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Compañeros de vuelo

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Septiembre 21, 2012

 

I

Me preocupa mucho un amigo.

Siento que no comprende el secreto de la autodestrucción.

Entiendo que muchas almas apasionadas hoy en día se pierdan.

Sin duda es porque uno es sus pensamientos, y son sus pensamientos, o en todo caso la falta de una buena dosis de ellos lo que acaba por destruirlos.

En cuanto a mi viejo camarada la cosa es diferente.

Él comprende.

Decía Rivarol que lo más difícil en tiempos de perturbación no es cumplir con el deber sino no conocerlo.

Este caballero, por supuesto, no cumple con ninguno de sus deberes, pero de hecho sí conoce las causas de sus males y el camino para superarlos.

Inútilmente quiere salir adelante con las ideas que lleva encima.

No le da la gana de buscar “pensamientos”.

Mal que mal, no indaga por medio de la lectura pensamientos que en cuestión de segundos bien podrían hacerlo girar el timón.

Sea cuando más por unas horas.

(Así se comienza al final de cuentas).

Ha oído –he incluso en ciertos periodos de su existencia lo ha percibido en carne propia– del poder sobrenatural de un texto, y pese a ello Nancy-que-Bertha.

Ahora bien, es menester una indicación.

Para los artistas sus miserias, debilidades, vicios: son fundamentales.

Conviviendo con ellos, o más que nada recordándolos (o tratándolos de dejar atrás), se genera la consistencia y el color de la tinta de sus espíritus.

Al menos así sucede con algunos.

Él –al margen de que la gran mayoría de su escasa obra es un asco– ha compuesto algunas piezas sobresalientes, dignas de ser llamadas obras de arte.

Voy a un cuento y un par de poemas.

Tampoco se necesita más.

Remembremos a Rouget de Lisle, quien en dos horas de su mediocre existencia gestó la música y letra de la Marsellesa. 

Ese que luego de ello no volvería a concebir algo siquiera medianamente parecido.

Ahora, este amigo, en contraposición a aquel desperdiciado, mal que le pese es conocedor del secreto de la autodestrucción…

Todo indica, pareciera que rebuscara olvidar su “comprender”.

Y, debo deducir, de tanto darle la mula al trigo pues lo ha conseguido.

En ocasiones pienso que ha terminado por descomprender lo que alguna vez comprendió.

Quiere superar sus debilidades sin recurrir a “nuevos pensamientos”.

A esas terapias sin terapia.

Él, precisamente él, quien no cree en ningún dios ni en alguna cura exterior.

Y claro, al presente se ahoga en excesos.

Anda enojado, malhumorado, descontento de su vida y de todo el mundo.

Y bueno, eso en principio es genial.

Experimentar la decadencia.

La crisis existencial.

La mierda de vivir.

Sinceramente, lo han favorecido demasiado los hados.

Ha nacido con un verdadero destino.

Tiene todo para alguna vez decir: “he sobrevivido  a mí mismo”.

Pero sin embargo ahí está autodestruyéndose sin escribir ni leer.

Encima, cuando ojea algunas hojas… noventa y nueve por ciento son cojudeces.

Quisiera con estas líneas gritarle que hay tiempo para intoxicarse.

Ahora debe hacerlo con mayor fuerza y determinación.

Hasta saciarse.

Hasta la zona de emergencia de algún hospital, o morir en el intento.

 

 

II

Vivir es experimentar.

Experimentar es aceptar el bien y el mal como constantes inseparables.

Inseparables para quien busca la verdadera libertad.

Libertad para aprender del acierto y del error.

Error doble no querer formarnos de las derrotas y las equivocaciones.

Derrotas y equivocaciones que bien podrían encaminar al tino superior.

Tino superior cuanto más fracasado se fue, cuanto más conciente ahora se es.

Es así como se arriba a la plena conciencia de la buena vida.

Vida egoísta como ninguna, esa que ya sólo acepta lo excelente para uno mismo.

Mismo deber por extensión para los demás, porque queriéndonos con profundidad podemos querer con profundidad.

Profundidad que eleva, permitiendo sin más mejorar con humildad e inmodestia.

Inmodestia para por fin no ir más allá ni más acá, con los remordimientos en fuga.

Fuga que conlleva a ya no dejar lo que se quiere hacer por eso que se terminaba haciendo.

Haciendo la permutación esencial: de sentir culpa a sentir por fin tranquilidad espiritual.

Tranquilidad espiritual para bien y para mal, para aceptar las cosas y los hechos con responsabilidad.

Responsabilidad, la luz de la libertad: camino hacia la auténtica ascensión humana.

 

 

III

Anexo (pensamientos)

–       Mi experiencia me dice que las personas que no tienen vicios tienen muy pocas virtudes.

–       Estamos aquí para reírnos de la suerte y vivir nuestras vidas tan bien que la muerte tema llevarnos con ella.

–       El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

–       Cuando tengo que elegir entre lo malo y lo malo, me quedo con lo malo que nunca he probado.

–       Nunca sabes cuánto es suficiente hasta que no sabes cuánto es más que suficiente.

–       ¿Pagar la cuenta?... ¡Qué costumbre tan absurda!

–       Al comienzo fueron vicios, hoy son costumbres. 

–       No tengas miedo a la perfección, nunca la alcanzarás.

–       Mis vicios destruyeron mi vida, esa que sólo por ellos pude vivirla.

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–       Nada nos engrandece más que un gran dolor.

–       Sufrir es una necesidad de tu naturaleza, ¿quieres que algún milagro te proteja de sus enseñanzas? ¿O quieres afligirte porque tienes sufrimiento, cuando éstos vienen a todos? El sufrimiento es la cruz de oro sobre la cual se va abriendo la rosa del Alma.

–       Seré libre cuando me dome a mí mismo.

–       El tiempo del fracaso es la mejor estación para plantar las semillas del éxito.

–       Cuando estás inspirado por algún gran propósito, por algún proyecto extraordinario, los pensamientos rompen sus barreras; la mente transciende sus limitaciones, la conciencia se expande en todas las direcciones, y te encuentras en un mundo nuevo y maravilloso. Las fuerzas, las facultades y los talentos dormidos cobran vida y te das cuenta de que eres mucho más grande de lo que jamás hubieras soñado.

–       Hay un tiempo para dejar que sucedan las cosas, y un tiempo para hacer que las cosas sucedan.

–       Considera las contrariedades como un ejercicio.

–       No pienso que haya otra cualidad tan especial para lograr cualquier tipo de éxito como la cualidad de la perseverancia. Puede vencer casi cualquier cosa, aun a la naturaleza.

–       Uno debe vivir de acuerdo con lo que piensa, o terminará pensando de igual manera que ha vivido.

–       Sólo los que saben son libres.

–       Era un apache que siempre soñó con herir a la Luna con sus flechas. Nunca lo logró, pero entre toda su tribu, fue el que más alto las lanzó.

 

 (Autores citados: William Blake, Charles Bukowski, Mae West, Abraham Lincoln, Salvador Dalí, Groucho Marx, Musset, Dharmarakshita, Yogananda, Patanjali, Hugh Prather, John D. Rockefeller, Séneca, Paul Bourget, Fernando Savater y quien suscribe el presente texto.)

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