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¿Racista, discriminador, o qué…?

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Octubre 20, 2012


Una de las políticas de camuflaje más comunes entre consumidores de drogas ilegales se podría denominar “en mototaxi”. 

Al menos por estos lares.

Si bien una gran proporción de “la gentita” prefiere ubicar a su dealer ocurren días en donde es necesario salir de la comodidad, de la seguridad que envuelve esta droguística metodología. 

Hasta los más miedosos de vez en cuando deben arriesgarse yendo al “hueco”, pues muchos de los microcomercializadores además son consumidores, por lo que hay días en que no responden las llamadas de nadie, por completo noqueados por la ingesta excesiva durante horas de horas de justo sus productos.  

De hecho, más que por calidad o cantidad, es la ausencia de su vendedor habitual lo que los obliga a trasladarse a un Pueblo Joven, en donde la criminalidad es notoria, la intervención policial harto posible, el embauque un tanto usual, y la prensa tomando fotos para llenar espacios vacíos asimismo recurrente. 

Llegar en auto atrae demasiado la atención, lo efectivo según sus diversas y numerosas experiencias es ir por medio de una mototaxi, que ciertamente es el medio de transporte central por estos arrabales. 

Ahora… dos sujetos, amigos de excesos, esperan una “moto”.

Luego de unos minutos dan con una vacía.

-Chocherita, cúanto me cobras al mercadito del 9, ida y vuelta.

-A dónde vas exactamente.

-A la Ventana, ya sabes, habla pes zambo. 

-Puta soli, allá son siete mangos.

-No seas malo pes negro.

-Los tombos andan dando vueltas.

-Ya pes zambo, cinco luquitas nomás tengo, ya pues mi negrito.

El conductor asiente.

Ya en la mototaxi uno le dice al otro: “bien pendejo eres, racista de mierda”. Responde el otro: “yo no soy racista”. Encima eres cínico, replica. Ya te dije que no soy racista, vuelve a protestar. Le dices primero zambo, después negro, y ahora me dices que no eres racista. En todo caso sería discriminador, ya que no tengo esa actitud con todos los negros y zambos que conozco, a quienes por cierto no les digo cosas así incluso cuando estoy en copas. Bueno, responde quien empezó la conversación, ¡entonces eres un discriminador de mierda!

Esta conversación la he obtenido porque justamente estas dos personas no se ponían de acuerdo, así que recurrieron a mí, por una parte dado que soy abogado y algo sobre esos temas he de saber, y por otro lado, ya que me encontraron de casualidad, pues tampoco negaré que pese a conocernos como vecinos desde pequeños, santo de su devoción no soy. 

Por lo demás, repensando he considerado que tal vez hicieron una apuesta, puesto que sólo querían escuchar si bien la conducta del implicado era racista o en su lugar discriminatoria. 

¿Será realmente discriminador este sujeto que mantuvo aquella conversación con un conductor de mototaxi, al parecer de piel oscura y cabellos esponjosos?

Pues no.

A mi modo de ver las cosas no fue ni racista ni discriminador. 

Para empezar, todo racismo es discriminatorio, pero no toda discriminación es racista. La discriminación tiene que ver esencialmente con la igualdad ante la ley, y no solamente porque nuestra constitución lo estipule en su inciso 2 del artículo 2, como parte de nuestros derechos fundamentales, además existe una ligazón a nivel global, ya que este artículo como la constitución en sí, están entrelazados con normas supranacionales, como la Declaración de los Derechos Humanos, que en sí son el mayor logro político de la Humanidad.

La discriminación apunta a que la ley no debe aplicarse con preferencias, anteponiendo ciertos privilegios a unos de tal manera que afecte por lo mismo negativamente a otros. En pocas palabras exige correspondencia de derechos ante situaciones análogas. 

El racismo es una discriminación sistemática hacia otros grupos humanos, o en todo caso grupo humano. Parte de la creencia de considerarse ciertas culturas o razas superiores a nivel psicológico, tanto por temperamento como por inteligencia, frente a las demás. En suma, es una visión del mundo, una visión “racista” del mundo.

En cuanto a la actitud de aquel sujeto con el conductor de mototaxi… ¿nos dirigimos de la misma manera a nuestros padres que a un compañero de la secundaria al cual de repente nos chocamos luego de años sin vernos, le hablamos con las mismas expresiones a un camarada de parrandas que a un profesor del cual queremos un dato? 

“Traducción intralingüística” es el término con el cual se denominan los cambios de nuestra forma habitual de hablar. Y eso es sencillamente lo que hizo este sujeto. Nada de discriminación ni racismo. Aunque cada quien tenemos nuestras expresiones y vocablos de uso “común”, las alteramos según con quien, o quienes, estemos al frente.  Y no por hipocresía, se trata de que contamos más que nada con la capacidad de traducirnos a nosotros mismos, y en específico por tres causas: para que nuestro interlocutor nos capte mejor, o no desconfíe de nosotros, o pura y simplemente no nos rechace.

 Este sujeto que adjetiva a su interlocutor de “negro” y “zambo” lo que aspiraba en sí era una rebaja en el precio por una parte, y por otro lado no generar dudas sobre sus intenciones, ya que al final se dirigiría a un lugar “peligroso e ilegal”; no únicamente para él y su compañero sino para el mismo conductor.


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