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Merodeando el cementerio

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Julio 14, 2012

De visitar con regularidad el cementerio pasas a necesitarlo.

Observas sus galerías de cemento y paredes blancas…

A la sombra de sus árboles acostumbras recapacitar.

Ahora quizá en que no te gustaría dejar de perderte entre sus calles.

Lo aceptas, te agrada andar viendo sus lápidas y estatuas.

Experimentar sorpresas lúgubres y desgarrantes.

Hay paz en donde hubo indiferencia y hasta hostilidad.

Ninguna iglesia o templo te ha estremecido como la casa de los muertos.

 

Cuando deambulas por sus jardines te percibes mejor persona.

Reflexionas de un modo peculiar cuya resonancia puede durarte días.

Sufres también recordando, pero ya no tienes miedo al hacerlo.

Ahorita justo buscas la cercanía de una tarde con tumbas.

El cantar de los pájaros pareciera distinto.

Los rayos del sol son de un brillo realmente diferente.

Conforme se va caminando se distinguen las hojas secas… son otros los ojos que miran.

¿Cómo es eso de ir creciendo ah?

 

¡Entender que no es tanto el miedo a morir lo que te hinca!

Comprender que en realidad es el miedo por el destino de quienes se quedarán.

De esos a quienes amas.

De esos y esas que te extrañarán.

Acaso justifique alguien una mala vida, un camino cargado de errores y locuras por tu ausencia.

¡Maldita sea!, te increpas, ¡maldita sea!

Aunque no existen motivos para considerarte cerca del otro lado... estimas estar al borde del otro lado.

 

Te remuerde la conciencia abandonar el barco antes de tiempo.

Destruir los planes de otros contigo.

Y todo por tu culpa, lo sabes bien.

Te autodestruías sin feriados.

Anhelaste los excesos como alimento básico.

Dijiste no arrepentirte jamás de tus decisiones.

Que “habían de quererte tal y como eras”.

Eso gritaste, incluso eufórico por el intensísimo instante.

Es más, para ti eterno como tantos otros.

 

Ahora sólo te queda despedirte.

Dejar a los chicos pequeños, y ya sabes…

Escribir la carta del adiós final.

Beber la copa con los amigos sin discurso llorón.

Alzar la voz muy fuerte a la hora de decir, “hasta pronto”.

Acostarte con ella una última vez.

Hacerle el amor con ganas, como desde hace un tiempo ya.

Porque así vives de un tiempo a esta parte, muy intenso.

Pendiente.

 

Foto: Cementerio El Carmen de Chiclayo, por Alex Neira.

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