Sé lo que es dejar la envoltura del chocolate acabado de comer al vaivén del viento chiclayano.

O lavarme las manos en un baño público y por equis motivos no girar la manecilla del caño que evitará continué cayendo el agua.

Hasta sé lo que es tirarse un pedo en un ascensor repleto de gente a propósito.

Justamente por haber sido un niño perdido y un adolescente malcriado insisto en recordar que la ciudadanía se aprende mediante reflexiones, a través de interrogantes sobre nuestro papel en el mundo.

Puedes alcanzar la mayoría de edad, pero sólo si conoces el trasfondo de la política podrás entretenerte leyendo un artículo o un ensayo de investigación periodística, o manifestarte cabalmente por tu comunidad.

Cuando se garabatea una pared con spray por lo general no se entiende en qué sentido nos estamos perjudicando a nosotros mismos.

Lo digo con conocimiento de causa.

Experiencia.

Con elementos de juicio.

Aprender a apreciar no ya encontrándonos nosotros en el centro de todo es fundamental.

Y como bastantes de las cosas de envergadura, un proceso.

Se va aprendiendo a ser ciudadano.

Lo ideal es que se nos enseñe desde pequeños para cuando cumplamos 18 años sepamos desenvolvernos en beneficio de la democracia, y por ende de la justicia y la igualdad (autónomos).

Pero claro, se va adquiriendo el espíritu cívico.

De paso también se aprende a reconocer a los embaucadores, a los politiqueros, a los demagogos y sofistas.

Es más, sin puestos en especial, en cierta manera he sido por “mi actuar” como ellos, un embaucador de la ciudadanía, un politiquero pasivo como demócrata.

Si Chiclayo ahora pervive entre un desbarajuste vehicular y unas pistas y desahogues colapsados, es, sin lugar a dudas, por sus autoridades: fiel reflejo al final de cuentas de sus ciudadanos.

El Alcalde en particular es un inepto que encima tiene uñas de arpía, fruto de una costumbre a la fecha asentada: votar no por quien nos hace pensar y proyectarnos sino por quien nos asegura habrá cambios con mínimo esfuerzo de participación.

Ser ciudadano tampoco significa no se cometerán ya jamás actos inciviles.

En realidad conlleva una responsabilidad, ante los aciertos y errores que se pudieran consumar.

Si alguna vez te chocas con un político descarado en el supermercado, y le tiras lo primero que encuentras, ya tranquilo, ya después ante la ley, aceptarás los cargos imputados no sin antes explicarte.

Pero los aceptarás con firmeza.

La ciudadanía es digna de ti, está hecha para tu persona, es una cualidad intelectual, espiritual y social que precisas captar.

Absorberla hasta compenetrarla con tus demás planos.

Ámbitos.

Hasta andar por la vida no sólo siendo ciudadano sino procurando que otros también lo sean.

Imagen: http://blogs.perfil.com/lenguaje/2012/10/26/educar-con-el-ejemplo-una-responsabilidad-del-estado-y-la-sociedad/