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Domingos en cruz

  |   Julieta Reyna / PUSH   |   Julio 26, 2013

Estoy tan angustiada. Hoy no es un día en el cual quiera salir y saludar a alguien. Ni siquiera es un día para tomar cerveza. Estoy harta de caminar por el mercado, preguntando y viendo colores repitiéndose en cada esquina. Hoy no quiero caminar y tomar colectivo y tampoco quiero pedir rebaja. No, hoy no quiero sudar el sudor de otros cuando ellos me rosen sin querer.

Hoy es domingo y me gusta que sea domingo, porque quiero dormir hasta tarde. Estoy sola, porque mi madre se fue y mi novio está en un lugar haciéndole a alguien lo que debería hacerme a mí. Mis pies cuelgan y yo los muevo para sentirlos de vez en cuando, para que la presión no me gane y alguno de ellos se adormezca. Hoy es domingo y no hay desayuno. Hoy es domingo y es tiempo de ordenar mi cabeza.

Me levanto de mi cama y voy a la cocina para calentar agua. Dejo la hornilla encendida calentando el agua en la tetera y vuelvo a mi cuarto. Ahora mi cuerpo y la cama forman una cruz. Estoy echada formando una intersección. Mis pies siguen colgando de un lado y mi cabeza también. Miro al techo o finjo que lo miro.
A mi cabeza vienen recuerdos: de la infancia, de cuando corría descalza por alguna parte de mi casa. Esa casa que era grande y ahora también lo es, pero sin mí. Pienso en cómo lo conocí en cómo me enamoré y en cómo nos desnudábamos cada vez que queríamos. Pienso en el helado que me comí ayer, en la despedida de mi madre, en la despedida de mis amigos de secundaria. 

Sigo echada. Estoy con mi pijama que es un pantalón de algodón color celeste, un polo negro y nada más. No uso sostén y tampoco trusa. Es fácil sentir mis entrepiernas más juntas, es fácil sentirme y de eso me doy cuenta cuando estoy echada en cruz. Mis pechos también se acomodan como quieren. Están tibios y cómodos. Por eso me gusta.

Además, tengo ciertas obsesiones que en tiempos así, vuelven a su casa. Eso es lo que no sabe mi madre… mis obsesiones. Por ejemplo, ella no sabe dónde están mis manos ahora. Tampoco se lo voy a contar. Ella lo sabrá cuando ella lo descubra.

Cuando estoy en cruz, los domingos por la mañana me encanta manejarme. Ir en altos y bajos. Ir formando círculos. Si, los círculos son deliciosos. Pero también los triángulos porque tienen puntas y las puntas siempre me harán falta. Me encanta manejarme, porque yo decido cuándo parar y cuándo actuar de una manera más violenta, más… más y menos.

Tengo miedo. ¿Miedo? De qué tendrías miedo si nadie te ve. Si nadie nos ve, Mirian. Todo bien, todo liso, todo lisito… dispuesto a… a… claro… las puntas, los triángulos. Qué rico es armar triángulos con tus dedos y más así… de este modo. Humedad. Ganas. Y la tetera silva. Me levanto y la apago. Me sirvo un té y lo llevo a mi cama. Está caliente.

Mis entrepiernas están húmedas. Camino. Paso por el espejo. El espejo es de cuerpo entero. Me paro frente a él, con mi taza de té y mis entrepiernas que piden más. Dejo la taza en la mesa del costado. Me miro y me gusta. Me quito el pantaloncito y me da frío, es un friecito que entra. Me quito también el polo. Sonrío. Voy a mi cama. Me echo en cruz y ahora ya no hay miedo.

Claro, las figuras. Las figuras… los triángulos. ¿Dónde se ven los triángulos? En la comunicación, en la administración, en la bodega de mi casa, en el arte, en la filosofía y aquí, dentro de mí y con mis dedos. Ahora es más rápido, ahora me viene más humedad. Ahora mis dedos se agitan más. Ahora ya no quiero sentir mis entrepiernas, quiero abrirlas, quiero abrirlas más. Dejo de ser cruz, ocupo toda la cama. Me tapo. Me doy vueltas. Todo varía excepto el gusto por mover mis dedos dentro de mí una y otra vez. Repeticiones violentas, lentas y, sobre todo, repeticiones mías… repeticiones que acaban y empiezan con mis manitos. Repeticiones que terminan y no duelen, porque paro, pero nunca termino… paro, pero nunca termino. Cómo me gusta... y fin. 

Tengo los ojos cerrados. Los abro. Estoy sudando. Sonrío. Me levanto y voy por mi taza de té que ahora debe estar fría.

 

Foto: lapatilla.com

Fondo musical: Johnny López Vargas.

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