Política

Acción Poética – Chiclayo

¡No hay derecho!   |   Alex Neira   |   Marzo 14, 2014

Una de las grandes jugarretas de la existencia es saber algo y no necesariamente por eso actuar en consonancia. Por ejemplo, se puede saber qué significa el civismo y no por eso actuar cívicamente. En contraposición, asimismo se puede actuar pensando que existe un “nosotros”, lazos esenciales al margen de la cultura, religión, estrato al cual se pertenece, y al mismo tiempo no conocer los principios de la civilidad.

La realidad de nuestros compatriotas desde esta óptica es aplastante: quienes mejor se comportan muchas veces no tienen ni siquiera una noción borrosa de lo que implica el concepto “civismo”, y a su vez, los grandes incívicos, los egocéntricos letales son gente privilegiada con varios títulos profesionales, narcisistas de envergadura social y que encima gozan de cargos públicos, pero los cuales al mismo tiempo, en su vida privada, lejos de las cámaras, actúan como enemigos acérrimos de la sociedad.

Es verdad, por qué negarlo: antes que un desarrollo humanista, un afianzamiento de los vínculos con nuestra comunidad, aumenta como hongos después de la tormenta, la incivilidad. Cierto, hasta recontracierto: La democracia antes que ser atacada por otras ideologías políticas es carcomida por la ignorancia cívica de sus propios miembros, de sus ciudadanos más destacados en formación educativa y más resueltos en cuanto a liquidez económica, o de mayor mundo en lo tocante al roce social: criados en colegios y universidades de prestigio consumado, sin embargo ajenos al bienestar general.

El asociacionismo, por otra parte, brota como una flor silvestre en esta tierra quemada de buenos ciudadanos. Donde todo parecía ceniza o yerbajo cívico eclosionan “flores conscientes de sus derechos y deberes sociales”, en defensa de la prosperidad colectiva.

Léase varias veces para memorizar: Asociacionismo. 

De otro lado, no sorprendería muy pocos sepan de la existencia de esta palabra, y menos de lo que conlleva, no obstante es la indicada. En efecto, aunque los más no la hayan siquiera escuchado una vez, o al margen de sí haya sucedido pero aún no  pertenezca a su idiolecto, la práctica de este profundo y determinante vocablo es cada día mayor.

“Asociacionismo” es un concepto que cuenta con una historia. Se ha desarrollado en diversas áreas del conocimiento, ciertamente es un vocablo polisémico, con un campo semántico diverso, pero hoy en día más que nada es citado cuando se busca aludir a movimientos sociales. En ese sentido no es otra cosa que una palabra general la cual implica a los diversos tipos de voluntariado. Sea cultural, ecológico, social, sanitario… si bien no sólo eso, también comprende a las agrupaciones de ciclistas, de reciclaje. O a quienes se juntan para protestar contra una guerra, o contra el terrorismo, o también cuando se unen personas en favor de un poblado azotado por un huaico.

En pocas palabras, el asociacionismo es un término que engloba a toda forma de organización ciudadana donde el afán de lucro no existe o en todo caso es secundario, dado que lo primordial vendría a ser una causa en favor de la sociedad en su conjunto y de alguna esfera de ella en particular. 

Una empresa, por ejemplo, necesariamente brinda servicios o productos en favor de la sociedad, pero el lucro es una piedra angular en sus objetivos. Por eso no forman parte del asociacionismo. Más allá, inclusive, de desarrollarse dentro de parámetros culturales o educativos. Es importante aclararlo. De ahí que exista una gran diferencia entre una institución empresarial y una asociación civil, y no sólo para la superintendencia recaudadora de tributos sino para la comunidad en sí.

Cualquier asociación nace cuando un grupo de individuos se reúne con la intención de gestar actividades sociales, comunitarias, o de cualquier otra que apunte al Bien Común, pero no toda asociación es una institución, o sea es una asociación civil, jurídicamente establecida, acreditada para desempeñarse con fines específicos y regulados. Empiezan, digamos, ambulatoriamente, irregularmente, pero lo óptimo sería que alcancen categoría legal, se conviertan en una organización institucional no gubernamental sin fines de lucro.

Ahora bien, de todos los actos de asociación que he visto desarrollarse en estos últimos tiempos, hay uno en particular que merece ser legalizado ya mismo, que debería procurar institucionalizarse. Claro, cualquiera de ellos son importantes y merecen dejar la “clandestinidad”, pero Acción Poética – Chiclayo por sobre todo. 

Hace una semana, el día 7, fui a la Alianza Francesa. Había un evento cultural titulado “Expo Photart”. Una exposición foto-artística por el primer aniversario de esta asociación. Su empatía y unidad me dejó boquiabierto. Ojo: cuando digo de que deben legalizarse no es para quitarle el mérito al fundador, un mexicano que ya en 1996 empezó este movimiento literario-mural. Pienso, esta agrupación puede trazarse otras metas y generar algo único basándose en el compañerismo y la confianza ya obtenida entre los miembros.

Acción Poética es un grupo de personas asociadas por la idea de usar versos como móvil para, por una parte, volver paredes sucias en inscripciones que resalten la exaltación del espíritu; de pasadita motivar a la lectura, y al mismo tiempo y sin menor fuerza: ofreciendo un servicio a la ciudadanía por ser una asociación sin fines de lucro, simplemente abocada a mejorar el recinto donde convivimos.

Me quedé cerca de hora y media en el lugar. Salí exaltado de comprobar el entusiasmo de esos chicos y chicas, de los cuales tanto me habían hablado. Colmado de una alegría inusual. Sin preámbulos fui a Crisol, por suerte con sus puertas abiertas, como bien recordé, hasta las 10 de la noche. 

Hacía días me habían comentado que la poesía completa de Jorge Luís Borges se encontraba en edición bolsillo entre sus estantes. Fíjense: no una antología más sino su poesía completa. Claro, tener todos sus poemarios en un solo libro era más que una idea rondándome. 

“Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar”. Leí en la contracarátula, antes de pasar a la reseña. “Estas palabras no forman parte de un verso sino de un prólogo… La rosa profunda” me dije con cierta duda. Releí: “Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar”. Y sin más, con la rapidez de la luz me acordé de Acción Poética...: "No sólo tocarnos físicamente, como la cercanía del mar, también como la solidez y frialdad objetiva de una pared, de una pared pintada por Acción Poética”, agregué en silencio con orgullo. 

Partí ya doblemente alegre, con otro libro del maestro Borges.

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