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Carta abierta a Mario Vargas Llosa

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Septiembre 07, 2012



Chiclayo, 07 de septiembre del 2012


             Señor:


            Acabo de terminar de leer su último libro, La civilización del espectáculo, y una vez más he sentido que realmente ya no sólo como escritor el país lo necesita. Entiendo si aquellas palabras le suenan a cantinela o alarmismo, pero si me permite explicarme acaso pueda cambiar de opinión.

            Hace algo de dos años le redacté una carta abierta, seguro no la leyó; ahí le manifestaba mi anhelo (y el de muchos) porque postulara a la Presidencia de la República. Ahora le escribo por un asunto parecido: formar o ayudar a formar un partido o agrupación política. He comprendido que quizá sea inadmisible emprenda una candidatura presidencial; de ganar sufriría inevitablemente un largo alejamiento de su carrera de literato, oficio que lo entusiasma y realiza, y al cual se dedica, por así decirlo, desde siempre.

            Por lo demás, como bien conoce, la situación política del país tiende a desestabilizarse más. Aunque el presidente actual no ha pateado el tablero democrático, su ineficiencia para liderar así como la gente que lo acompaña deja demasiado que desear. Por otro lado, los políticos en ejercicio directo, representantes del pueblo peruano, en sus cuartas quintas partes efectúan sus funciones con negligencia y saña, y a la vez confirman una realidad espeluznante: se postula al congreso o se hace carrera política por viles fines económicos o delirante empleo de poder, antes que por promover un futuro mejor para la sociedad en general.

            Los partidos y agrupaciones políticas, como ya lo vienen confirmando en las últimas contiendas electorales, no son precisamente los medios indicados para afianzar la participación ciudadana; se vota, es cierto, pero sin convicción. Es más, el aislamiento y abstencionismo de la ciudadanía va en alza. De hecho, los más de los peruanos no forman parte de ningún partido o agrupación política. Y obvio, como usted muy bien entiende, una colectividad democrática impermeable a tales entidades resulta más pronto que tarde altamente perjudicada, fuera del aumento exponencial de la crisis en cuestión. No es de extrañar por esto que, en la actualidad, nada más ansíen intervenir en política gente de pasado dudoso, o bien de cortísimo horizonte en cuestiones gubernamentales.

            En nuestros días, el intelectual se ha esfumado de los debates públicos, por lo menos de los que importan. Es verdad que algunos todavía firman manifiestos, envían cartas a los diarios y se enzarzan en polémicas, pero nada de ello tiene repercusión seria en la marcha de la sociedad, cuyos asuntos económicos, institucionales e incluso culturales se deciden por el poder político y administrativo y los llamados poderes fácticos, entre los cuales los intelectuales brillan por su ausencia. Conscientes de la desairada situación a que han sido reducidos por la sociedad en la que viven, la mayoría ha optado por la discreción o abstención en el debate público. Confinados en su disciplina o quehacer particular, dan la espalda a lo que hace medio siglo se llamaba “el compromiso” cívico o moral del escritor y el pensador con la sociedad.

            Estas líneas que he encontrado en su última publicación finalmente me convencieron para escribirle. Sé que la desairada situación que vivió cuando perdió las elecciones presidenciales de 1990 le hizo prometerse que jamás volvería a la política, pero también estoy al corriente de que en septiembre del 2007, cuando se anunció el lanzamiento del partido Unión, Progreso y Democracia allá en España, rompió ese juramento que se impuso a sí mismo, tal y como lo expresa literalmente en su discurso. He leído el manifiesto de aquella propuesta política, por supuesto he comprendido la razón de ese giro, y es que dentro de los 3 fundadores del partido se encuentra nada más y nada menos que el filósofo y pensador, además de ciudadano ejemplar, Fernando Savater.

            Justamente, a principios del año pasado, en un artículo que en cierta manera se lo dedica a él, se puede leer la gran influencia que tiene sobre usted: Desde que comencé a leer sus libros y artículos, debe hacer de eso unos 30 años, me pasa con Fernando Savater algo que no me ocurre con ningún otro de los escritores que prefiero: que casi nunca discrepo con sus juicios y críticas. Sus razones, generalmente, me convencen de inmediato, aunque para ello deba rectificar radicalmente lo que hasta entonces creía.

            Que ambos sean amigos desde antes incluso de que postulara a la presidencia, hace ya más de 20 años, me resultó –por eso de la ternura incondicional hacia un escritor que nos cautiva, algo superior a la admiración, como una correspondencia íntima– comprensible además de gratificante. Savater, por cierto, cuenta que por esos tiempos, en un restaurante madrileño reunidos con varios conocidos, fue apartado por Octavio Paz con la finalidad de pedirle ayuda para quitarle de la cabeza aquella idea de candidatear. Lo curioso es que cuando lo narra Savater (octubre 2007), igualmente confiesa que con los años él mismo se vería “envuelto en peripecias políticas”, agregando que últimamente intentaba lanzar un nuevo partido político en España. 

            ¿Por qué no integrar, o mejor aún, promover una nueva opción a la ciudadanía peruana? Un clientelismo lacerante ensombrece la administración pública y los poderes fácticos. Si bien usted no es la única alternativa no negará que sería en cualquier caso la persona más acertada. Desde luego que somos iguales, pero como personas, en cuanto a derechos y deberes políticos, pero el mérito que usted carga sobre sus hombros, le guste o no, hoy en día cuando menos, ningún otro peruano podría igualar.

            Le escribo consciente de que mi proposición puede acabar sólo en eso, un planteamiento como tantos otros. Es lo más posible. Lo evidente, dirán “los de grandes miras”. Mil razones hay para decir que no, seguramente. Con todo y eso, lo improbable siempre ha sido una posibilidad, y desde ese resquicio me manifiesto. Un ciudadano de a pie soy, y no preciso tampoco más para expresarme. Vamos, el fujimorismo a través de Keiko Fujimori, el APRA con la revenida de Alan García, la esposa del presidente actual según ya se entrevé, más que seguro dominarán el panorama político del 2016. Créame que los peruanos no quisiéramos elegir una vez más entre el cáncer y el sida, o mejor dicho: el mal menor. Recuerde que puede negarse, empero lo solicitado no está más allá ni de sus posibilidades, ni menos todavía de sus facultades intelectuales.


            Muchas gracias por prestarme atención, me despido expresándole mi mayor respeto y admiración.

 


                                                                                                             Alex Neira

 

Foto: elcomercio.pe

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