Política

Contra el chantaje de "perderlo todo"

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Mayo 19, 2023

Los defensores y propugnadores del sistema económico actual creen que no es posible nada mejor. Un marido borracho, ocioso, infiel y “pegalón” se cree un gran consorte. Por eso intimida a “su mujer” con dejarla, sin asumir que es una desgracia como pareja. Así nos encontramos en el mundo de hoy, a punto de una guerra mundial nuclear y la hecatombe, mientras que los promotores del capitalismo nos amenazan con la extinción, con perderlo todo, para que estemos a favor de uno de los bandos, supuestamente el "bueno"; pero hay un presupuesto que ambos enemigos dan por sentado: que el régimen que cada uno representa es el mejor y vale la pena no arriesgarlo. Es decir, en realidad nos chantajean con la engañosa ilusión de apoyar para continuar y no perder el supuesto mundo maravilloso actual. Esa afirmación es falsa, lo que se merece salvar no es la realidad actual, sino la realidad que podríamos llegar a ser un día, si logramos eliminar las oprobiosas desigualdades de hoy, la explotación, discriminación y contaminación reinante. Lo que debemos salvar es la posibilidad de construir una vida distinta, que precisamente el modo dominante actual no lo permite.

El término "chantaje" (del francés chantage) significa la presión que, mediante amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a obrar en determinado sentido. Sin duda, la manipulación de los medios de comunicación, en el marco de la cultura del espectáculo dominante, nos hace creer que vivimos la mejor era de la historia y nos conmina a conservar todo lo bueno que tenemos. Lo que vale salvar no es el mundo como lo vivimos, sino la posibilidad de actuar, pensar diferente, la conciencia crítica de lo malo que es el régimen económico del capital global. Solo sobre esta base podremos construir un nuevo horizonte mundial más justo, solidario y ecológicamente equilibrado.

Tanto el capitalismo salvaje y depredador del occidente neoliberal, como el capitalismo patrimonial estatalista de Asia son modalidades autoritarias que profesan la religión del dinero y las ganancias por encima de los seres humanos y la conservación de la naturaleza. En los últimos 200 años han acumulado en manos de dos docenas de consorcios transnacionales, propiedad de 200 familias, todos los recursos del planeta que han manejado para enriquecerse, gracias a paraísos fiscales sin control. Los descubrimientos científicos y las tecnologías existentes como nunca antes en siglos pasados deberían permitir a la humanidad en conjunto lograr una mejor calidad de vida.  Sin embargo, los males de las civilizaciones pasadas no han desaparecido, por el contrario, se han profundizado.

El número de personas en situación de esclavitud moderna ha aumentado considerablemente en los últimos cinco años. En 2021 había 10 millones más de personas en situación de esclavitud moderna en comparación con las estimaciones mundiales de 2016. Las mujeres y los niños siguen siendo desproporcionadamente vulnerables. Cada año, casi 46 000 niños de entre 10 y 19 años se quitan la vida: es decir, un niño cada 11 minutos. En todo el mundo, solo un 2 % de los presupuestos estatales de salud se destinan al gasto en materia de salud mental; menos de un dólar por persona en algunos de los países más pobres. El tráfico de adolescentes para la prostitución clandestina, en lugares apartados e inmarcesibles, ha crecido en forma constante en los últimos diez años. 

Las hambrunas en el siglo XXI han aumentado. En Malawi, Sudán, Afganistán, República Democrática del Congo o Siria, millones de personas carecen de recursos suficientes para alimentar a sus familias. Y la situación en algunos de estos países podría empeorar si la comunidad internacional no aborda este problema urgentemente. El número de personas que viven en condiciones cercanas a la hambruna se ha multiplicado por seis, hasta llegar a más de 520 000. Es probable que hasta 11 personas estén muriendo de hambre cada minuto, superando el número de muertes que provocó la Covid-19 y otras causas subyacentes. En conjunto, las muertes por sobredosis de drogas aumentan año tras año. Entre 2019 y 2020 se reportaron más de 92 000 fallecimientos. Las personas jóvenes están adquiriendo más drogas y los niveles de consumo actuales en muchos países son más altos que los de la generación anterior. En África y América Latina, las personas menores de 35 años representan la mayoría de quienes reciben tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de drogas.

A escala mundial, 132 millones de niños no están escolarizados, esto representa más de la mitad de la población mundial de jóvenes y más que los 127 millones de niñas no escolarizadas. Es la población infantil a quienes la educación deja cada vez más rezagada. Son ellos los que corren el riesgo de repetir, de no progresar, de no terminar sus estudios y de no aprender en la escuela. Mientras en el siglo pasado la desvinculación y el abandono escolar de los niños estaba focalizada en países en vías de desarrollo hoy no hace distingos. La pobreza y la necesidad de trabajar figuran entre los principales factores del abandono escolar de los niños en el mundo.

La idea de que vivimos el mejor de los tiempos se fundamenta en la creencia que con esfuerzo y talento se logra éxito y fortuna. Por ello acusan a los desposeídos y pauperizados de ociosos y mediocres. Las élites modernas se presentan a sí mismas como una colección de individuos talentosos y esforzados que destacan por sus méritos, no por su cuna. Con ese discurso la creciente desigualdad del mundo parece más democrática pues, en apariencia, nadie está excluido de las oportunidades al éxito y el que no lo logra tiene la culpa. Múltiples investigaciones confirman que todo eso es un mito, pues donde se alega mérito hay siempre privilegio.

Diversos estudios económicos de prestigiosas universidades han mostrado que más del 50 % de los cargos más altos en las empresas lo ocupan ex alumnos de sólo nueve colegios exclusivos. A escala internacional la tendencia de que los mejores puestos queden en manos de personas de un mismo origen académico, da cuenta de una cultura ejecutiva cerrada, que no da oportunidades a talentosos de otras clases. Una consecuencia de eso es que la movilidad social intergeneracional es bajísima: el hijo del rico chileno tiene una probabilidad del 56% de seguir perteneciendo al 10 % de mayores ingresos, pronóstico mucho más alto que el que tienen los hijos de los ricos peruanos o bolivianos, que no alcanzan a dos dígitos. Esta falta de movilidad tiene un correlato entre las familias pobres: necesitan más de seis generaciones para que uno de sus descendientes llegue a la clase media, según un reciente estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OECD).

Además de lo ya argumentado existe una perspectiva que desarma toda esta estrategia retórica que pretende justificar el régimen del capital global actual sobre la base de las oportunidades de éxito gracias al esfuerzo y el talento del emprendedor. Si lo afirmado fuera verdad y los que ocupan los cargos ejecutivos, lideran el sistema económico y político, fueran personas con formación profesional, eficientes y cuadros competentes, la pregunta es: ¿por qué la corrupción ha crecido tanto hasta generalizarse en todo el globo terrestre e institucionalizarse conformando una lacra que impide el desarrollo? La respuesta es simple: porque precisamente no se respeta el conocimiento, la competencia profesional, el talento innovador ni el esfuerzo ejemplar en todo este reino actual que pone por encima las ganancias y el dios dinero, sin importar las consecuencias negativas para las personas y sus deseos de progreso honesto y justo.

Esta fotografía del mundo actual, como caldo de cultivo de la corrupción, vale para todos los países, pero en especial para el Perú. En los últimos seis años hemos visto desfilar con un cinismo increíble, un conjunto de personajes de la clase gobernante que para conseguir la presidencia del país, del Congreso o cualquier otro organismo e institución, así como para ser congresista, alcalde, funcionario de un ministerio, rectora o hasta incluso obtener una viajecito pagado son capaces de mentir, fraguar documentos falsos, obtener grados y título falsificados o en universidades negocio, sin ningún empacho ni respeto a quienes precisamente tienen méritos por su esfuerzo y talento. Por eso la corrupción institucionalizada es el gran mal del país. Deberíamos exigir a los actuales parlamentarios que pretenden quedarse hasta el 2026, así como al gobierno actual calificado por los organismos internacionales como dictadura cívico-militar, que, si son efectivamente hechura del esfuerzo honesto y el talento, aprueben con carácter prioritario una Ley de Muerte Civil para todo ciudadano sentenciado por delitos de cohecho, corrupción, alteración de información personal y complicidad dolosa. Propuesta de norma jurídica que ya se presentó en el 2021 y que todos los grupos parlamentarios han olvidado preocupados exclusivamente de mantener y ampliar sus privilegios individuales y grupales.

Imagen: Infobae

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