Política

Contra la ley del embudo

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Abril 06, 2021

 

Algunos consideran que la ley es como un embudo: ancha para ellos y angosta para los demás. Es decir, son escandalosos denunciando supuestos delitos de sus adversarios políticos, pero totalmente permisivos con sus propios delitos ya juzgados y sentenciados. César Acuña, candidato presidencial por Alianza para el Progreso, declaró: “El Congreso no puede tener congresistas coimeros, los peruanos estamos cansados de los corruptos”, pero su hermano Humberto Acuña, sentenciado por corrupción, es congresista. Galarreta de Fuerza Popular dijo: “Es inaudito que se nos suspendan los derechos de poder participar en las elecciones, solo estamos siendo investigados”, pero preguntado sobre Vizcarra dice que por decencia no debería postular porque “está siendo investigado”. Urresti está indignado porque Vizcarra postule siendo investigado; sin embargo, él tiene juicios por violación y asesinato, pero postula a la Presidencia del Perú. Nidia Vílchez del Apra afirmó que lo de Vizcarra es asqueroso pues hay toneladas de pruebas en su contra; aunque sobre Alan dice que jamás robó, que era un santo y todos los que lo acusan mienten.

Estos casos muestran la actitud de la mafia institucionalizada respecto a las leyes y normas democráticas en nuestra nación. “Miente, miente que algo queda”, parece ser la consigna mediática que los medios de comunicación acogen descaradamente porque están manejados y controlados por sectores ligados a las mafias del país. Es decir, el cinismo y la desvergüenza en el mentir, en la defensa y práctica de acciones o doctrinas delictuosas es lo que caracteriza a gran parte de la clase política peruana. En ese sentido, lo que mueve a los políticos conservadores y corruptos es una razón cínica, que se evidencia en su actitud falsa de criticar en forma aparente y engañosa lo que ellos mismos encarnan o representan. Esto es lo que el filósofo alemán Peter Sloterdijk, en su libro Crítica de la razón cínica (2006), denuncia: “Quienes critican sin creer, quienes se limitan a defender lo que ya se ha desvanecido sin intentar devolver la fuerza a la acción justa para que resucite, constituyen una auténtica plaga de cínicos corruptos”.

¿Cómo derrotar la campaña de mentiras y demagogia de la corrupción institucionalizada en el Perú, ahora que estamos a días de una nueva elección? Apelaremos a una noción de la lingüística y psicología cognitivas que nos permitirá desnudar la técnica comunicativa que los políticos corruptos emplean para confundir a los votantes con sus mentiras encubiertas: la diferencia entre lo que se dice y lo que se comunica; es decir, que la mayor parte de las veces en cada acto de habla lo más importante no está en las palabras enunciadas o dichas, sino en lo que se quiere sugerir o comunicar indirectamente como una conclusión escondida que inducen al público o receptor al error o equívoco. 

Expliquemos el fenómeno de la interacción comunicativa para revelar el secreto del uso retórico y cínico del lenguaje propio de los politiqueros de la corrupción. Es la sinceridad, no la verdad, la que rige la comunicación en toda interacción verbal. Nadie puede establecer anticipadamente si el interlocutor está faltando a la verdad o miente porque todas las conversaciones y actos de habla de la vida social se producen y funcionan a partir del principio de cooperación que establece que los que participan del diálogo â€”tanto el hablante u orador o el público u oyente— están siendo sinceros al hablar. Es decir, no podríamos vivir en sociedad si no confiáramos en lo que hablamos, sea con nuestros familiares cercanos, como con conocidos o extraños pues el mecanismo de toda comunidad para su actividad en general es confiar en la sinceridad de los participantes.

Sin embargo, este principio no evita que la gente mienta. Es más, podemos afirmar que no siempre las personas respectan y asumen el principio de cooperación en la conversación. Se imaginan si un timador o estafador tuviera que avisar que va a mentir antes de engatusar a la gente. Entonces, ¿qué hace para salirse con la suya? Simple: infringe alguna de las máximas que regulan la sinceridad cooperativa del acto de habla: no dice algo verdadero (máxima de calidad), dice aspectos innecesarios a la situación (máxima de cantidad), menciona algo que no viene al caso (máxima de relación) y se expresa en forma oscura, confusa e imprecisa (máxima de manera).

Ilustremos con un ejemplo cotidiano cómo la retórica de la corrupción palabrea para no ser sincero en lo que dice y así confundir a las personas. Supongamos que el candidato ya ha sido elegido antes, pero tiene un amplio prontuario de delitos, actos corruptos y promesas incumplidas. De forma cínica empieza aprovechando la tendencia en las personas a creer en la sinceridad del que habla y así lograr confundir para que voten por él: “Estamos hartos de tanta corrupción (calidad), en nuestra organización pedimos antes de incluirlos como postulantes a congresistas certificados de antecedentes policiales, no deudas en la SBS e incluso su récord como conductor (cantidad), no como el señor Sutano del partido verde que tiene denuncias por manejar sin brevete (relación) y por eso hay que tener presente que la gente miente y es intolerante, tanto afán por ser congresistas y solo quieren llenarse plata, por ello hay que votar para que el Perú cambie, todos juntos mejoraremos el país (manera). 

Este breve ejemplo de campaña electoral futura nos permite explicar la estrategia comunicativa usada por la mafia para esconder la verdad, desconocer sus delitos y aprovecharse de la buena intención de la gente.  El general las personas honestas son solidarias y confían en las palabras que forjan su comunidad familiar, vecinal, barrial, laboral, etc. Engañar, mentir, estafar son usos que terminan por excluir a quienes hacen de la palabra una forma de engaño para confrontar, manipular y conseguir fines egoístas. Sin embargo, “El que calla concede”, más aún cuando el lema de la mafia institucionalizada es “Miente, miente, que algo queda”. La clave para desarmar la estrategia retórica de los candidatos corruptos consiste en diagnosticar su uso manipulador del lenguaje que se fundamenta en cuatro indicios: siempre dicen verdades generales, califican negativamente a los otros, nunca dan pruebas de lo que afirman y no dicen qué harán para superar los problemas. En otras palabras, quieren evitar afirmar en forma categórica algo porque temen que los confronten o repregunten descubriendo sus mentiras.

En conclusión, está en nuestras manos desterrar la famosa “ley del embudo” que la mafia institucionalizada en el país busca mantener y defender. Para que la ley se cumpla para todos sin excepción, debemos evitar caer en el juego retórico de la corrupción en estas elecciones 2021. No hay que votar por los partidos y grupos golpistas y mafiosos ya conocidos como Acción Popular, Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Podemos Perú, Unión por el Perú, Somos Perú y Frente Amplio. Sin embargo, ello no basta porque otros lobos se disfrazarán de ovejas y postularán en los otros partidos existentes. Así que para no caer en la retórica de la mafia y librar al Perú de congresistas delincuentes está en tus manos evaluar críticamente a los candidatos al Congreso. Podrás desnudar su retórica cínica y nunca votar por ellos si alguna o todas de estas características no están presentes en sus palabras, no lo explicitan: afirmar enfáticamente su rechazo y lucha contra la corrupción de casos conocidos y futuros, explicar su propuesta o programa para vencer a la mafia, presentar los recursos o mecanismo para fortalecer la democracia y el desarrollo social y no utilizar el agravio o insulto para confundir.  El futuro del Perú está en tus manos.

 

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