Política

¡Pasemos la voz: ya viene el día!

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Julio 05, 2023

Muchos estudiosos de diferentes especialidades y distintas nacionalidades coinciden que la humanidad se encuentra en el umbral de una nueva era aún impredecible. Son los grandes descubrimientos y las sorprendentes innovaciones tecnológicas, como nunca antes en la historia, las que deberían brindarnos serenidad y confianza frente al mañana. Sin embargo, los males del pasado en lugar de solucionarse se han incrementado. La población mundial ha crecido de 2,500 millones en 1950 a 8,000 en el 2022, demográficamente 3.20 veces en 72 años. La desigualdad entre naciones, regiones y ciudades ha aumentado en extremo. La esclavitud de mujeres y niñas, la explotación de hombres y la hambruna de pueblos olvidados, lejos de reducirse o desaparecer se ha ampliado y se extiende por todos los continentes.

Las promesas de bienestar, desarrollo y cooperación entre países -como lecciones de las dos guerras mundiales- se asumieron como políticas públicas de educación, salud y jubilación para todas las naciones.  Lamentablemente, se abandonaron tres décadas después cuando, impulsado por la naciente revolución informático-digital, el capitalismo transitó hacia una cultura del espectáculo y la globalización. Renacieron las prácticas despilfarradoras, contaminantes y depredadoras de sus inicios, cuyo colonialismo inherente adquirió con el control de los medios de comunicación la condición de un simulacro de mundo feliz hegemónico al servicio de la religión del dinero y las ganancias. Promovidas por la ideología neoliberal del libre mercado, un puñado de corporaciones transnacionales manejan los recursos del planeta al servicio de un grupo de familias multimillonarias. Para mantener sus privilegios y ampliar sus beneficios, en las últimas décadas la cúpula empresarial se ha aliado con la dirigencia política, como anticipara el economista belga Ernest Mandel en 1972, para imponer un capitalismo de la manipulación y el control, una democracia de la apariencia y el fraude funcionales al nacimiento de un régimen mundial autoritario, corrupto y militarizado en donde la verdad de la ley no existe, pero se acata.

El factor determinante de este proyecto en curso han sido las tecnologías de la información y la comunicación que hoy en día han impulsado en dimensiones inimaginables todas las actividades sociales. Este crecimiento ciego al servicio del consumo anárquico, las exorbitantes rentabilidades de una economía cultural de bienes intangibles, conduce paradójicamente al despilfarro, la depredación y la contaminación ambiental simultáneamente con la hambruna, el abandono material de niños y ancianos, así como con formas de evasión patológicas como las drogas, los estupefacientes y la violencia sistémica. Sin embargo, la peor consecuencia de los dispositivos de comunicación digital ha sido que nos han llevado a la incomunicación, a la pérdida de la conversación con nuestros familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo al convertirnos en individuos aislados, centrados y ensimismados en nuestras cuitas individuales egoístas.

A partir de esta situación promovida por la cultura del espectáculo y el control monopólico de los medios de comunicación social nos imponen como verdad lo que son interpretaciones de conformidad con sus intereses y motivaciones egocéntricas e inhumanas. Por el contrario, lo que ha creado el mundo social actual ha sido el consenso, el acuerdo, el uso cooperativo del lenguaje que establece obligaciones y derechos mutuamente aceptados, respetados y protegidos. La irrupción de esta era, calificada de los individuos tiranos, egoístas y alienados por el dinero, se sostiene en esta pérdida de la palabra como el medio esencial de la convivencia humana. El modo de vida del siglo XXI pareciera confirmar la aseveración “El hombre es un lobo para el hombre" (en latín, homo homini lupus)  del filósofo inglés del siglo XVIII Thomas Hobbes en su obra El Leviatán (1651) para referirse a que el estado natural del hombre lo lleva a una la lucha continua contra su prójimo.

En tal sentido, los que vemos con preocupación la encrucijada hacia donde nos lleva el actual sistema económico y político debemos de comprometemos en promover una conciencia crítica a través de los medios que la telemática y la tecnología pone a nuestra disposición. Esta visión disidente deviene prioritaria y fundamental porque solo a partir de ella podemos promover, recuperar el diálogo, la conversación y la difusión de un uso cooperativo, solidario de las palabras. Nuestro deber ético frente a las generaciones venideras consiste en imaginar y recuperar un futuro diferente para el mañana. Invitamos a coordinar, proponer e impulsar acciones y propuestas entre redes que progresivamente unan a los hombres y mujeres comprometidos con la vida, la naturaleza y la fraternidad humana. Exhortamos a las instituciones, las organizaciones, los colectivos, las asociaciones a abandonar el silencio cómplice, para dar inicio a conversaciones con el objetivo de recuperar la palabra comunitaria, la participación en una revuelta crítica pacífica que reconstruya una educación para la libertad y supere la pedagogía de la opresión, el egoísmo y la desigualdad. Superemos la fragmentación y disolución del diálogo y el consenso, recuperemos la cooperación y solidaridad que nos convirtió en la especie dominante de la Tierra. ¡Pasen la voz: ya va a llegar el día!

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