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Entre palabras

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Noviembre 03, 2012

I

*Butade: salida extravagante e ingeniosa, de intención a menudo provocadora. (Diccionario Panhispánico de dudas).

*Boutade: intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar. (Real Academia Española –RAE–).


II

Desde el 2005, cuando apareció el “Diccionario Panhispánico de dudas” de la Real Academia Española, los patriotas del castellano conocimos un peculiar ventanal al conocimiento, por la corrección, aclaración y al mismo tiempo sorpresa de múltiples significados.

¿Por qué no habré regresado con la misma pasión (o al menos un tanto parecida) a esa isla solitaria y paradisiaca?

Durante el lapso que permanecí entre sus hojas –cerca de dos meses– caí en una gruta alucinante, nutritiva, profunda y espacial. Fue como estar en un estado de trance. No obstante, desde hace dos años por lo menos –poco después de salir a la luz en el ciberespacio, al costado del ícono de ingreso al diccionario en sí de la RAE– recurro, por comodidad, a esta versión multimedia.

(Muy bien ubicada: dentro de la página de la Real Academia Española. Donde se puede apreciar con facilidad dos íconos y títulos, ya uno diferente a como se le dice por lo general. “Diccionario de la lengua española” y “Diccionario Panhispánico de dudas”. Nada de “Diccionario de la Real Academia Española”. En fin.)

Así, viendo los avances de la vigésima tercera edición de la RAE, virtualmente, por Internet, doy de nariz con la palabra “boutade”. Voz francesa. Vocablo que conocí aquel otoño febril de cafés, cigarrillos Premier y un cuadernillo verde donde iba apuntando las palabras que más me impactaban; en esos días de sólo “Panhispánico”.

Recordé, para empezar, que en el panhispánico no decía “boutade”, como en francés, sino “butade”, ya traducido al castellano. En seguida, cuando leí la definición quedé aturdido. “Intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar”. Al parecer boutade era diferente a butade. Con todo, no olvidaba que “butade” no era otra cosa que la adaptación grafica propuesta para la voz francesa “boutade”.

Se supone que a partir del estreno de la vigésima tercera edición debemos decir boutade, y no ya como nos aconsejó el panhispánico. ¿Así terminarán las cosas? Bueno, más que seguro. Mientras me pongo a pensar en el ejemplo tan preciso que se ha utilizado para explicar el uso de la palabra “butade”. Sí: Oscar Wilde era un maestro de la butade. Y vamos, sí que lo era.

Alguna vez me enteré de que en sus años de formación, ya demostraba un comportamiento estrafalario como de réplica mortífera. Más de dos de sus catedráticos dudó de sus facultades, así que debía traducir el Capítulo 27 de los Hechos de los Apóstoles, “un examen de griego”. Y qué va, no sólo fue perfecta, ya cuando uno alzó la cabeza para felicitarlo exaltado por los demás “disculpen, no me interrumpan. Quisiera seguir leyendo para ver en que acaba todo esto", respondió sin despegar los ojos de aquella lectura.

Ahora me vienen a la memoria otras anécdotas, pero más que nada me atrae no saber en mi idioma qué expresión utilizar cuando en medio de una discusión no recuerdo lo puntual, lo determinante, lo que sabía y de repente olvidé. L'esprit de l'escalier, se dice en francés. De donde justo proviene butade, o sea boutade. En castellano sería “el ingenio de la escalera”. Aunque, específicamente apunta al momento exacto en que nos viene a la mente algo que debíamos haber dicho o hecho en una situación en particular, empero es demasiado tarde para realizarla.

Desde otro ángulo: lo que nos hubiera dado la razón.

La diferencia estaría en que mientras en la butade no es necesario argumentar, todo indica en el caso de “el ingenio de la escalera” sí. La acuñación de la locución: Denis Diderot. Extraída de su obra La paradoja del comediante. Resulta que los oradores debían subir y bajar por una escalera para pisar la tribuna que les permitirá realizarse; la ironía se distingue en que era moneda corriente se acordaran de aquel argumento más que ingenioso precisamente conforme iban bajando, alejándose de la tribuna.

Otro maestro de la butade fue Winston Churchill. Se cuenta que a mitad de una cena una diputada lo tildó de borracho. “Es probable señora, pero yo mañana me levantaré sobrio y usted, lamentablemente, se levantará igual”, respondió en el acto. No sería justo ni aun viendo a aquella señora a un metro de distancia, afirmar que Churchill tenía la razón de su lado.


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