

El sentimiento antiasiático: la llegada del oriental… del otro

La llegada de los chinos a tierras peruanas fue difícil no sólo porque el ambiente, la cultura y la sociedad eran diferentes sino porque los ciudadanos peruanos, muchas veces presentaban sentimientos de indiferencia, hostilidad hasta aversión. Incluso, desde un comienzo la trata de chinos tuvo acérrimos opositores en el Perú[3].

En el ámbito de la élite, basándose en  el evolucionismo y el positivismo,  adjetivaban a los chinos como una “clase abyecta” y “desgastada”. Frente a esta postura sostenida por intelectuales como Clemente Palma y galenos como César Borja, se sumaron los periódicos que circulaban durante la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Un ejemplo lo encontramos en el diario El Comercio, donde se escribió:

…si la importación de esa raza inmunda y corrompida continúa como hasta aquí, entro de los veinticinco o treinta años la mayoría de la población de la costa, si no en toda la República, será enteramente compuesta de asiáticos o sus descendientes; población que naturalmente tendrá todos los malos instintos, la corrupción y la debilidad física ( aparte de la fealdad) de tan detestable raza, que constituiría la República, por sus costumbres depravadas, su lengua y sus usos sociales que predominan así que estén en mayoría, en una colonia del Celeste Imperio…[4]

Por otra parte, la clase popular tampoco mostró un gran contento ante la llegada de los hijos del Imperio Chino. Ellos estaban preocupados al verse desplazados, veían en el chino a un competidor que les arrebataba plazas y abarataba los salarios y el costo de vida[5]. Por ejemplo, en el caso de la hacienda, el patrón prefería una persona que labore para él con bajo salario, situación que los chinos aceptaban por su condición de extranjero. A esta situación la clase popular lo veía como una “competencia desleal”.

Otro aspecto que agudizó esta situación fue el sentimental, ya que se veía a los chinos como rivales en el lado amoroso, ya que al no haber muchas mujeres chinas, los migrantes asiáticos tuvieron que relacionarse con mujeres indígenas y negras.

 

La inserción de los chinos a la sociedad peruana

Por un lado, en la zona rural, la población china logró que los hacendados les permitieran continuar con sus prácticas religiosas. Sus fiestas coloridas y teñidas de alegría gozaban –gracias a la colaboración de los hacendados– de ropas tradicionales del oriente, pescado, el entrañable arroz, cohetes bulliciosos y hasta se cumplía con dar tres días libres como precisaban todos los contratos de los culíes[6].  Luego de terminado el contrato los chinos, buscando adaptarse más a la ciudad donde vivían, adoptaban el apellido del patrón o bautizaban a sus hijos con nombres cristianos.

Por otro lado, en el ámbito urbano, de alguna forma los chinos lograron que se aceptara su modo de vida y su cultura fuera de las haciendas. Como lo fue el consumo del opio, del arroz, entre otros.

En torno al arroz, muchos terrenos de cultivos fueron destinados para su sembrío. De igual manera el opio tuvo tal desarrollo que el Estado peruano, ante la posibilidad de obtener ganancias de ese amplio consumo, instauró estancos. Otro elemento que se insertó en la sociedad peruana fue la medicina y farmacopea orientales.  En el periódico La Crónica, el Ministro de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia,  J.A. Barrenechea (en el gobierno de José Balta) reclamaba  al prefecto del departamento de Lima la venta libre de esas medicinas y drogas curativas.

Con respecto a los chinos libres, estos prefirieron mudarse a centros poblados de ciudades importantes de la costa, como Pacasmayo y Trujillo, donde podían establecer negocios y también emplearse como domésticos. La tendencia era sin embargo ir a Lima en cuanto fuera posible[7].

Los ex culíes residían masivamente en Lima desde 1870 e hicieron del Mercado Central su lugar de residencia, trabajo y diversión. Los chinos, trataron de organizarse rápidamente, allí instalaron su mayor santuario religioso del país, se creó desde 1883 su beneficencia, también aparecieron sus  negocios, su teatro, restaurantes (donde se servía una de las emblemáticas creaciones gastronómicas peruana-china: el chaufa) e hicieron que la calle Capón fuese reconocida como suya, y lo más chino de todo fue el –desaparecido- Callejón Otayza[8]

Pero, más allá de eso, podemos señalar que los descendientes de los chinos no sólo han reconocido como suyas las mencionadas calles, sino también el corazón de los peruanos y se han convertido en parte de nuestra nación. 

 

[1] RODRÍGUEZ Pastor, Humberto (2000). Herederos del dragón. Historia de la comunidad china en el Perú.  Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú. Pág.  35-36.

[2] Trazegnies Granda, Fernando de. En el país de las colinas de arena: reflexiones sobre la inmigración china en el Perú del s. XIX desde la perspectiva del Derecho. Volumen 2. Lima: PUCP, Fondo Editorial, 1995: p. 32.

[3] WATT, Stewart (1976). La servidumbre china en el Perú. Una historia de los culíes chinos en el Perú 1849-1874. Lima: Mosca Azul Editores. Pág. 98. 

[4] El Comercio, Lima, 7 de setiembre de 1870.

[5] WATT, Stewart (1976). La servidumbre china en el Perú. Una historia de los culíes chinos en el Perú 1849-1874. Lima: Mosca Azul Editores. Pág. 99.

[6] RODRIGUEZ Pastor, Humberto (2001).  Hijos del Celeste Imperio en el Perú (1850-1900). Migración, agricultura, mentalidad y explotación. 2da edición. Lima: Gráfica Bellido S.R.L. Pág. 39.

[7] WATT, Stewart (1976). La servidumbre china en el Perú. Una historia de los culíes chinos en el Perú 1849-1874. Lima: Mosca Azul Editores. Pág. 106.

[8] RODRIGUEZ Pastor, Humberto (2001).  Hijos del Celeste Imperio en el Perú (1850-1900). Migración, agricultura, mentalidad y explotación. 2da edición. Lima: Gráfica Bellido S.R.L. Pág. 221. 

Compartir en

Facebook   Twitter   WhatsApp

290 Vistas    

Comentarios

5 comentarios

Déjanos un comentario

Visita mas contenido

Da clic Aquí para que revise otras publicaciones sobre Blogs