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Un cuento por Navidad

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Diciembre 24, 2012

–¿Está Jimena?, disculpe, ¡se encuentra Jimenaaa!

–¿De parte de quién!

–Ummm… de un lejano amigo.

–¿Lejano amigo?

–Usted me entiende.

–No, no entiendo.

–Sé que ha vuelto por Navidad. Nos perdimos el rastro hace mucho.

–La señorita ahora se encuentra descansando, si me dice quién es, pues, cuando despierte le haré presente su visita.

–Dígale de parte de Aníbal.

–¿Cómo dice?

–Aníbal.

–¿Apellido por favor?

–Solamente dígale que vino a verla su lejano amigo Aníbal.

–Un momentito, creo que acaba de levantarse.

–¡No, espere un segundo por favor!

–¡Dígame!

–En realidad vine esperando no encontrarla, ya debo retirarme.

–Pierda cuidado.

–Disculpe tantas molestias, pensará que estoy medio chiflado; buenas noches.

–¡Joven Aníbal!

–¿¿Sí??

–La señorita lo vio venir, ahora ya debe estar ¡uf!, se escapó por la puerta trasera. Le susurraré algo: no quiere verlo ni en pintura. Por el bien de ella, no vuelva más. Además, puede chocarse con Beto, no sé si está al tanto que tiene muy mal carácter.

–Por el tono de su vocecita y su manera de actuar, deduzco, quien me habla a través del intercomunicador es una dulce mujer de unos cuarenta años, dichosa absoluta en el amor, ¡repleta de bilis y cizaña!

–¡Se equivoca!

–Su trabajo no es dar consejos, y menos entre bambalinas.

–Ella, por decirlo así, está al corriente de nuestra conversación.

–Entonces me rectifico.

–Joven Aníbal, usted no puede ir por la vida disculpándose, rectificándose cada dos por tres.

–Oiga, la verdad no creo en la navidad ni en Jesús, soy agnóstico; si he venido ha sido por esto del espíritu navideño, cuando frecuentaba a Jimena me habló de él, ella tan católica incluso me ganó una apuesta y me obligó a ir a un retiro.

–¡Esta casa vive en paz y armonía por la gracia de nuestro Señor!

–Hace un rato escuché algo, me hizo pensar que a ella le gustaría verme.

–¡No me diga que se le apareció el arcángel San Gabriel!

–Se supone que en este tiempo los corazones deben dar perdón.

–Celebramos el nacimiento del divino Jesús, qué dio la vida por nosotros, así no quiera creerlo.

–Pensé que tal vez ella buscaba perdonarme.

–Lo de usted sólo la mano de Dios Padre podría otorgar, hablo de un milagro.

–No entiendo, estamos a puertas de Noche Buena, cómo ha podido salir corriendo, qué pendeja.

–¡Bárbaro, siempre será un bárbaro!

–¡Calla vieja pajera!

–¡Ay Dios, qué contaminado, oh qué horror, hasta nunca señor Aníbal, qué Dios Padre lo perdone!

–¡No, no, vamos, en todo caso perdóneme usted!

–Por ser un día tan especial no he colgado. Bueno, ya váyase y no vuelva, no lo perdono porque en ningún momento me he sentido herida, sólo agredida con su vocabulario.

–Usted no es una mujer de vocabulario sino de léxico, ¿con quién tengo el gusto, por favor?

–No importa eso. Por lo que más quiera ya no regrese jamás.

–Cómo le dije, no quería verla, sólo que sepa que había venido a buscarla. No volveré nunca jamás, descuide.

–¿Y por qué sólo eso, no le parece un proceder demente?

–En realidad es muy lógico. Ella no es parte de mi presente. No me atrae charlar con su persona. Nada más pretendía darle a entender que la busqué, ella supongo comprendería que desde el momento en que lo hice, significaba, la había perdonado.

–Joven Aníbal, ella ha escuchado sus palabras, quisiera esperarla unos instantes en el zaguán.

–(¡Uy!).

–¡Adelante!, cierre las puertas al pasar.

–No, sinceramente, no. Ya me deben estar esperando. Yo soy agnóstico pero mi familia no, el espíritu navideño con todo me invade, es día de regalos y recogimiento con los seres más queridos, debo hacer algunas compras;  es cierto, no debí dejarlo para última hora, como sea debo visitar jugueterías y boutiques.

–Joven Aníbal, únicamente una taza de chocolate bien caliente.

–Feliz Navidad.

–Feliz Navidad joven Aníbal, tanto de parte mía como… de ella.

–Buena suerte.

–¡Una cosa más!, y esto ya a título personal.

–¡Ahaha!, sea puntual.

–Sabe…

–Muy puntual.

–Intérnese.

–Ja.

–Hágalo no por nadie más que por usted mismo.

–Mientras tanto, como buena cristiana, rece por esta alma descarriada, hoy es un excelente día para hacerlo. 

 

Óleo: Paul Klee 

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