Llevo todo el día pensando en ciertos actos que hasta ahora solo han quedado reservados para las noches en la cama. Llevo toda la tarde fantaseando con mi muerte y sus consecuencias. Quiero morir para que otros sientan remordimiento por eso.

Olvida lo que dijo o hizo. Piensa en desvestirse y ser fácil, accesible, generosa. No tiene cualidades para eso, pero en el mundo imaginario, en su mundo imaginario todo vale. Cuenta los pasos hasta llegar a sus sandalias altas que le estilizan el cuerpo fino. Encuentra una, pero no sabe dónde dejó la otra la noche anterior. No sabe si está en su cuarto o bajo alguna cama de otra habitación. Busca por todos lados. Se agacha. Se arrodilla dejando caer sus pechos que nadie ve, pero que todos tocan en algún momento de la noche e incluso de la madrugada. Tiene esa blusa negra que le queda muy bien. Busca. Para mayor comodidad se sienta en el suelo. Se mete debajo de la cama. Ahí todo está oscuro. Intenta meter todo su cuerpo debajo, pero no lo consigue. Ha subido de peso estos últimos meses. Igual se ve hermosa.

De pronto tocan la puerta y ella se pone de pie. Se saca el otro zapato para estar presentable. Presentable entiéndase como no cojear. Se acomoda la falda. Se mira al espejo. Va hacia la puerta, toma la manecilla y la abre. Es un cliente. Retrocede, porque el cliente enternado viene con furia. Deja el portafolio en el suelo. Ella sigue retrocediendo. Tiene miedo, pero lo cambia por deseo. Él camina hacia ella. La toma por la cintura. La lleva a la esquina. Toma sus pantalones, se los baja. Se baja el calzoncillo, toma los muslos de ella y contra la pared… le penetra su miembro. Se la mete sin más ni más. Ella gime y le gusta. 

Al rato, está despeinada, desnuda y sin sus dos sandalias.

Ella despierta y está mojada. Piensa que debe ser al revés: el sueño debe ser la realidad y la realidad el sueño. Entonces, se desnuda, se acuesta en la cama y nuevamente trata de dormir.

Foto del blog: Zoom, arte y fotografía.