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Defectos fÃsicos
| Álvaro Díaz Dávila / Criaturas extrañas | Abril 27, 2016
Hubo un tiempo, cuando
cursaba la secundaria, en que me sentÃa disgustado con mi nariz. En la
adolescencia reinan las apariencias y por ello la pequeña desviación de mi
tabique nasal me causaba inseguridad. Cuando uno se preocupa más de la cuenta
por un defecto fÃsico se convierte en un observador compulsivo de la apariencia
humana. Por aquel entonces, cuando conocÃa a alguien lo primero que hacÃa era
encontrarles defectos. Me gustaba descubrir que habÃa otras personas con rasgos
que los desfavorecÃan, era como encontrar algo en común. Pero si se trataba de
alguien que me gustaba, ese defecto era insoportable, imposible de superar.
¿Cómo un pequeño detalle de imperfección puede sabotear todo un cuerpo?, ¿Qué miedos y qué inseguridades se deben
esconder detrás de un defecto?
La belleza fÃsica es
una búsqueda individual, un ideal cuyas fronteras se redefinen constantemente y
cuyo significado corresponde a un punto de vista propio. Es verdad que hay consensos,
pero la belleza solo se hace verdadera cuando la experimentamos por uno mismo.
Borges decÃa que “la belleza es una
sensación fÃsica, algo que sentimos con todo el cuerpo. No es el resultado de
un juicio, no llegamos a ella por medio de reglas; sentimos la belleza o no la
sentimosâ€. Y aunque Borges lo dijo en
relación a la poesÃa, bien puede aplicarse a la belleza fÃsica.
Si la belleza es un ideal que todos buscamos por instinto, entonces un defecto podrÃa significar una barrera, un impedimento para llegar a ese ideal. Es como si quisieras conquistar toda una nación, pero un pequeño pueblo se resistiera y te diera la contra. Debe ser asÃ: es por eso que uno sufre, se lamenta, odia y se burla de los defectos propios y ajenos. De alguna manera, los defectos fÃsicos nos asustan, nos fascinan de una forma repulsiva y también nos revelan nuestros propios prejuicios estéticos. Porque cada quien tiene que enfrentar lo que él considera como un defecto y eso también lo enfrenta consigo mismo. Porque no solo nos referimos a narices muy grandes o pies deformes (que a nadie gusta), sino que un defecto puede revelarnos cosas más profundas. Por ejemplo hay personas que consideran como defecto el color de piel o la forma de un rostro, manifestando asà un comportamiento racista que ellos no pensaban que tenÃan.
Por
otro lado, existen defectos que solo te afectan a ti o que solo existen en tu
cabeza, incluso hay una enfermedad psicológica llamada Trastorno Dismórfico Corporal
(TDC) que consiste en la extremada preocupación por alguna caracterÃstica
fÃsica que la persona percibe como defecto. La escritora Gabriela Wiener en su
libro Llamada perdida hace un crudo
testimonio de su propio TDC: “Nadie
podrá despreciarme mejor que yo. Esa es mi conquista. La voz interior es
siempre un recuerdo de catástrofes: mis dientes torcidos, mis rodillas negras,
mis brazos gordos, mis pechos caÃdos, mis ojos pequeños clavados en dos bolsas
de ojeras negras, mi nariz brillante y granujienta, mis pelos negros de bruja,
mi incipiente joroba, mi papada, mi piel manchada, mi falta de cintura, mi culo
plano, mi sobrepeso, el pelo de mi ano, mi abdomen descolgado y estriado. El
olor de mi vagina, mi fetidez. Y aún me falta hacerme vieja y descomponermeâ€. He visto a Gabriela de cerca y
considero que su visión de sà misma es demasiado dura y exagerada; pero es
inútil ser racional frente a las perturbaciones de la mente. La obsesión por la
hermosura genera consecuencias igual de obsesivas. En el mismo libro de Wiener
hay una cita genial del escritor Georges Bataille: “Cuanto mayor es la belleza, más profunda es la manchaâ€.
¿Si Dios nos creó a su
imagen y semejanza, los defectos son una encarnación del mal?, ¿Será que percibimos
a los defectos como una constatación de que somos seres humanos imperfectos? La
belleza total no solo es inalcanzable, sino que su búsqueda es inútil. Quizás allà esté nuestra salida: esa
revelación en vez de desanimarnos, nos debe hacer madurar como personas; ser
tolerantes y aprender a querer y querernos incluyendo los defectos es una manera
de mejorar. Es alejarse de la ilusión de lo perfecto y acercarnos a lo terrenal:
darnos cuenta de que la vida es valiosa porque perece. Aceptar lo feo que hay
en nosotros mismos es también una forma de valentÃa.
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