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Puro "opinionismo"

  |   Alex Neira / Descargos de conciencia   |   Febrero 25, 2014


“Opinionismo” es una característica del incivismo del ciudadano de hoy en día. Tiene que ver con el dar una opinión fulano o mengano, fulana o mengana, y santas pascuas.
El principal muro que limita una efectiva ciudadanía no es la calidad de políticos que nos gobiernan, más bien es la calidad de ciudadanos que nos rodean. Gente acostumbrada a verter un comentario sin conllevar en él un razonamiento, una argumentación. “Esta es mi forma de pensar”, agregan estas lumbreras, y punto final.
Y cuando en su lugar lo hacen, intentan explicarse, pues pisan el palo de la tergiversación o el insulto: no pueden limitarse a lo textual, no pueden citar sin alterar el fondo, inevitablemente atraviesan la lógica para moverse en la sinrazón “chamullera” o claramente denigratoria.
Como toda supina ignorancia, su mayor cualidad es su aparente seguridad, su desvergüenza. 
No se trata de estar o no de acuerdo con alguien, se trata sobre la manera en que se está en desacuerdo. Ni bien alguien piensa diferente brillan los dicterios o esa falacia donde se cree tener razón sólo por no ceder.
No se recuerda que el razonamiento es universal, que cuando se usa no pueden haber sentimentalismos, emociones alteradas, que no busca atacar a nadie sino dilucidar sobre un tema o asunto procurando acercarse a una verdad, o en todo caso arribar a  ella.
Cualquiera podemos cometer errores, de hecho todos comentemos varios entre el día y la noche, pero la manera de hilar un pensamiento, unas ideas, diferencia a unos de otros. 
Decía Gracián: “Cada quien obra de acuerdo a quien es”. Quizá eso es lo único por reconfortar cuando en un ambiente de incivismo más populares y respetados son los ciudadanos de opiniones que los de argumentos.
A todo esto, recordemos que evidencias propias de incivismo no sólo son la suciedad en las calles, el irrespeto a la luz del semáforo, la delincuencia, el tirar basura en bosques y playas, la violencia doméstica… además está la falta de tolerancia “a las ideas ajenas”. 
Ojito: no comentarios sino ideas ajenas. 
En italiano se conoce a esta perversión del pensamiento como “lieto pensante”, si cuando menos seguimos al politólogo Giovanni Sartori, quien los define como aquellos, aquellas: “quienes sólo admiten pensamientos agradables y no quieren escuchar otros argumentos porque les causan molestia”.
En inglés existe una expresión que va más o menos a lo mismo: “wishful thinking”, “una creencia fundada más en los deseos que en los hechos” (glosando la interpretación del doctor Marco Aurelio Denegri). 
Y bueno, quien suscribe estas líneas estima la democracia no es un juego más o menos de ingenio o delicado, sino una cualidad de la persona civilizada. Para gracia o desgracia ésta es un sistema político que se basa en el razonamiento de las personas, en su autonomía que sólo se conquista cuando se ha pasado por una educación en valores universales, que ha originado una capacidad, la de convencer mediante una concatenación de razonamientos como de ser convencido en ese mismo sentido. 
Porque las ideas ni siquiera se respetan –¿o si un bienhechor asegura que los monos tienen alas habría que respetar su comentario?–, ellas se prueban en la cancha de la confrontación argumental, porque si una hijita del señor piensa la ética tiene que ver con la libertad de los demás y no la suya más bien, nada se puede hacer por ayudarla más que demostrarle está equivocada, y si se enoja, si no quiere entender porque le preocupa antes que nada no ceder, el problema no es nuestro, es suyo: pues nadie que no pueda demostrar sus razones puede tener razón, esa cualidad a la cual puede anclar cualquiera, no sólo una persona en especial con su original subjetividad.


Decía Rochefoucauld que hay situaciones en la vida donde para salir bien librado hay que ser un poco estúpido.  Pero en casos como éste, es preferible parecer en contraposición muy estúpido, no salir ni un poco de bien librado ante el populacho, a ceder frente a una tira de ciudadanos (ciudadanas) que pretenden imponer sus complejos y seudo ideas a base de esta gran enfermedad cívica que es el “opinionismo”.

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