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Esos desfavorecidos

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Febrero 22, 2013

¿Eres educador, político, funcionario, ejecutivo?

¿Qué significa “empoderar”?

Si eres alcalde o congresista así no conozcas la palabra muchas veces la has deber puesto en práctica.

“Conceder poder a grupos humanos desfavorecidos”.

¿Qué profunda definición no es así? 

Ah, cierto, ¿qué sucedería si siendo una autoridad pública, un representante por parte del Estado o alguna institución privada, no se tiene conocimiento de la existencia de este vocablo?

Pues se aprende.

Es cuestión de chocarse con la palabra en algún artículo o texto en general, o en todo caso escuchársela a alguien, sea para relacionarla consigo mismo, sea para referirse a otra persona.

Sí, se aprendeee.

Y obviamente (o debería serlo) con la finalidad de utilizarla.

Conjugarla.

Después de todo es un verbo para aplicarse entre humanos.

Es más, ¡imagínate que es de larga data!

Incluso la falta de su uso fue tan determinante que estuvo a punto de extinguirse.

Sobrevivió a través del inglés (to empower), por sociólogos y políticos, fíjate pues.

Otorgar poder a grupos desfavorecidos, al final de cuentas, sería con la óptica de ayudarlos a salir a flote, claro está para ya luego ellos mismos autosostenerse.

Ven la vida negra, así que no es para menos.

La facultad o potencia de hacer algo significaría que se brinda opciones de superación.

Oportunidades, dijo mi vecino.

Aparte de que nadie ayuda a otro sin ayudarse a sí mismo, existe una realidad innegable: no se puede exigir participación ciudadana de quienes viven fuera de los beneficios de la comunidad.

Integrar a desfavorecidos, marginados, menesterosos, abandonados, excluidos, discriminados, damnificados, sea por razones económicas, sociales o desastres naturales, es urgentísimo.

Y no tanto por alcanzar un pedazo de cielo, porque diosito lo recomienda.

Al margen de cualquier religión, se trata de superarnos a nosotros mismos, de madurar como compañeros de viaje, recapacitar en que los desintegrados son tan vulnerables como podríamos serlo nosotros mañana, o peor aún: nuestros hijos.

Se trata de reflexionar acerca de nuestra condición de “socios”.

Si se recapacita un momento, los más de los encarcelados son seres que nunca tuvieron motivaciones y cariño.

¿Es que la gente nace educada, hecha para hacer el bien, para respetar al prójimo por algún don divino?

¿Es que el deseo de emprender una empresa difícil y complica, que solamente se lograría con honradez, paciencia, entusiasmo, tenacidad y disciplina, nos viene ya programado en los genes?

No.

Nicaragua.

Nacemos nada más con ciertas potencialidades, que necesariamente precisan gestarse por la ayuda de otros.

Propios y extraños aprendemos viendo a nuestro alrededor, por el amor de seres mayores que nos protegen y nos enseñan a querer y a buscar la virtud.

Ser pobre o paria no es una amenaza, es una debilidad, y muchas veces no por uno mismo sino por el ambiente hostil donde tocó nacer y desarrollarse.

¿Ah, qué demasiados de aquellos ya son sociópatas? Bueno, es muy posible.

¿Pero por qué condenar a los hijos de éstos a un destino similar?

¿A qué se debe la seguridad de la tacha como para determinar que son irreversiblemente delincuentes o pasotas?

¿Acaso no se ha visto múltiples sucesos donde personas que habiendo cometido delitos, justo por ello mismo han encontrado la luz, un fin a sus vidas por medio del arrepentimiento, haciendo lo contrario a lo que en principio realizaban por motivación propia?

A ver… ¿Acaso no es de lo más humano el remordimiento?

¿Hay mejor manera para reengancharse a la colectividad que tomando conciencia de nuestros perversos o estúpidos actos efectuados?

¿Cómo podrían hacer si no se les da oportunidades para una vida digna?

Vamos, el superior modo de hacerlo es contribuyendo para que cada nuevo día haya más justicia y equidad, y eso parte de la solidaridad y la compasión.

El mundo podrá estar repleto de maliciosos y desalmados, empero, eso no es bandera para que se enarbole la misma política.


Sin ánimo de dramatizar o impresionar, en carne viva he experimentado lo que es vivir como un pasota, y así también los libros y diversas experiencias dolorosas y malévolas, me han convencido que estaba equivocado. No creo ser nada especial en este sentido como para que mi caso no sea el de cualquiera.

 

Foto: http://ululatus-sapiens.blogspot.com/2010/08/la-amistad-con-los-pobres-nos-hace.html

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