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Pensando en tanta basura

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Julio 20, 2012

 

Nadie, o muy pocos, veía mal resolver las discusiones a cuchilladas.

Alguna vez fue así, todos tenemos noción sobre ello.

Tampoco estaba mal visto la falta mínima de libertad de la mujer.

 Aunque ahora parezca tan normal alguna vez fue de lo más anormal.

Hemos ido civilizándonos, podría afirmarse.

Obvio que asimismo ha habido regresiones y acaso en este instante rodemos en una.

Con todo y eso, hay características que a pesar de los años continúan casi intactas.

La idiosincrasia del peruano se aprecia en gran medida por su malquerencia a su tierra.

Por su desapego frente a los problemas generales que involucran su participación.

 

Malquerencia, mala voluntad contra alguien o contra algo.

Es ese sentimiento avinagrado el que mantienen diversos conciudadanos con respecto a su comunidad.

No es que no la quieran, en realidad la quieren mal.

Una especie de amor enfermizo.

Les zumba, diría una chica de hablar resuelto a quien no veo hace mucho, por cierto.

Cuando se trata de proclamarte chiclayano lo haces recitando eso de “¡ciudad de la amistad!”.

En sí te importa un pepino.

En sí no la quieres como parte de tu jardín.

Menos como un tramo de tu área techada.

 

En Chiclayo sin asomo de duda el peruano se luce como una escultura.

En el sentido de poder contemplarse de manera plena: tridimensional, su alterado querer para con su autoctonía.

Y más todavía: conceptual como una nueva teoría del embuste.

También es posible, se trate más que de la obra, de quien la contemplara.

Lo que sí es de común terreno distinguir lo poquito que se la valora.

El aprecio superficial hacia ella: o tan mínimo, o tan de mala gana, o con tanto descuido, o con resentimiento, o con locura vesánica.

Olvidémonos de lo que se dice de la boca para afuera, de lo que se cree porque sí:

¿Acaso cuando te encuentras con un amigo te haces a un lado de la verada pensando en los demás caminantes?

¿Acaso siquiera no abandonas tus botellas vacías al aire libre?

 

La ciudad de las bolsas de plástico al hilo del viento, qué gracia, es frecuentada por vendavales y ciclones.

“Buen presagio”; ciertamente, la basurología podría hacer buenas migas con Cix.

Ya tenemos ingente materia prima, sólo falta que –de los tantos arqueólogos sin trabajo– hiciera alguno un giro al estilo William Rathje.

Un arqueólogo que cambió de repente su óptica académica, fundador de la ciencia garbology.  

En lugar de ansiar otro Sipán, enloquecidos por lo precolombino, ir tras los desperdicios como a él le sucedió.

Y en Chiclayo, a diferencia de Tucson, se contaría con el incentivo “basurales a la vuelta de la esquina” y no contenedores a las afueras como en el caso del profesor.

¿Encima con media ciudad oliendo a mierda por los desagües (y Municipio) colapsados?

Que al menos algún ene arqueólogo le saque provecho a la inmundicia que nos infecta.

¡Epa!, nada de pedacitos de cerámica, tallados de piedra, puntas de cuchillo…

 

Nota al pie

Que otros se arranquen los ojos por descubrir el tesoro escondido de los Incas, qué va.

Acá se tendría la fortuna de no necesitar casi excavar.

Encendedores, cartuchos de tinta, periódicos, latas, cintas, pañales, botellas, bolsas, cepillos, y un larguísimo etcétera. 

 

Foto: Alex Neira (“En pleno centro de Cix”)

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