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Cuidado con lo que deseas
| Álvaro Díaz Dávila / Criaturas extrañas | Mayo 07, 2014
No vivimos en relación a lo que tenemos sino a lo que nos hace falta. El filósofo Slavoj Zizek ha revelado una paradoja interesante en relación a la Coca Cola y el culto al consumismo: la mayorÃa de personas están dispuestas a seguir tomando esta gaseosa aun sabiendo que por su exceso de azúcar esta bebida no calmará la sed sino que, al contrario, la incrementará. «El deseo nunca es simplemente el deseo de cierta cosa, siempre es también el deseo por el deseo mismo», sentencia Zizek. No podemos conformarnos con lo que tenemos porque justamente esa carencia es lo que hace girar el motor de nuestras acciones. Necesitamos querer para seguir queriendo. Es importante entender esto porque si no estás preparado para reconocer el origen de un deseo, lo más probable es que termines siendo un tÃtere del consumismo, el blanco fácil de una estrategia publicitaria, un perro que babea por una presa que en realidad es un hueso de plástico.
Vivimos tiempos en que el libre mercado impone las reglas del juego y por eso muchas de las batallas por el poder están ahora en el campo de las ventas y el marketing. No deberÃa extrañarnos que al abrir un periódico en busca de trabajo lo que más se necesita son “ejecutivos de ventasâ€. Ahora mismo hay cientos de profesionales egresando de universidades privadas especializadas en cómo seducir y controlar a los consumidores.
Sabemos
que la publicidad fabrica necesidades y provoca deseos. Lo importante ahora es
asumir nuestra responsabilidad de educarnos como consumidores. Es decir, ser
conscientes que cada uno de nosotros, como individuos, tenemos la última
decisión.Y eso es justamente el trabajo más difÃcil. Teniendo en cuenta la
última evaluación PISA – en la cual el Perú ocupó el último lugar en comprensión lectora,
matemática y ciencia–, es lógico prever que como consumidores los peruanos
podemos ser muy fáciles de engañar. Solo basta observar cuáles son los
programas de televisión más vistos para darnos cuenta que nos encontramos en un
situación vulnerable. ¿Podemos darnos cuenta qué es lo que realmente nos
conviene?
Esto deberÃa ser preocupante porque, paradójicamente, el mayor peligro que enfrentamos es que la publicidad en vez de unirnos nos está separando. Los anuncios están empeñados en venderte felicidad –como siempre lo ha sido– pero esta vez apuntando a incentivar un individualismo ególatra. En un contexto social donde a nadie le importa nada, mensajes como: “La felicidad es tu progresoâ€, “Disfruta el momento†o “Vive hoy†resultan ser invitaciones a la indiferencia, a que cierres los ojos y quedes aislado y dormido en medio de la más vulgar autocomplacencia. Incluso los mensajes de superación personal también van por ese mismo camino narcisista. En uno de los carteles publicitarios de una universidad local se lee lo siguiente: “Te van a decir que no puedes… terminarás siendo su jefeâ€. Como si ya no fuera necesario incentivar el rol social de una universidad y lo único importante es convertirse en el jefe de alguien. Resulta triste ver cómo el ingenio publicitario solo esté destinado a contribuir con el engranaje comercial. Aunque lo último que podemos esperar de los publicistas es que generen un cambio social, y por otro lado, ¿qué podemos esperar de las universidades? En nuestro paÃs la educación es uno de los negocios más inescrupulosos que existen.
Aprender a pensar
El escritor David Foster Wallace solÃa
advertir a sus alumnos sobre la importancia de aprender a pensar: «Implica ser
consciente y estar atentos de modo tal que podamos elegir sobre qué poner
nuestra atención. Porque la mente es un excelente sirviente pero un pésimo
amo». El mismo autor nos advierte sobre los peligrosos impulsos a donde te
puede llevar la mente. DecÃa que si uno quiere dinero para comprar cosas, esas
cosas nunca serán suficientes. Si te interesas demasiado en la belleza, siempre
vivirás con el miedo a sentirte feo y tu vejez será miserable. Si quieres ser
admirado solo por tu inteligencia terminarás sintiéndote un estúpido o un
fraude siempre a riesgo de ser descubierto. ¿Controlar nuestros deseos es
también una forma de conocerse y convertirse en mejor persona?
Antes
de responsabilizar a los demás por su indiferencia es bueno preguntarnos
primero cuántas horas al dÃa estamos expuestos a mensajes mediáticos que nos
obligan a comprar objetos, perseguir la belleza o superación. Es decir, cuántas
veces al dÃa estamos ejercitando nuestra mente para desear más y más. ¿No se
han percatado que quizás el problema de la falta de conciencia ciudadana es
porque cada persona está tan obsesionada en satisfacer sus propias carencias
individuales que se le hace muy difÃcil pensar que forma parte de una
comunidad? No vendrÃa mal desarrollar un poco de suspicacia y empezar a
averiguar cuáles son los deseos que valen realmente la pena.
Ilustración: Arturo Belano
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