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Las tardes de Chiclayo

  |   Alex Neira / Sentimiento de autoctonía   |   Mayo 17, 2011

Las tardes chiclayanas quizá sean algo que valga la pena experimentar.


Desde que empecé mis primeros cursos (si sirve de referencia), debía rigurosamente analizar este curioso concepto: Las Tardes.

Recuerdo que lo primero en impresionarme fueron sus corrientes de aire.

Quien sea chiclayano neto de hecho tuvo que crecer con la incomodidad de piedrecitas entre los ojos, hijas bastardas de las pampas y los tierrales que al hilo del viento se entremezclan a lo largo y ancho de la ciudad.



El viento parece poseído, hegemónico frente a las demás etapas del día, solamente el rugido eólico de las noches de invierno podría comparársele.


Oh sí, las tardes de Chiclayo son para protegerse.


¿Quién en una tarde cualquiera no escucha silbar al viento, golpeando implacable contra puertas y ventanas?

Desde el interior de tu casa, ya desde las cuatro hasta las seis de la tarde, percibes el implacable silbido allá fuera, tus vidrios tiemblan y tiemblan entre los ronquidos de algún dios dormido de tanto ron, pisco, cerveza y yonke.

Quizá nuestro oxígeno, ese que habita en el aire, no es más que un resoplido, un tufo divino…

Cierto, fue muy atinado considerar como lema del equipo de fútbol de la ciudad: “El ciclón del norte”.

Por lo demás, en otoño, específicamente en abril, las tardes parecieran tener un aire de limpidez. 

Respirar al aire libre una tarde de esas nos purifica.

Así también, he notado que en junio, justamente a finales de junio -exactamente los 21- deja de haber viento.

Ese día no hay corrientes de aire.

Ese día no aletean ni las moscas.

Es un caso muy atípico, lo sé. Y comprenderé si la mayoría, o todos “no me creen”.

Las tarde chiclayanas de verano, por otra parte, son divinas para el flirteo y los excesos a escondidas.

Así que ya saben, a respirar con otro aire.


Es verdad que puedo estar un poco loco, pero es cierto también que el mundo es demasiado crudo para vivir todo el tiempo dentro de él.

No es tan malo esto de crearte conceptos e ideas nada más tuyas, en un idioma que únicamente tú comprendes y que algunos hermanos metafísicos felizmente entienden…

Al final de los finales lo único que queda es el haber entendido que tanto la tristeza así como la alegría no son más que formas de tomar las cosas.

Alguna vez te chocarás con alguien que tiene todos los motivos para sentirse feliz, y se encontrará triste.

Alguna vez también te verás con alguien que tiene todas las razones para percibirse mustio, y lo encontrarás alegre, con una sonrisa tan transparente que no sabrás qué hacer; seguro tu lado mezquino será el causante de tu inercia.

Estarás ahí, de pie observándolo, como no creyendo su nobleza.

Y mira, igualmente de pronto admirándolo sin tapujos.


Oh sí.


Tus ojos están en sepia entre las tardes de Chiclayo.


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