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A puertas de celebrar

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Julio 27, 2012

A puertas de celebrar un año más de nuestra Independencia sería bueno explicar conceptos y temas políticos.

Teoría.

Esa que al menos permite la discusión productiva, en donde al final se avanza así todavía se esté lejos de un acuerdo.

Hoy en día los políticos comunes y silvestres desconocen siquiera el vocabulario mínimo-necesario para saber ayudar en los inconvenientes de todos.

R-e-c-o-r-d-a-r que de buenas intenciones no se ha alcanzado ninguna medida atinada es en la actualidad imprescindible.

Para resolver alguna crisis pública es obligatorio conocer ciertas pautas, asuntos y hasta conceptos relacionados con la res publica, considerando consustancial las ganas de querer acertar. 

De entrada, idóneo sería que nuestros políticos y demás ciudadanos tuviéramos nociones claras del ámbito político, económico, social y educativo de nuestra sociedad y el mundo.

Nociones claras, y repasar y ahondar y repasar y ahondar…

Haber leído sobre la dignidad, la autonomía, el individuo, la ciudadanía, la tolerancia, la racionalidad, la conciencia, es fundamental, y así también seguir buscando nuevos términos y enfoques, ¡tal y como releer esas palabras “con historia”!

Los conceptos son básicos para arribar a siquiera poder discutir problemas complejos.

Los conceptos no son adornos y ningunearlos sin conocerlos es peor a simplemente equivocarnos criticándolos.

En definitiva: urgente divulgar palabras “con historia”.

De hecho, Nietzsche escribió que los conceptos cargan con una definición o una historia.

Un concepto matemático podríamos definirlo al margen de los años pero no la libertad, por dar un detalle.

Un ateniense antes de Cristo vivía en una democracia que ahora es bastante distinta.

Sin embargo, la palabra olla es la misma desde entonces, se la puede definir igual.

Muy diferente a lo que envuelve la palabra legitimidad, para dar otra verbigracia.

Valery, poeta ante todo, certificó que había palabras cantadoras antes que parlantes.

En ese sentido, palabras como amor, economía, libertad, son palabras cantantes. 

Trasmiten algo tan profundo como lo musical, se las recuerda un tanto antes de entenderlas, y generalmente eso que trasmiten evita las podamos asimilar por completo.

Por otra parte, téngase presente que las palabras denotan una cosa y asimismo pueden connotar otra.

Vocablos como carne, gato, mesa, pared, reloj, son palabras concretas.

Vocablos como Estado, felicidad, soberanía, nación, son palabras conceptuales.

 Los seres humanos primitivos usaban palabras concretas, carecían prácticamente de concepciones mentales, de abstracciones: de riqueza de significados.

(Importante: el lenguaje abstracto –prefiero pecar de detallista– se elabora mediante la lógica, a partir de la palabra escrita más que nada).

Antes resaltaba lo perceptivo, lo sensible, lo visible, hoy en día no obstante, digamos la realidad política, social, económica e inclusive existencial, se fundamentan en lo inteligible, en el “pensamiento conceptual”, en nuestra capacidad connotativa.

O mejor dicho, en la capacidad científico-cognoscitiva.

En nuestra capacidad de abstracción, tal y como dice el maestro Sartori.

Son palabras que no se pueden ver, que sólo podemos concebir en nuestras mentes.

Como las palabras mismas política y teoría.

Esos que creen que porque alguna vez estudiaron con pasión un tema como, diré, la muerte, o la hambruna, o el liberalismo, y consideran que ya con eso no precisan averiguar más nada, no entienden el trasfondo de los conceptos.

O sea nada de nada.

¿Qué pensar de quien saltara de alegría por estimar, debido a diversos estudios e investigaciones, ha dado punto final a la “justicia”, o a la “ética”?

Lógicamente atentaría contra su humanidad y racionalidad.  

Lo peor es que personas con ese talante obtienen cargos públicos.

Por eso mismo es inexcusable enseñar a rebuscar, a repensar no para obtener respuestas sino para generar mejores interrogantes.

Expandirnos no para cerrar temas sino por aprender a delinear lo poco que dominamos de ellos, lo bastante que asimismo nos falta por indagar.

No es prudente ignorar el perfil del típico político peruano: embustero fanfarrón que cree saber demasiado por su criollada y vileza.

Bien, los elegimos para que nos representen, empero no es dable hacernos los desentendidos.

Educamos con nuestra indiferencia, con nuestra desesperanza cómoda, con nuestro pesimismo infructífero.

En lo concerniente a lo político, a lo que involucra el bien común, la ausencia de conocimiento teórico, conceptual, más que nada por parte de los congresistas y demás otorongos, es desde ya un grandísimo riesgo para el desarrollo democrático.

Asuntos tan complejos que enfrenta una nación serán resueltos a la suerte –si no es ya así–, por medio de asesores de oscura o dudosa procedencia.

Los términos políticos no son descriptivos, más bien están mezclados entre sí, sus historias se entrelazan más de una vez y en más de un sentido.

El socialismo ha tomado bastante del liberalismo clásico y el liberalismo de igual manera, harto del socialismo; para dar un dato.

Es en estos tiempos cuando hay que reordenar conceptos para salir de lo que es sin duda una atmósfera de aire tóxico.

Aire tóxico del fetichismo de las palabras de los politiqueros.

Ahí por ejemplo se puede apreciar mi proposición:

¿Qué significa “politiquear”, de donde se basa el adjetivo “politiquero”?

Hacer política con superficialidad o ligereza, podría ser una buena definición de nuestros políticos.

Hacer política con intrigas y bajezas, otra acepción perfectamente aplicable a los más de nuestros portavoces.

Esos dos significados elegidos y la palabra en sí pueden ser prescindibles pero ahora sirven para mostrar lo determinante que podría ser conocer términos políticos.

Saber de conceptos no es cosa de niños, es cosa de adultos.

La política no es una excepción, más bien al contrario, habría de darle énfasis: ahondar la difusión de su tradición.

Lo complicado, lo complejo, es parte del proceso de quienes asumen compromisos de cuidado.

Como reza un antiguo proverbio, no siempre el camino más corto (simple, claro, sencillo, fácil) es el mejor.

 


Foto: Alex Neira (Título: ESPERANZA  Modelo: Abril Chávez Abad

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