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¿Te recomiendo un libro?
| Alex Neira / Descargos de conciencia | Noviembre 09, 2012
Se supone que debes cambiar.
No por la gente.
Mucho menos por la media naranja.
Tampoco es cosa de decir que lo haces por los tuyos.
Por tus hijos o en todo caso tus padres, para entrar en detalles.
Es asunto personal y lo sabes bien.
Los domingos al menos te ha abordado esta idea.
Tú quieres.
Seguro flojÃn.
Acaso a medias.
Pero estamos de acuerdo en que deseas ser otro.
(O claro, otra).
Ey, puedo estar equivocado en qué tanto.
SÃ, también podrÃas querer reinventarte con todas tus fuerzas.
Tanto hoy como ayer.
Has pensado en plantearte otra forma de vivir con tal Ãmpetu que te duele no haber alcanzado tus perspectivas.
Y bueno, asimismo cuando te digo que no aspiras cambiar por los demás no intento asegurar que no piensas en los tuyos…
Voy a que has arribado a la conclusión de que tú mismo debes vivir a partir de ti.
No es que no hayas recapacitado en tus seres queridos, vamos.
Ellos antes que nada, y lo entiendes clarÃsimo, esperan seas diferente pero por ti mismo.
Comprenden que si no lo haces por tu persona no lo conseguirás por nadie.
Ya demasiadas ocasiones y circunstancias terminaste volviendo a lo mismo, recuerda: anteponiéndote que serÃa imposible embarrarte de nuevo justo por tus promesas adquiridas de todo corazón.
Comprendes a la perfección qué quieres ser.
Qué quieres ser.
Con todo y eso de repente te olvidas de tus metas y promesas: suceden momentos donde lo único que cuenta es lo que quieres hacer.
Lo que quieres hacer.
Claro que sÃ.
Asà eso que hagas vaya en dirección opuesta a lo que precisamente intentas Ser.
O fÃjate, precisamente por eso.
¿Quién puede hacernos mayor daño si no nosotros mismos?
Cualquiera puede agredirnos, originarnos graves perjuicios, pero ¿a quién echarle la culpa de lo que nos hacemos nosotros mismos?
Es verdad, nadie elige la familia ni el mundo en que le ha tocado transitar, sin embargo ¿qué decir de la forma en que afrontamos los problemas de la existencia?
Eso, si mal no estoy, depende ya de cada quien.
De nosotros mismos.
Tranquilidad:
No intento sentar cátedra ni caer en moralinas.
Escribo desde mis errores.
A través de mis fracasos, o por mejor decir, experiencias.
Con conciencia de mis ansias fallidas y algunas pocas proyecciones logradas.
Debimos haber contado con profesores de ética en el colegio.
Ahora nos queda ayudarnos a través de lecturas y actos.
Aclaro, no me refiero a la ética de los curas o de los obedientes (biempensantes), apunto a la verdadera Ética.
Esa que hace reflexionar acerca del uso de nuestra libertad.
(Burros para aprender y pese a ello libres cuando menos para equivocarnos, no autómatas, borreguitos, timoratos, imbéciles).
Sin rezos, sacrificios, ni castigos.
Sin crÃticas a nadie, salvo a nosotros y por nosotros.
¿En dónde buscar si no en la ética planteamientos sobre nuestros actos, sobre las virtudes y los vicios?
Ella no ataca ni se siente por encima de alguna religión, más bien da salidas racionales para creyentes y no creyentes.
Para los de aquà como para los de allá.
Para los que nacieron con la gracia de la fe y para los que no tuvieron esa suerte, de acuerdo con la óptica cristiana.
Igual, la ética nada dice de creencias, su cosmos es repensar en “ideasâ€.
Yo la conocà por un libro en especial: Ética para Amador, del lucidÃsimo filósofo y polÃgrafo escritor Fernando Savater.
TÃtulo que, pese a no ser llamativo, al final encantará por la “alusiónâ€.
Ese fue mi caso siquiera, en un principio no me atrajo en absoluto.
Ahora se lo recomendarÃa inclusive al Papa, o a un criminal ah.
Pienso que les agradarÃa bastante.
Al margen de cambiar a partir de lo que se reflexiona.
Una etapa de nuestra libertad consiste en analizarnos, en alcanzar a comprender cuáles son nuestros errores y debilidades.
Cambiar, ser otro, tiene que ver con el actuar, con las acciones que realicemos.
Saber nuestros males y falencias no significa que en consecuencia nos convertiremos ya en lo que esperamos alcanzar.
Lo que sÃ: es dar un gran paso en la transformación interior.
Algo es algo, y continuar en esa ascensión a nosotros mismos.
Pues lo peor es perder las esperanzas, estimar que no podemos…
Recordar ya para siempre que por último la decisión es nuestra, que podemos reinventarnos… eso nos enseña la Ética.
Verán, esa ética que no contiene un punto final, que no es un curso para llevar y pasar.
A la inversa, no se concluye nunca jamás.
¿Una conciencia asà haya sido recta desde hace cincuenta años, acaso mañana no podrÃa flaquear?
Mucho más que lecturas: se puede esperar una vida plena sin tener nociones de paleontologÃa o neurociencia, pero no sin indagar sobre nuestra irreductible libertad.
Foto: "Laoconte y sus hijos".
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