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¿Recital o qué?

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Agosto 15, 2013


En mi última intervención pública para Locheros, La noche del Loche I, percibí cierta falta de respeto de varios asistentes.

No tanto con relación a mi persona, en realidad con respecto a todos los disertantes.

Algún despabilado o despabilada pensará que me refiero a que conversaban e incluso carcajeaban en plena lectura de algún poema o relato.

Que no se guardó el indispensable silencio.

Claro, eso de por sí es una gran falta de consideración.

Ahora, a donde voy es a algo bastante más grave, que ataca los cimientos mismos de la cultura.

Lo vi en Lima en algunos antros a donde solía ir de incógnito, sólo como expectante, sin afanes de compartir mis composiciones.

Ese día vi en menor escala el mismo germen.

Se sabe que hay épocas en que la mediocridad se impone de manera apabullante.

En estos tiempos al parecer es propio de genios: insultar.

Joder mientras alguien intenta compartir sus creaciones literarias.

Decir improperios, sobajar, burlarse con acritud, menospreciar, desfavorecer, ningunear, gritar desde la oscuridad, desde la comodidad de una silla ahí entre la gente.

Vamos, es necesario no ser tolerantes con los ignorantes intolerantes.

En un mercado cuando algo se quiere o no se quiere igual se grita.

Y está bien pues muchas veces se asemeja a una olla de grillos.

En un estadio cuando uno de los jugadores de nuestro equipo es tumbado se insulta a todo pulmón.

Y está bien ya que parte de la pasión del hincha es el desfogue ramplón y criollo al más puro estilo “mentamedrero”.

En un recital lo idóneo sería que insulte nada más que quien tiene el micro.

Es un artista, si insulta en su disertación lo hará con maestría, por cuestión de contenido.

Pero eso de atacar el trabajo solitario y profundo de un tipo (o una tipa) que acaso nos parecerá un imbécil…

(Quizá lo sea en la misma medida que lo pudo haber sido Vallejo para la gran mayoría de artistas de su tiempo).

Es comprensible ser egocéntrico en bastantes planos de nuestro interior.

No obstante la humildad es obligatoria para aspirar a ampliar nuestras conciencias.

Siendo conscientes -como verdaderos artistas- que el mal y el bien habitan en nuestro ser, que en nuestro corazón hay egoísmo, mezquindad, envidia, miseria, rencor, resentimiento, mentira, pues por lo menos evitar llevar la mugre de la vida ordinaria al altar de los estados de exaltación purificados.

Un recital es un encuentro de personas que gustan de analizar las debilidades humanas, así como de apreciar trances lingüísticos.

Es una zona lunar donde salen a la luz, tanto como espectadores o como disertadores, seres capaces de compenetrarse con semejantes de otros tiempos y lugares.

Gente solitaria que considera los libros, las pelas y la música… sus mejores amigos.

Demostrémoslo no únicamente comportándonos.

Sería bueno llevar una linterna para ver quiénes son esas ratas.

(Cambiarán luego del ampay).

Pero no por buena voluntad.

Será porque quienes sí tenemos cultura y sabemos diferenciar los lugares en donde nos encontramos, porque no queremos ensartar con gato por libre, por dárnosla de malditos, de niños terribles, los iluminaremos para que todos los demás asistentes, personas que van por pasión lúdica y contemplativa, los juzguen con su ceño fruncido.

La ignorancia altanera y zafia no duda de sí misma, ahí desde la oscuridad, desde la sinrazón, desde el bullicio, pero le tiemblan las piernas hasta caer de bruces cuando la claridad de la razón la muestra tal y como es.

 

Foto:  http://www.identi.li/index.php?topic=80494

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